Un pene de cristal de murano, un cors¨¦ de metal y los anillos de Isabel I y Kim Kardashian para contar la historia de las mujeres
La periodista Annabelle Hirsch ha recopilado en un libro 100 objetos que recorren la memoria femenina, una que ¡°no es solo una historia triste, de v¨ªctimas, sumisi¨®n o exclusi¨®n¡±
El amor por la historia puede ser a veces solo amor por el pasado, o nostalgia, o melancol¨ªa, pero otras tiene que ver, tambi¨¦n, con c¨®mo atraviesa el presente, con entenderlo. Este ¨²ltimo es el de Annabelle Hirsch por la historia de las mujeres: ¡°Creo profundamente que el pasado nos informa sobre el futuro y hace que el presente sea m¨¢s grande y rico. Saber lo que ha sido refuerza lo que es ahora, al menos as¨ª lo siento¡±. Ella, 38 a?os, creci¨® entre Francia y Alemania, es periodista cultural para el Frankfurter Allgemeine Zeitung y se niega a la versi¨®n ¡°triste¡± de la memoria: ¡°No es solo una historia triste, de v¨ªctimas, sumisi¨®n o exclusi¨®n. No lo es, creo que no lo fue y que es bastante peligroso y reduccionista verlo as¨ª¡±. Lo dice despu¨¦s de haber estado hurgando desde siglos atr¨¢s y hasta el presente para escribir Cosas de mujeres. Una historia en 100 objetos, que ha publicado Debate este oto?o.
El caj¨®n es enorme. Un anillo que esconde dos retratos y que habla de la penalizaci¨®n hist¨®rica sobre las que tienen poder ¡ªel anillo de Chequers, de Isabel I¡ª; un pene de cristal de Murano que cuenta el cacao social en torno a la sexualidad femenina a lo largo de las ¨¦pocas y la ¡°verg¨¹enza, el miedo¡± y los ¡°muchos mitos¡± en torno a ella; los guantes perfumados de Catalina de M¨¦dici con los que se rumore¨® que hab¨ªa asesinado a Juana de Albret, la reina de Navarra que iba a ser su suegra, y a trav¨¦s de los que puede explicarse el estereotipo de la mujer perversa; o una factura de Au Bon March¨¦ de mediados del XIX, el primer centro comercial de Par¨ªs, un lugar dedicado al consumo, sobre todo, de mujeres, sobre el que Hirsch escribe que, ¡°hasta entonces, la ¨²nica instituci¨®n que se hab¨ªa molestado en dirigirse (y en manipular) a las mujeres era la Iglesia¡±.
La historia de ellas, dice, ¡°es compleja, ha tenido sus altibajos, momentos donde jugaron un papel m¨¢s importante y trataron de ocupar espacio y otros donde de hecho quedaron reducidas a un papel de espectadora de la historia y de la vida¡±. Pero tiende a subrayar lo primero: ¡°Me parece muy importante decir y hacer entender que tambi¨¦n ten¨ªan un lugar y participaban. A su manera, quiz¨¢s en un espacio m¨¢s peque?o, pero de todos modos¡±. Es una cocina con lo que arranca la introducci¨®n.
Ah¨ª, Hirsch recuerda su visita hace unos a?os a la casa de Karen Blixen, la escritora a la que casi cualquiera conoce aunque sea de forma tangencial por ser la autora del libro que luego fue adaptado para uno de los t¨ªtulos m¨¢s famosos del cine, Memorias de ?frica. En esa casa en la costa danesa a la periodista no le atrajo tanto ¡°el lugar en s¨ª, ni su escritorio o los cuadros pintados por ella¡±, sino ¡°un detalle supuesta irrelevante: las numerosas ollas de cobre que hab¨ªa apiladas en un rinc¨®n de su cocina¡±. Se pregunt¨® si podr¨ªan ¡°revelar algo sobre ella, sobre su vida cotidiana, sobre su existencia como mujer, como danesa y como europea de su tiempo¡±.
Objetos ¡°contrarios¡± a los monumentos, ¡°que no pertenecen a la llamada gran historia sino a la esfera ¨ªntima. A lo silencioso, a lo ignorado. Al ¨¢mbito que durante mucho tiempo se consider¨® femenino y, por tanto, insignificante¡±. Y sin embargo era la vida, la diaria, no solo de las mujeres sino de todos aquellos que estaban cerca, de una forma u otra. Ese im¨¢n por lo aparentemente peque?o no naci¨® ah¨ª. Cuenta por mail que ley¨® las memorias de Simone de Beauvoir cuando era una adolescente: ¡°Y tuvo un gran impacto en m¨ª. Me apasionaba leer c¨®mo viv¨ªa, c¨®mo encaraba la vida, qu¨¦ dificultades encontraba, los placeres, los ¨¦xitos y los dramas. Desde entonces me encantan las biograf¨ªas, los diarios, la correspondencia porque dan una idea de la vida cotidiana¡±. Y ¡°contar la historia de las mujeres a trav¨¦s de objetos es adentrarse un poco m¨¢s¡± en esa cotidianidad.
