El milagro se hizo bronce
Devers logr¨® su tercer t¨ªtulo mundial ante la nigeriana Alozie y la sueca Engquist
Se complet¨® el milagro con una medalla de bronce. No gan¨® Ludmila Engquist, la sueca que sufri¨® la amputaci¨®n de su pecho derecho en abril del a?o pasado, pero fue bronce, tras su gran amiga y enorme competidora Gail Devers, que sum¨® as¨ª su tercer t¨ªtulo mundial, despu¨¦s de los conseguidos en Stutgart 93 y Gotemburgo 95. La estadounidense sali¨® espl¨¦ndidamente y fue inalcanzable. Engquist, quiz¨¢ ya al borde de estallarle los nervios, logr¨® colocarse tercera en la cuarta valla, tras la nigeriana Glory Alozie, que tambi¨¦n fue mejor en la salida, y bastante hizo con resistir a la kazaja Olga Shishigina, que de gran favorita antes de los Mundiales pas¨® a quedarse fuera del podio.La carrera se iba a decidir en las cuatro calles centrales y as¨ª fue. Las potentes Devers y Shishigina, en la tercera y la cuarta, la m¨¢s estilizada Engquist en la quinta, y la m¨¢s baja, Alozie, la nigeriana, un portento compendio de agilidad y potencia que se entrena en Valencia con Rafael Blanquer y junto a Niurka Montalvo, en la sexta. Ante ellas estaban las 10 vallas de la verdad, de 84 cent¨ªmetros de altura (m¨¢s bajas que las de los hombres, que son de m¨¢s de un metro, 106,7). Hasta la primera, 13 metros en liso, entre cada una 8,5 para dar los pasos antes de cada nuevo salto, y desde la ¨²ltima al final, 10,5. Esto, que dicho as¨ª parece nuevo, lo tienen las atletas tan mecanizado como robots. S¨®lo el derribo de las vallas, con el consiguiente desequilibrio, puede traerles problemas. Pero el resto debe ser una repetici¨®n de movimientos exactos, sin errores. Incluida la salida. La francesa Girard, mal en semifinales, mostr¨® su nerviosismo con un nulo.
La final, despu¨¦s de tres carreras, era una inc¨®gnita. La inc¨®gnita-milagro Engquist. Quiz¨¢ porque ya era bastante milagro verla correr y saltar las vallas como antes, nadie pod¨ªa aventurar tanto como su triunfo. Pero cuando empez¨® haciendo el mejor tiempo de todas las series iniciales, y con una determinaci¨®n enorme, s¨ª se confirm¨® que su enorme prueba personal le hab¨ªa dado alas. En el atletismo, como en la vida, la fuerza mental es clave y ella, por lo visto, no s¨®lo la ha aplicado para competir, sino tambi¨¦n para llegar a Sevilla en una forma espl¨¦ndida. En el deporte, tampoco es un secreto, el entrenamiento global es el que da los frutos.
Incluso cabr¨ªa decir que las rivales de Engquist, ante tanta determinaci¨®n, ten¨ªan un tanto por ciento de derrota en sus piernas. Un bagaje de respeto que les pesaba desde la salida, al verla a su lado. Pero su gran forma era evidente. Hab¨ªa ganado el mi¨¦rcoles su serie inicial ante una de las principales rivales, la b¨²lgara Svetla Dimitrova (12,62 frente a 12,64) y ya demostr¨® su fuerza de entrada. Pero m¨¢s a¨²n cuando se comprob¨® que era el mejor tiempo de las siete series y de 41 participantes. Baj¨® el ritmo al d¨ªa siguiente, en cuartos de final, pero casi nada. Hizo el tercer tiempo de las 32 atletas que quedaban en carrera, 12,65, s¨®lo por detr¨¢s de Devers, otra gran competidora, 12,50, y de Alozie, 12,60. Pero hab¨ªa vuelto a ganar una de las cuatro series. Segu¨ªa invicta y en el podio imaginario. Y a¨²n quedaba el pen¨²ltimo acto en el que otra vez subi¨® a lo m¨¢s alto. De nuevo se impuso en la semifinal, esta vez en lucha con otra rival m¨¢s directa, Alozie, y cuando vio el tiempo no pudo contener la emoci¨®n. Con 12,50 (por 12,61 de la nigeriana) comprob¨® que hab¨ªa batido de largo su mejor registro de la temporada y salvo que en la segunda semifinal volaran, se iba a presentar en la final con las mejores credenciales. Y as¨ª fue. Gail Devers gan¨® con 12,70, 20 cent¨¦simas m¨¢s ante una dubitativa Shishigina, 12,75 y tom¨® la moral que le faltaba. El milagro se estaba completando y la realidad tambi¨¦n. S¨®lo faltaban 12 segundos y unas cent¨¦simas para el t¨ªtulo de Devers y el bronce de Engquist. Ya era suficiente.
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