Cuentos de agosto
"Agosto es el mes m¨¢s cruel", qu¨¦ pasa, yo tambi¨¦n he le¨ªdo, como tantos intelectuales espa?oles, el primer verso de T.S.Eliot, pero tengo derecho a considerar que el poeta no conoc¨ªa Madrid por estas fechas, porque de haberlo conocido habr¨ªa cambiado su ya m¨ªtico abril por este agosto ardiente. Agosto es el mes m¨¢s cruel si a uno le pilla cualquier percance dom¨¦stico. En agosto, uno no sabe por qu¨¦, se suelen estropear las lavadoras, explotar las tuber¨ªas, atascar los w¨¢teres, y el mes alcanza entonces una crueldad sin nombre.En agosto deben estar todos los fontaneros, los alba?iles, los del gas, ba?¨¢ndose en Benidorm, porque muchas personas desesperadas, in¨²tiles para el trabajo manual, marcan desesperadas sus n¨²meros de tel¨¦fono, llaman a sus m¨®viles (ahora, todos los operarios lo tienen) y sale el buz¨®n de voz, y la v¨ªctima ser¨ªa capaz de ponerse de rodillas delante de un operario y pedirle por Dios, por Dios, arr¨¦gleme usted este w¨¢ter, d¨¦me usted el certificado de Gas Madrid que ya he puesto la rejilla a la altura que usted me dijo, m¨ªreme la lavadora que me duelen las manos de hacer pu?itos con la ropa.
En agosto, los operarios, los similares, los paletas, los chispas, se vengan del otro lado de la humanidad que somos nosotros: los in¨²tiles. Y desaparecen. Te dejan una obra a la mitad, un boquete en la pared, un lavabo sin sellar, pero ellos dicen qu¨¦ leche, que se las apa?en ellos, con sus oficios de manos limpias. Agosto, el mes de las obras en las casas, el mes que las amas de casa del mundo decretaron el mejor para hacer reformas: se molesta a menos vecinos (eso s¨ª, el vecino que se queda sin vacaciones y con una obra en el piso de al lado tiene que ir busc¨¢ndose un psic¨®logo para el oto?o) y se tiene el piso listo en septiembre. Ja, ja, ja.
?Por qu¨¦ no se corre la voz a los cuatro vientos, de una vez por todas, que los alba?iles te abandonar¨¢n, que te dejar¨¢n el suelo a medias, que no tendr¨¢n piedad y dir¨¢n que son humanos y quieren irse a bailar a su pueblo para la Virgen de agosto?
En las noches calurosas, cuando han pasado las horas y las copas, llega el momento de sincerarse y los amigos hablan de las obras de su casa, y se cuentan historias muy tristes: una amiga me contaba que a ella le pusieron los alba?iles las escaleras al rev¨¦s, la m¨¢s ancha arriba y la m¨¢s estrecha abajo, con lo cual estaban forzados a bajarlas siempre como si fueran Lina Morgan en la Latina: "Agradecida... y emocionada...". Lo mejor fue que cuando les convenci¨® de que la cambiaran, a fin de que no se rompieran la cabeza, los alba?iles ya no volvieron a dirigirles la palabra. Yo siempre que puedo cuento mi historia, que dentro de las raras considero de las mejores: mis vecinos de rellano, que eran chinos y eran cientos, hicieron una reforma en la que s¨®lo trabajaban chinos, una tarde de domingo agostero que intentaba yo concentrarme en la lectura en el sal¨®n, pero nada, imposible, los martillazos hab¨ªan subido de tono. Mi suegro dijo: "Parece que van a tirar la casa", y yo pens¨¦ que las frases t¨®picas en los momentos dif¨ªciles de la vida engendran una gran agresividad (a m¨ª por lo menos). Pero en este caso me equivoqu¨¦, porque la frase t¨®pica fue el anuncio de una realidad: tras un martillazo terrible se abri¨® un agujero y detr¨¢s del agujero apareci¨® la cara de un chino con un pa?uelo de cuatro nudos en la cabeza en mi propia casa. Es dif¨ªcil mantener una actitud pac¨ªfica en esos casos, pero los chinos nos dieron una lecci¨®n de contenci¨®n an¨ªmica: mientras nosotros grit¨¢bamos como occidentales, aquel chino, sin perder la sonrisa (que yo calificar¨ªa como "oriental"), pas¨® a casa y con menos ruido del que hace un gato reconstruy¨® la pared que separaba nuestras vidas de las suyas. Occidente y Oriente siguieron estando cerca, pero neg¨¢ndose la comunicaci¨®n que ese agujero podr¨ªa haber abierto en las dos culturas. Cuando cuento lo de agosto y mis chinos elevo el list¨®n de las an¨¦cdotas de tal manera que se hace un silencio. W¨¢teres atascados, cortes de luz, obras a medias... Historias de agosto que se repiten a?o tras a?o, por eso de que las amas de casa de antes decidieron que era el mejor mes para poner la casa patas arriba. Hay tanta mentira en las tradiciones que a uno no se le ocurre otra cosa mejor que hacer con ellas que romperlas, o llamar a esos servicios de 24 horas, que uno ya considera como los ¨¢ngeles del nuevo siglo, dejar que te sangren y besarles las manos: "Agradecida y emocionada, solamente quiero decir: gracias por venir". A lo mejor, al letrista se le ocurri¨® la copla en agosto.
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