Los esnobismos de Jorge Luis Borges
Gloria merecida la de Jorge Luis Borges, cuyo centenario se conmemora universalmente. Nada hay que objetar a esta gloria. Fue un prosista genial, uno de los m¨¢s grandes de toda la literatura de la lengua, un magn¨ªfico narrador de relatos breves y un excelente poeta. Pero no pasar¨¢ a la historia por su amor a nuestra literatura, la de Espa?a. Borges, que era tambi¨¦n un gran cr¨ªtico, aguzaba su bistur¨ª cuando de los escritores espa?oles se trataba. En medio de los elogios que su obra sin duda se merece, conviene recordar esto tambi¨¦n. No por nacionalismo, sino por justicia. Para Borges, la literatura espa?ola se acartonaba y hac¨ªa r¨ªgida con el barroco. Antes salvaba el Romancero, Manrique, fray Luis de Le¨®n, san Juan de la Cruz y Cervantes. Y ve¨ªa el resto de nuestra literatura como fruto de la hip¨¦rbole o del "realismo chato". Ni Quevedo, a quien admiraba, se libraba de esa rigidez. A Graci¨¢n lo liquidaba fulminante ("Laberintos, retru¨¦canos, emblemas, helada y laboriosa nader¨ªa, fue para este jesuita la poes¨ªa, reducida por ¨¦l a estratagemas"); el romanticismo no exist¨ªa, pues su m¨¢ximo representante, B¨¦cquer, le parec¨ªa s¨®lo "una r¨¦plica d¨¦bil del primer Heine". De nuestro realismo pensaba que carec¨ªa de "la visi¨®n alucinatoria" de Dickens, Dostoievski y Zola, lo que significa la liquidaci¨®n efectiva de Gald¨®s y de Clar¨ªn. De la generaci¨®n de finales de siglo salvaba algo a Unamuno y valoraba, cosa rara en ¨¦l, a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
De la siguiente generaci¨®n, el ¨²nico escritor que exist¨ªa para ¨¦l se llamaba Rafael Cansinos-Assens, a quien elogi¨® en t¨¦rminos abrumadores, tanto en verso como en prosa, tanto que uno llega a sospechar si Cansinos no le sirvi¨® de pretexto para borrar en su nombre a casi todos los escritores espa?oles contempor¨¢neos. Los poetas del 27 no s¨®lo no existieron para Borges, sino que por uno de ellos, Federico Garc¨ªa Lorca, sent¨ªa aversi¨®n profunda. Recordaba con desagrado su estancia en Argentina en la d¨¦cada del treinta, consideraba que era "un andaluz profesional" que tuvo "la suerte de ser ejecutado" (sic) y reduc¨ªa a estricta imaginer¨ªa decorativa toda su poes¨ªa, "hecha un poco en broma". No era ¨¦sta la opini¨®n de su colega Victoria Ocampo, que promovi¨® en aquellos a?os de Sur la edici¨®n por la editorial de la revista del Romancero gitano, que alcanz¨® notable difusi¨®n en la Am¨¦rica Latina. Al final de su vida, Borges, resignado ya a ser Borges, como ¨¦l mismo dec¨ªa, le perdonaba la vida al poeta espa?ol. Pero una vez le preguntaron por un absolutamente conocido prosista castellano coet¨¢neo y fingi¨® o¨ªr su nombre por primera vez.
El magn¨ªfico escritor llevaba dentro de s¨ª un esnob, y la literatura espa?ola le serv¨ªa de palanca especialmente ¨²til para llevar a cabo sus saltos de esnobismo. El caso es que le ha hecho da?o a la cr¨ªtica literaria en Espa?a. No se puede proclamar a Manuel Machado el primer poeta de la Espa?a contempor¨¢nea y considerar a Antonio como "el hermano de Manuel". Hay gente a la que tales frases le producen mucha gracia -supongo que casi tanto como la de la ejecuci¨®n de Lorca-, pero suscitan tristeza e indignaci¨®n en realidad en los amantes de la literatura. Porque no es cierto y es, adem¨¢s, una afirmaci¨®n arbitraria, hecha en buena medida para molestar, aunque esto se dice poco porque lo pol¨ªticamente correcto es decir am¨¦n a cuanto escribi¨® Borges, escritor que, por cierto, fue tratado aqu¨ª siempre con el m¨¢ximo respeto, incluso cuando se hizo acreedor, porque se lo hizo, a la falta de respeto.
Borges elogi¨® en un poema memorable a Espa?a y la cultura espa?ola ("inseparablemente est¨¢s en nosotros, en los ¨ªntimos h¨¢bitos de la sangre"), pero nutr¨ªa un curioso resentimiento antiespa?ol, que merecer¨ªa la pena estudiar, si es que no se ha estudiado ya. No es exclusivamente suyo. Otros escritores latinoamericanos tambi¨¦n lo han profesado y no s¨¦ si lo profesan todav¨ªa. A uno le da igual el resentimiento ajeno; lo que uno pide es que no le molesten con memeces, ni lo ofendan, claro es, con atrocidades.
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