Telefon¨ªa sin tildes
Sin duda es muy loable la misi¨®n de acarrear palabras vivas, llevarlas de ac¨¢ para all¨¢, adonde y a quien se quiere, traj¨ªn que es propio de la telefon¨ªa. Adem¨¢s de loable, resulta ping¨¹e para quienes se aplican a ¨¦l. Y pues medran con el lenguaje, parece que nada deber¨ªa resultarles m¨¢s respetable; sin embargo, no muestran mucho miramiento con el que usan. Ah¨ª tenemos a nuestra vieja compa?¨ªa, hoy abreviada de nombre, casi en tanga, exhibi¨¦ndose en letreros por aqu¨ª y toda la Am¨¦rica hispana como Telefonica, as¨ª, monda de tilde. Ni el baturro m¨¢s hostil al esdr¨²julo se hubiera prestado a tanta demas¨ªa, pero s¨ª los instruidos responsables de imagen que han aprobado el dise?o. Lo han tramado quiz¨¢ publicitarios for¨¢neos a quienes la lengua espa?ola importa un pepi¨®n: ?hubieran propuesto a una empresa francesa que se presentara como Telephonique, sin sus dos acentos, o que grandes carteles anunciasen el Theatre Chatelet? Caso de hacerlo, ?no habr¨ªan quedado para septiembre? Si para colmo eran franceses, Dios sabe qu¨¦ expiaci¨®n les hubiera vedado vivir de anunciar.Pues aqu¨ª no: su dise?o gust¨® cuanto cabe a quienes decid¨ªan, juzgando irrelevante verter un poco m¨¢s de escombro sobre este solar compartido que es la lengua espa?ola. Si surgi¨® alguna aprensi¨®n ante la falta de virgulilla, qued¨® conjurada por el cayado con que han prolongado la efe para dejarlo caer sobre la o siguiente. Pensaron sin duda que los entendidos lo har¨ªan valer por tilde, y los otros, aire; o puerta, que es lo moderno.
Pues no: el acento gr¨¢fico pertenece a nuestro sistema de escritura igual que las letras; significa tambi¨¦n o ayuda a significar: valido no equivale a v¨¢lido, y p¨¦rito califica culturalmente de suburbial. Nadie niega a la publicidad la licencia profesional de extra?ar: atrae chocando. Pero carece de esa venia la simple rotulaci¨®n, como aqu¨ª es el caso: nuestra lengua no puede ser tenida tan en poco. El dise?ador deb¨ªa haber encajado el acento con claridad en su letrero volando hacia la o como una saetilla, y no dej¨¢ndoselo caer como estalactita o moco. A la empresa le ha complacido la ablaci¨®n, y es cierto que, as¨ª, la palabra queda m¨¢s yanqui; ?l¨¢stima que la Academia acordara suprimir ph en 1803! No se previ¨® la futura imagen visual de Telephonica.
Pero ?qui¨¦n tiene autoridad para evitar estas higas al lenguaje? Si no lo hace el Estado (Poncio Pilatos en esto de las lenguas), tampoco puede exigirse a las compa?¨ªas privadas o semi. Y ¨¦l mismo y las potestades varias que se reparten su poder ejercen de violadores con toda indemnidad. Me gustar¨ªa saber de un t¨²nel que tenga en su boca el cartel de g¨¢libo, con la tilde donde debe. Sin salir de la autov¨ªa, resulta raro el nombre de una poblaci¨®n que, necesit¨¢ndolo, aparece con ese trazo: ?por qu¨¦ raz¨®n se anuncia ?vila y a doce metros Avila y luego ?vila y poco despu¨¦s Avila? Y si se entra en las ciudades, verbigracia en Madrid, por la calle de Alcal¨¢, donde las floristas, empieza uno a toparse con un caos acentual sobre puertas oficiales que han dado entrada y salida a innumerables potestades, todas desganadas en materia ortogr¨¢fica.
