Tecnolog¨ªa global con fecha de caducidad
Ya no queda tiempo para limpiar todos los equipos inform¨¢ticos antes de que acabe el a?o, pero al menos los sistemas cr¨ªticos funcionar¨¢n razonablemente bien.
Probablemente, ver las aventuras de cualquier Bruce Willis cinematogr¨¢fico para localizar y desactivar una bomba de relojer¨ªa o un meteorito que amenaza al mundo resulte, parad¨®jicamente, m¨¢s emocionante que saber que en nuestro mundo real, alrededor de un mill¨®n de t¨¦cnicos, a los que no vemos, se afanan en desarmar cientos de miles de millones de bombas invisibles infiltradas entre los datos y programas de los sistemas inform¨¢ticos. Esas bombas consisten sencillamente en que muchos sistemas inform¨¢ticos contabilizan los a?os por sus dos ¨²ltimos d¨ªgitos decimales -99 en vez de 1999- y que cuando llegue el 2000 lo designar¨¢n por 00, cometiendo a partir de entonces toda suerte de despr¨®positos en algunos de sus procesos. Al sentido com¨²n le produce estupor que los ordenadores puedan caer en trampa tan est¨²pida, pero el caso es que esta forma concreta de representar los a?os de nuestro calendario, ahora conocida como problema inform¨¢tico del a?o 2000, si no se desactiva a tiempo podr¨ªa producir la primera aver¨ªa masiva del sistema global, poniendo en peligro el incesante flujo de actividades de las sociedades econ¨®micas desarrolladas.
En nuestra opini¨®n, lo mejor ser¨ªa informar sin ambages al p¨²blico acerca de lo que se sabe de este problema, describir sus causas de una manera no trivial, reconocer la incertidumbre que lo rodea, se?alar los errores cometidos, resaltar los ingentes costes asociados a su reparaci¨®n y describir peri¨®dicamente su situaci¨®n real. Este art¨ªculo pretende contribuir a parte de estos fines.
En primer lugar, y para que pueda entenderse que no ha habido tanta torpeza como parece metiendo ah¨ª esa basura, es obligado explicar algo respecto a c¨®mo un simpl¨ªsimo formato de datos se convierte en una mara?a casi incontrolable.
De entrada, hay que descartar que el uso del formato de dos d¨ªgitos decimales sea meramente un error t¨¦cnico. Adem¨¢s de ser habitual en el habla com¨²n, dicho formato se justificaba en los a?os cincuenta y sesenta, cuando se comenz¨® esta pr¨¢ctica, por el ahorro de memoria y circuitos, muy caros por entonces, como se justifican siempre decisiones semejantes en el dise?o y construcci¨®n de cualquier sistema, con independencia de que se trate de un dep¨®sito, un aeropuerto o el espacio de direcciones de Internet. Por un principio general de econom¨ªa, la obra humana se dise?a sabiendo que puede acabar satur¨¢ndose. En particular, los n¨²meros dan muchos problemas: las placas de matriculaci¨®n, el n¨²mero del DNI, los n¨²meros de tel¨¦fono (en Madrid, por el a?o 1925, constaban de tres o cuatro cifras, frente a las nueve actuales para la numeraci¨®n nacional), todos terminan por saturarse, aunque a priori no se sepa exactamente cu¨¢ndo ocurrir¨¢. De hecho, el problema del a?o 2000 no es el ¨²nico problema inform¨¢tico relacionado con los n¨²meros, como muchos lectores conocen. Hay otros en espera.
Por l¨®gica, cab¨ªa imaginar que estas limitaciones se subsanar¨ªan cuando fuera necesario. No ha sido as¨ª. Ahora, la maquinaria inform¨¢tica es una galaxia compuesta por miles de millones de sistemas, incluyendo los chips microprocesadores integrados en infoimplementos del coche, el hogar y el instrumental biom¨¦dico o en controladores industriales y de infraestructuras, una galaxia que, por razones t¨¦cnicas y econ¨®micas debidas a su complejidad y capilaridad, ha llegado a parecer intocable. En efecto, la c¨¦lula m¨ªnima de informaci¨®n que contiene el formato de fechas se replica en muchos elementos del sistema ¨ªnform¨¢tico del que forma parte y en otros sistemas asociados, no con la materialidad de piezas sueltas identificables, limpiamente sustituibles, sino al modo sutil de largas cadenas l¨®gicas, lenguajes, estructuras de datos, algoritmos y arquitecturas heterog¨¦neas. Y, adem¨¢s, est¨¢ el hecho de que este entramado casi inmaterial se ha convertido en el soporte b¨¢sico de la mayor¨ªa de las actividades del hipercomplejo sistema global. ?Qui¨¦n pod¨ªa atreverse a decir que hab¨ªa que parar todo esto un poquito? Y si lo dec¨ªa -como algunos lo han dicho-, ?qui¨¦n iba a querer escucharlo?
De forma que lo que ni siquiera en su origen fue un error t¨¦cnico devino acumulativamente en una grav¨ªsima bola de nieve. Muy tarde -teniendo en cuenta lo inaplazable de la fecha de caducidad y la complejidad sist¨¦mica del problema-, se han iniciado los trabajos de limpieza, denominada adaptaci¨®n al 2000. En unos sitios antes que en otros, pero tarde en todos.
