El esc¨¢ndalo de los miuras mochos
Miuras mochos, miuras escachifollados, miuras con tipo de becerros; as¨ª soltaron los miuras en la corrida de feria de San Sebasti¨¢n de los Reyes. Un esc¨¢ndalo. Aparec¨ªan los miuras y los aficionados, que hab¨ªan acudido a ver el trap¨ªo y el juego de las reses de la afamada divisa, saltaban de sus asientos, sorprendidos, indignados, se?alando con el dedo el cuerpo del delito. "?Esto es un atraco; manos arriba!", gritaban algunos.Un aficionado se lleg¨® junto al palco para protestar y ense?arle al presidente el boleto, que le hab¨ªa costado un dinero. No se sabe cu¨¢nto, mas el precio de la entrada en la fila anterior a la suya ascend¨ªa a 12.000 pesetas, que ya son.
Doce mil pesetas por una becerrada indecente. El aficionado le protestaba al presidente y acudieron raudos los guardias para llev¨¢rselo. Se confundieron los guardias: a quien se debieron llevar era al presidente, que ten¨ªa una responsabilidad.
Miura / Fundi, Higares, Califa
Cinco toros de Hijos de Eduardo Miura (uno devuelto por impresentable), de bochornosa presencia, escandalosamente desmochados, flojos. 2? -sobrero- y 6?, de Jos¨¦ V¨¢zquez, de discreta presencia, sospechosos de pitones, manejables.El Fundi: media atravesada y media (palmas y saluda); estocada corta perpendicular trasera (silencio). ?scar Higares: dos pinchazos, estocada desprendida y rueda de peones (algunas palmas y saluda); estocada delantera (oreja con exigua petici¨®n y protestas). El Califa: media atravesada y descabello (silencio); pinchazo a un tiempo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada trasera ca¨ªda (oreja con escasa petici¨®n). Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 28 de agosto. 4? corrida de feria. Media entrada.
Ten¨ªa el presidente la m¨¢xima responsabilidad. Es el presidente, reglamento en mano, quien aprueba los toros en el reconocimiento, y la miseria de aquel g¨¦nero no le pudo pasar desapercibida, ni harto de vino.Tampoco a los veterinarios a quienes correspond¨ªa examinar el trap¨ªo de las reses, la integridad de sus astas. En este pa¨ªs da la sensaci¨®n de que se ha perdido la verg¨¹enza. A las altas esferas se quiere uno referir. Si quedara un m¨ªnimo de verg¨¹enza, ya les habr¨ªan abierto expediente al individuo que presidi¨® la corrida y a los veterinarios de servicio, por su clamorosa incompetencia, por su injustificable lenidad y -de paso- por si se hubiese producido un caso de connivencia, que todo podr¨ªa suceder.
Al ente auton¨®mico madrile?o, que nombra estos equipos, gubernativos y periciales, le corresponde la responsabilidad mayor en ese esc¨¢ndalo de los miuras escachifollados y mochos.
Sal¨ªan, y al verlos con los cuernos rotos o con evidentes s¨ªntomas de manipulaci¨®n fraudulenta, resultaba dif¨ªcil concebir que se hubiera podido llegar a tanta desfachatez. Claro que no viene de primeras. El candoroso triunfalismo de los p¨²blicos unido a la descarada dejaci¨®n de funciones por parte de la Administraci¨®n han dejado a los taurinos campo abierto para toda clase de tropel¨ªas. Y les da lo mismo perpetrarlas en plaza de tercera, as¨ª la de San Sebasti¨¢n de los Reyes, como en el otro San Sebasti¨¢n -llamado la Bella Easo- en cuya plaza de primera soltaron recientemente un toro sangrando por los cuernos y aquello qued¨® impune.
Los cuernos mochos, los cuernos convertidos en astillas, los cuernos tronzados, los cuernos de un tama?o casi similar al de las orejas. De esta forma presentaron los miuras. Miuras anovillados, o abecerrados, flojuchos, medio inv¨¢lidos tambi¨¦n, a pesar de lo cual sacaron un resto de genio que incomodaba a los toreros. Los toreros quisieron hacerles faena, indeferentes a las protestas. Quisieron hacerles faena y se pon¨ªan a pegar pases, hasta que comprobaban el nervio embestidor de los miuras y entonces hac¨ªan como que se resignaban a complacer a la afici¨®n. Se les ve¨ªa el plumero, francamente.
Fundi banderille¨®, con m¨²sica y todo. La m¨²sica fue pitada y hasta abroncada. El sobrero, que hizo segundo y ya no era Miura, desarroll¨® casta noble y a ese le hizo ?scar Higares una larga, poco templada y menos a¨²n ligada faena. El quinto Miura result¨® pastue?o y aprovech¨® Higares para darle pases de todas las marcas, de pie y de rodillas, con muchos desplantes y gestos altaneros dirigidos al p¨²blico, seguramente en demanda de unos aplausos que llegaban sin ning¨²n calor. A la exigua petici¨®n de oreja que provoc¨® aquello el presidente correspondi¨® concedi¨¦ndola. Para los regalos s¨ª estaba dispuesto el presidente y se apresur¨® a concederle otra oreja a El Califa.
A El Califa no le hab¨ªan tolerado los aficionados que diera pases a la ruina de Miura que sali¨® en tercer lugar. En cambio acept¨® su actuaci¨®n en el sexto, ya no Miura sino V¨¢zquez (don Jos¨¦) al que le hizo una faena bullidora sin temple ni ligaz¨®n, inciada con un cambio por la espalda y conclu¨ªda malamente con el estoque.Y cay¨® la oreja.
Cay¨® la oreja como si all¨ª no hubiera pasado nada. Pero s¨ª pas¨®: hubo una estafa y los estafadores se marcharon de rositas.
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