Esta telefon¨ªa sin esa tilde (tiene otras) ha recibido considerable apoyo en su lucha contra el lenguaje com¨²n al irrumpir en el mercado otra empresa del gremio, y avisarlo en los medios de comunicaci¨®n. La radio emite un anuncio que abrir¨¢ ¨¦poca, estoy seguro, en la historia de la publicidad, superando a aquel spot del matrimonio que se re¨ªa de cuando s¨®lo pod¨ªa beber agua: ahora pimpla gaseosa. Ese anuncio auguraba la era de la publicidad em¨¦tica, que ha triunfado al fin con la invenci¨®n de esta firma. Quiere azuzar a¨²n m¨¢s el desenfreno del telefonino (?por qu¨¦ no esta soluci¨®n italiana en vez de m¨®vil?), y, para ello, una voz sombr¨ªa comunica por la radio: "Se derriten los helados en las manos, las parejas ya no se besan, las paellas quedan intactas sin que nadie se digne a probarlas...": tal cat¨¢strofe ocurre porque todo el mundo est¨¢ llamando a sus parejas, parientes y conocidos pregunt¨¢ndoles hola, qu¨¦ haces. ?Verdad que ha de atraer muchos abonados esa visi¨®n de la gente con las manos chorreando pralin¨¦ derretido, a los enamorados desamarr¨¢ndose obligados por otra pasi¨®n mayor; y lo que a¨²n causa m¨¢s pasmo: la gente haciendo ascos a las paellas, con su rico pollo y sus gambas: todos lanzados como leones al loro port¨¢til para inquirir qu¨¦ est¨¢ haciendo el contactado. Dando pompa a la cutrez, est¨¢ ese dignarse a probarlas, con su a excedente, que pone rotundo marchamo analfabeto a esta presentaci¨®n de la empresa.
En el haber del artefacto hay que contar, eso s¨ª, su ventajoso empleo profesional en radio y televisi¨®n, que tanto bien hace a nuestro idioma. Gracias a ¨¦l, en agosto han podido ser o¨ªdos cuentos de comunicadores de corte y provincia narrando fichajes y partidos de f¨²tbol a punta de telefonino. As¨ª han dado un meneo al idioma que lo ha dejado m¨¢s joven aunque algo m¨¢s bobo. Se ha contado, por ejemplo -gracias, T¨²a-, c¨®mo se ha pagado por un as una cifra salom¨®nica: ?no es acertado ese adjetivo, siendo tan famosas las minas del gran rey de Israel? A otro corresponsal se le felicita desde Madrid por su prolija informaci¨®n, que ha durado minuto y medio, sobre un jugador enojado con su m¨ªster. No cabe mayor innovaci¨®n que la de hacer elogioso el adjetivo prolijo. A la noche siguiente, el enfurru?ado ya no lo est¨¢, lo cual, afirma el locutor de turno, nos congratula. Decir, como antes se hac¨ªa, que nos congratulamos (de ello) queda, no s¨¦, como muy pleistoceno. Me repito: "Las paces de esos futboleros me congratulan", y siento que me he quitado veinte a?os de encima.
A lo que no he podido llegar a¨²n es al alante universal de los contadores de partidos de f¨²tbol y carreras: "S¨®lo hay un jugador alante", "va por alante un grupeto (?as¨ª dicen!) de tres unidades" (o sea, corredores). Arm¨¢ndome de valor, prob¨¦ este verano a usar el adverbio en el ascensor de un hotel, al advertir a un conocido magistrado que estaba impidiendo con su cuerpo el cierre de las puertas: "Entre ust¨¦, se?or juez, pas¨¦ ust¨¦ m¨¢s alante", le dije. Y me lanz¨® una mirada inolvidable.
Pero el saldo es favorable al telefonino y a sus usuarios deportivos, y las empresas que lo propagan merecen hurras. El b¨¢rtulo es muy pr¨¢ctico; multiplica hasta el infinito el poder audiovisual para alegrarle las pajarillas a la lengua espa?ola. Y como esto es bastante serio, no conviene echar los acentillos de unos a la mar, ni las paellas de otros a la basura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.