Ahora no tenemos m¨¢s remedio que afrontar las consecuencias de nuestra inmadurez tecnol¨®gica y de nuestro descuido colectivo. La primera de las consecuencias es el coste econ¨®mico de adaptaci¨®n de los sistemas, enorme, cualesquiera que sean sus cifras reales, dado lo dif¨ªcil, largo y tedioso de la tarea. En todo el mundo oscilar¨¢ entre 0,6 y 1 bill¨®n de d¨®lares. En Espa?a, seg¨²n una consultora europea, ascender¨¢ a 1,6 billones de pesetas; seg¨²n SEDISI, patronal del sector inforrn¨¢tico, a 150.000 millones. La Administraci¨®n espa?ola se ha gastado oficialmente en sus sistemas 27.422 millones. Por hacemos una idea, una empresa como General Motors podr¨ªa acabar gast¨¢ndose m¨¢s de 900 millones de d¨®lares durante unos cuatro a?os de trabajo.
La peor noticia, sin embargo, es la certeza de que, se pongan los recursos que se pongan, no queda tiempo para limpiar todos los sistemas inform¨¢ticos antes del final de 1999. Adem¨¢s, habr¨¢, porque ya las hay -e irrecuperables- notables diferencias entre pa¨ªses, y dentro de ¨¦stos, entre sectores de actividad y entre empresas. Desafortunadamente, la mayor¨ªa de las pymes y de los particulares permanecen desprevenidos e inermes ante la amenaza Y2K (as¨ª se le llama en la jerga internacional al problema del 2000). Todav¨ªa tienen tiempo si act¨²an sin demora.
Sin duda, la pregunta m¨¢s urgente es: ?qu¨¦ suceder¨¢ entonces cuando llegue el 2000? Resulta imposible dar una respuesta precisa, quiz¨¢ sea ¨¦sta en principio la mayor incertidumbre. La aceleraci¨®n de los cambios tra¨ªdos en las ¨²ltimas d¨¦cadas por el desarrollo tecnocient¨ªfico sobre nuestro entorno vital supera ampliamente la capacidad de comprensi¨®n y de adaptaci¨®n de la mayor¨ªa de ciudadanos. Para muchos, esa sensaci¨®n de p¨¦rdida de control del entorno personal, esa incertidumbre, se hace psicol¨®gicamente intolerable, por lo que ante el Y2K reaccionar¨¢n con miedos anticipados, a poco que se les ayude desde algunos centros de creaci¨®n de opini¨®n, como hace tiempo vienen haciendo a trav¨¦s de los medios y de Internet los profesionales de la ansiedad y los heraldos del fin del mundo.
Motivos hay para huir de sentimientos apocal¨ªpticos, e incluso es conveniente hacerlo por higiene mental. En Espa?a, eso incluye que el gran p¨²blico, al que se mantiene en la inopia informativa en lo referente a la realidad del Y2K, adopte cierto talante optimista. Sabemos (?) que aunque no est¨¦n limpios todos los sistemas, s¨ª que lo estar¨¢n razonablemente los sistemas cr¨ªticos, as¨ª llamados por soportar las funciones e infraestructuras esenciales de toda sociedad desarrollada y que se preparan planes de contingencia por si fallan. Por ¨²ltimo, no olvidemos que a estas alturas son bien conocidas las numerosas variantes y combinaciones del problema, se han dise?ado ant¨ªdotos en forma de herramientas y t¨¦cnicas y acumulado gran experiencia en su aplicaci¨®n.
El a?o 2000 ser¨¢, no obstante, pr¨®digo en fallos, dificultades y perturbaciones, ampliamente distribuidas por el mundo, que pagar¨¢n previsiblemente los sectores m¨¢s d¨¦biles. Menudear¨¢n las reclamaciones ante los tribunales de justicia.
Tal vez el Y2K nos ense?e que la tecnolog¨ªa ya no es s¨®lo un artefacto t¨¦cnico, sino un artefacto social, un asunto de todos. La intrahistoria no escrita del Y2K revela un conjunto viciado de pr¨¢cticas por parte de los t¨¦cnicos especialistas, pero tambi¨¦n conductas inapropiadas de la industria suministradora de hardware, software y servicios inform¨¢ticos, de numeros¨ªsimos empresarios y ejecutivos y de casi todos los gobernantes, pol¨ªticos y altos funcionarios, generalmente al¨¦rgicos a la tecnolog¨ªa, aunque lo disimulen, sin olvidar a las instituciones acad¨¦micas, que no han dicho esta boca es m¨ªa, por lo menos en nuestro pa¨ªs. Un caso de estudio perfecto.
La sociedad tecnol¨®gica es una sociedad compleja y, por ello, es tambi¨¦n vulnerable. Convendr¨ªa desarrollar en todos los sectores disposici¨®n intelectual y actitudes responsables para desenvolvernos en medio de la complejidad.
Fernando S¨¢ez Vacas es es catedr¨¢tico de la Escuela T¨¦cnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaci¨®n de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid.
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