Quiz¨¢s tambi¨¦n tuvo que ver la suya, mientras crec¨ªa, en su inter¨¦s por el feminismo. Ese vaiv¨¦n geogr¨¢fico entre la Alemania y la Francia de finales del siglo pasado ¡°tuvo impacto¡±. ¡°Incluso m¨¢s en mi curiosidad por las diferentes formas de ser mujer. Las mujeres de M¨²nich en los a?os 80 y 90 eran muy diferentes a las mujeres que ve¨ªa en Francia cuando iba a ver a mis abuelos o a mi familia en Par¨ªs. Siempre me ha fascinado, me sent¨ª m¨¢s cercana a las francesas, hoy me pregunto mucho sobre esta idea de la francesa liberada, al final me parece bastante ambivalente. Quiz¨¢s me impact¨® el hecho de que la regi¨®n de donde viene mi abuela, Breta?a, sea una regi¨®n con una cultura bastante matriarcal¡±, dice.
Una genealog¨ªa propia que importa tanto a veces como la colectiva: ¡°Es muy importante, en parte por eso escrib¨ª este libro quiz¨¢s, para reflejar el v¨ªnculo que existe entre nosotras y las mujeres del pasado, mujeres que vivieron una realidad completamente diferente, pero que muchas veces buscamos lo mismo que nosotros, la libertad, el amor, para tener un impacto (aunque sea m¨ªnimo) en el mundo. Me encant¨® sentir esa conexi¨®n mientras investigaba y escrib¨ªa este libro. Hab¨ªa una forma de di¨¢logo con el pasado¡±.
Lo hay en el objeto de la p¨¢gina 129, el grupo de figuras de porcelana La buena madre, con el que Hirsch habla de la cuesti¨®n de la lactancia; o el de la 221, el juego Round the world with Nellie Bly para contar la capacidad de movimiento geogr¨¢fico de las mujeres, la salida de sus casas, el deambular por el mundo; o el Tupperware, en la 349, como ¡°elemento emancipador muy discreto¡±; o la portada del Malleus Maleficarum [El martillo de las brujas], de la 69, que explica parte de la ¡°propagaci¨®n masiva del p¨¢nico que se apoder¨® de todos los estamentos de la sociedad¡± de la mano del autor, Heinrich Kramer, ¡°un monje dominicano alem¨¢n e inquisidor que ofrec¨ªa una versi¨®n simplificada y distorsionada de la teor¨ªa de santo Tom¨¢s de Aquino, San Agust¨ªn y otros¡±, y que ¡°salpic¨® todo el asunto con unas cuantas verdades mis¨®ginas¡±.
Despu¨¦s de buscar, investigar y escribir sobre todos esos objetos, su percepci¨®n del mundo cambi¨® ¡°un poco¡± porque se dio cuenta de algo que cree que probablemente ya sab¨ªa pero que not¨® realmente en ese momento: ¡°Cu¨¢nto en nuestra vida diaria tendemos a simplificar las cosas, a presentarlas de manera caricaturizada hasta el punto de sofocar su esencia. La forma en que se cuenta la historia de las mujeres, por ejemplo (fuera de las universidades, etc.), suele estar terriblemente simplificada¡±.
Pero lo que le dej¨® el libro fue, en cualquier caso, positivo. ¡°Creo que me ense?¨® a ver los peque?os avances (porque mi libro habla mucho de eso) y no s¨®lo los grandes, a ver tambi¨¦n que la Historia muchas veces sucede donde no lo esperamos, que hay mil maneras de tener influencia y que no es necesariamente la declaraci¨®n m¨¢s obvia, la m¨¢s llamativa, la que tendr¨¢ un mayor impacto, m¨¢s perdurable. Y sobre todo sentir una presencia femenina, una presencia que no es v¨ªctima sino combativa, orgullosa y fuerte, consciente de su contribuci¨®n al mundo en todos los niveles, ya sea social, tecnol¨®gico, filos¨®fico, art¨ªstico. Las mujeres siempre han participado y siempre han influido en el curso de las cosas¡±. De una u otra manera. Hirsch tambi¨¦n se pregunta con algunos de esos objetos qu¨¦ hubiese pasado si la forma en la que lo hicieron hubiese sido distinta.
Aunque no tiene un objeto favorito entre los 100, le gusta mucho la estatuilla de Isis que est¨¢ en el Museo Metropolitano. Con ella cuenta ¡°la influencia que tuvo la diosa Isis no s¨®lo en Egipto sino tambi¨¦n en el mundo occidental. En Roma fue adorada y venerada. Algunos dicen que en cierto momento asistimos a una especie de cara a cara entre el pensamiento cristiano, Jes¨²s y el culto a Isis. Al fin y al cabo ambas tienen muchos elementos en com¨²n, la ¨²nica diferencia es que una gira en torno a un hombre y la otra en torno a una mujer¡±. Y ah¨ª, en la p¨¢gina 39, acaba ese objeto pregunt¨¢ndose ¡°c¨®mo ser¨ªa el mundo hoy si no hubiera sido Jes¨²s sino Isis quien hubiera ganado la batalla espiritual¡±.
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