Nitroglicerina en la porter¨ªa
La sombra de Molina y su ascendiente en la grada auguran a Toni una titularidad dif¨ªcil en el Atl¨¦tico
No hizo falta esperar mucho, tan s¨®lo unos minutos, para comprobar los inconvenientes de la curiosa pol¨ªtica de fichajes del Atl¨¦tico. Contratar a Toni, un guardameta de indiscutible categor¨ªa, cuando ya se tiene a Molina, tambi¨¦n portero de probada val¨ªa, es una operaci¨®n sumamente arriesgada, con m¨¢s peligros a la vista que ventajas.Desde una perspectiva as¨¦ptica, reunir en una plantilla a dos de los mejores cancerberos de Espa?a es una maniobra excelente. A priori se obtiene un saludable clima de competencia: el que es mejor debe demostrarlo cada minuto, sin hueco para la relajaci¨®n. Pero el f¨²tbol no se mide con tanta simpleza, menos cuando la cuesti¨®n afecta a la porter¨ªa. Los guardametas son una especie diferente. S¨®lo puede jugar uno y normalmente -en este caso Ranieri lo ha dejado claro que as¨ª ser¨¢- el que empieza de titular mantiene el puesto a lo largo de toda la temporada. En suma, los metas no compiten realmente por un puesto, se ven condenados a la suplencia o la titularidad desde la primera jornada. Y si a un futbolista normal le cuesta digerir la suplencia, y eso que siempre tiene en el horizonte alguna aparici¨®n espor¨¢dica para demostrar la equivocaci¨®n del entrenador, peor trago representa para un portero, que sospecha que su situaci¨®n, al menos por una temporada, es irreversible.
Adem¨¢s, Toni y Molina nacieron en 1970, por tanto no estamos ante un relevo generacional. Y para colmo, Ranieri se ha encontrado con una dificultad a?adida. Molina, titular desde el inolvidable doblete del curso 1995-96, tiene el apoyo de la hinchada, que no ve motivos que justifiquen su relevo. Y no s¨®lo por sus paradas, por su juego de pies, por sus rasgos modernos, cualidades todas magnificadas en el ¨²ltimo tramo del ejercicio pasado, el peor de los rojiblancos en los ¨²ltimos tiempos, sino por algunos gestos que le abrieron para siempre un lugar en el santoral rojiblanco. Cuando el Bar?a le tent¨® hace tres a?os -su cl¨¢usula, enseguida corregida, era entonces de 400 millones-, Molina se neg¨® a negociar. "El Atl¨¦tico crey¨® en m¨ª cuando nadie daba un duro y eso no lo puedo olvidar; me quedo", dijo. Un buen detalle que la grada no olvida, pero s¨ª el club.
Porque detr¨¢s de esta extra?a situaci¨®n est¨¢ el club, no tanto Ranieri. Cuando lleg¨® al cargo, Toni ya estaba fichado. Su contrataci¨®n fue una decisi¨®n de la secretar¨ªa t¨¦cnica -el Atl¨¦tico, desde Sacchi y sus Torrisi, Ventur¨ªn, Njegus..., ya no consiente que sean los entrenadores los que fichen-. "Si tenemos a tiro a uno de los mejores porteros de Espa?a, que termina contrato y no nos obliga a pagar suma de traspaso, por qu¨¦ renunciar a ¨¦l", se justifican los responsables del fichaje. Que explican con id¨¦ntica teor¨ªa la renovaci¨®n de Molina, cuyo contrato venc¨ªa en el verano del 2000, pese a la llegada de Toni. El guardameta titular de los madrile?os durante las ¨²ltimas cuatro temporadas acept¨® la propuesta de renovaci¨®n por dos motivos: mejoraba su salario, pero, sobre todo, abarataba su cl¨¢usula de rescisi¨®n (650 millones de pesetas) para poder fugarse en cuanto su situaci¨®n se torciese. Y es as¨ª, despu¨¦s de la elecci¨®n de Ranieri, como parece estar la realidad de Molina -torcida-, que de momento calla. Pero la de Toni no parece estar mucho mejor. Tiene la titularidad ganada, y tambi¨¦n, como comprob¨® el domingo, al p¨²blico en estado de alerta. Cada vez que dude en una salida, no atrape el bal¨®n o se resbale, cada vez que los nervios, como ante el Rayo, le traicionen, un nombre le zumbar¨¢ los o¨ªdos. El de Jos¨¦ Molina, el portero del doblete.
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