Las mudanzas del verano
La empresa de guardamuebles de Amado Mart¨ªn aprovecha que la gente prefiere cambiar su casa en agosto
En tiempos de turbaci¨®n, no hacer mudanza. ?Y en agosto? En agosto, s¨ª. Lo diga san Ignacio o no, se hacen mudanzas, portes, cambios. Incluso m¨¢s que en otra ¨¦poca. Lo dice Amado Mart¨ªn S¨¢nchez, natural de ?vila, vecino de Madrid, Mudanzas y Guardamuebles, con las oficinas en la calle del Humilladero y almacenes en la carretera de Andaluc¨ªa. Haya o no haya turbaci¨®n o eclipse, o milenarismo, la gente se traslada, se cambia, se muda, se mueve. Y m¨¢s en verano.Adem¨¢s que la gente, al final, no se cree esas cosas. Y lo m¨¢s, lo m¨¢s, ante tanto anuncio catastrofista, la gente se toma una raci¨®n de gambas para que, como mucho, el improbable apocalipsis le pille con el est¨®mago lleno. Y tan ricamente.
En verano se aprovecha para casi todo. Ya lo dice Amado Mart¨ªn S¨¢nchez, o Mart¨ªn, como todos le conocen: "El verano es para cambiarse de piso, para trasladar la oficina, para llevar al guardamuebles esa ropa o esos sillones que estorban en la casa y da pena tirar. Luego, ya ve, hay cosas que nunca se recogen". En los guardamuebles duermen los recuerdos en forma de ajuar bordado de la abuela, de viejas camas de bronce con el or¨ªn verdoso del abandono, de sillones que con su asiento destripado ya no dan descanso a nadie. Los guardamuebles tienen biograf¨ªas a?ejas, historias extra?as. Son una especie de cueva de Al¨ª Baba de todo a 100.
"Llega un momento en que se deja de pagar. La gente paga al principio, pero, luego, el 80% deja de hacerlo".
-?Y qu¨¦ hace usted?
-?Y qu¨¦ voy a hacer? Espero un a?o, dos a?os..., aunque s¨®lo est¨¦ obligado a seis meses. ?Qu¨¦ le voy a hacer? La mayor¨ªa de las cosas no valen ni para el basurero. La mayor¨ªa no vale nada. Pero ?qu¨¦ le voy a hacer?
Y Amado Mart¨ªn S¨¢nchez suspira. Pero no es un suspiro de des¨¢nimo. Suspira con esa especie de fatalismo, de inevitabilidad que tienen estas y otras cosas. A ver. Estamos solos en la penumbra de una oficina silenciosa. "Le dije que qued¨¢ramos aqu¨ª porque a estas horas se est¨¢ m¨¢s fresquito, ?no?".
- Ya lo creo. S¨ª, se?or. En las mudanzas, en la leyenda de las mudanzas, hay tesoros ocultos, dinero encontrado, misteriosas joyas cuya existencia los due?os, aparentemente, ignoraban. "Es verdad, ?eh? Sin ir m¨¢s lejos, yo me he encontrado un mill¨®n de pesetas en una caja de zapatos. Ya ve usted".
- ?Y qu¨¦ hizo?
-?Y qu¨¦ voy a hacer? Devolverlo.
Hay quien habla de haber encontrado "veintitantos millones" y oro y plata. Y el s¨²rsum corda. Pero no es lo normal. Si es verdad son excepciones. Cosas extraordinarias, y por eso quedan siempre en el recuerdo y se comentan entre compa?eros, aumentando cada vez m¨¢s la cuant¨ªa, las circunstancias, el modo y la manera. Cuando Amado Mart¨ªn S¨¢nchez empez¨® en esto ten¨ªa 19 a?os. Ahora tiene 55. ?l, de verdad, lo que quer¨ªa era poner un bar. "Lo que es la vida. Ya ve. Yo quer¨ªa poner un bar. Y, al final, aqu¨ª me tiene".
-Ya, ya...
Amado Mart¨ªn S¨¢nchez, o Mart¨ªn, como todos le conocen, ten¨ªa un dos caballos y con ¨¦l empez¨® en las mudanzas. Luego tuvo un Avia 2.500. Cab¨ªan 26 metros c¨²bicos. Ahora tiene camiones que son capaces de tragarse "un piso entero, un chal¨¦ entero". "Los muebles de un piso entero, de un chal¨¦ entero", matiza.
-Claro, claro.
?l no lo cuenta. Pero dicen en el barrio que uno de sus camiones fue de la flota que parti¨® para dar auxilio a los vencidos en la guerra de Bosnia. Cosas que pasan. En este despacho, en el que "hemos quedado porque se est¨¢ m¨¢s fresco", se amontona un mundo variado y ecl¨¦ctico, un mundo maravilloso de artilugios, de cosas inservibles y bell¨ªsimas, de sue?os que uno quisiera haber tenido siempre a mano, aunque su utilidad sea casi nula. O sin casi: botellas de vino, frascas de licor con el contenido pintado primorosamente -de higo, de mel¨®n, de nueces o de guindas-, bastones flexibles y hermosos de bamb¨² que esconden en su coraz¨®n el alma helada de un estoque, colecciones fant¨¢sticas de soldaditos de plomo perfectamente ordenados, extra?as estatuillas aladas que har¨ªan las delicias de cualquiera, tazas, vasos, copas de cristal pur¨ªsimo con el borde de un oro de cuento y, cuidadosamente colocados, miles y miles de llaveros que ¨¦l colecciona con unci¨®n sacramental.
-Tengo muchos. Me gustan. Quieta, Chispi.
?Ah! Y Chispi. Una perra min¨²scula y gru?ona. "La recog¨ª un d¨ªa en Murcia. Y siempre est¨¢ conmigo".
Tres hijos tiene Mart¨ªn. Los dos mayores han seguido sus pasos. El m¨¢s peque?o, no. "Estudia empresariales, pero cuando hay que ayudar echa una mano. Ya ve, y pensar que yo lo que quer¨ªa era un bar...".
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