Una obsesi¨®n llamada 'vigorexia'
La b¨²squeda de un cuerpo musculado a cualquier precio empieza a ser tratada como una patolog¨ªa
"?Vigorexia? ?Pero ya le han puesto nombre?". El psiquiatra Enrique Garc¨ªa Bernardo se muestra sorprendido: definida en EE UU hace menos de dos a?os, la vigorexia o dismorfia muscular a¨²n no est¨¢ incluida en las tablas oficiales de enfermedades psiqui¨¢tricas. No es casualidad que el nombre que empieza a utilizarse en Espa?a rime con anorexia. Las dos enfermedades distorsionan la imagen que los afectados tienen sobre s¨ª mismos: los anor¨¦xicos nunca se ven lo suficientemente delgados, los vigor¨¦xicos nunca se encuentran lo suficientemente musculados. Ambas son "patolog¨ªas del narcisismo", seg¨²n Garc¨ªa Bernardo, quien atribuye su aparici¨®n "a la moda, a la venta de un estilo de vida tipo vigilante de la playa". En Espa?a no hay ning¨²n estudio sobre el n¨²mero de enfermos, asegura Nieves Gracia, presidenta del congreso sobre trastornos alimentarios celebrado este verano en Bilbao, ya que "ni tan siquiera tiene un nombre claro". El psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope fue el primero en publicar un estudio sobre esta enfermedad en la revista Psychiatric News de la Asociaci¨®n de Psiquiatr¨ªa Americana (APA). Seg¨²n sus c¨¢lculos, un mill¨®n de personas en Estados Unidos (el 10% de quienes acuden regularmente a un gimnasio) podr¨ªa estar afectado por ella. Aun suponiendo que su incidencia fuera muy inferior en Espa?a, donde la moda por los gimnasios es posterior, podr¨ªa haber m¨¢s de 50.000 enfermos sin reconocer.
Por la consulta de Garc¨ªa Bernardo no ha pasado ning¨²n "caso identificado", aunque el culto al cuerpo sea "enorme". Pero no todos los culturistas son vigor¨¦xicos. "No se trata de hacer ejercicio, sino de hacerlo bien", dice Marcos Ramos, profesor de fitness y due?o de un gimnasio en Barcelona. "El problema es la falta de informaci¨®n y la moda. La gente no sabe lo que quiere. Ven un cuerpo, y se apuntan para conseguirlo". Ramos asegura que incluso ha tenido que enfrentarse a alguno de sus clientes para que entrenaran menos e hicieran una dieta m¨¢s sana. Uno de los usuarios de su gimnasio (que prefiere dar un nombre ficticio, Luis) explica que empez¨® a entrenar hace varios meses: "No quer¨ªa estar bien, quer¨ªa estar estupendo". Luis es m¨¦dico, y asegura que, con el debido control, no se corre ning¨²n riesgo. Est¨¢ dispuesto a seguir una dieta rigurosa, a tomar f¨¢rmacos y a entrenar duro para conseguir su objetivo, pero, seg¨²n Ramos, Luis no es ning¨²n enfermo: "Cuando le diga que ha llegado a su l¨ªmite, parar¨¢".
Tan ancho como alto
En cambio, Ram¨®n (otro cliente que no quiere dar su nombre verdadero) reconoce que le cost¨® much¨ªsimo parar. Tiene 41 a?os y hace cuatro se obsesion¨® con aumentar su masa muscular. Con menos de 1,60 metros de altura consigui¨® pesar casi 70 kilogramos de puro m¨²sculo. Era casi tan ancho como alto. "Me cog¨ªa unas depresiones terror¨ªficas por haber perdido un kilo", dice. Consciente de su adicci¨®n, decidi¨® dejar de pesarse para intentar combatirla. "Ahora trato de no obsesionarme si falto un d¨ªa al gimnasio", a?ade. Es dif¨ªcil definir la barrera entre un ejercicio saludable y un ejercicio excesivo. Los vigor¨¦xicos comen de forma pantagru¨¦lica, pero s¨®lo prote¨ªnas e hidratos de carbono. Pueden llegar a ingerir m¨¢s de 4.500 calor¨ªas diarias (lo normal para una persona son 2.500), y todo ello acompa?ado por numerosos complementos vitam¨ªnicos y, lo m¨¢s peligroso, hormonas y anabolizantes. Tambi¨¦n se caracterizan por estar entrenando constantemente y por mostrarse obsesionados por el peso y la imagen. Como siempre se ven enclenques, escogen la farmacia que tiene una b¨¢scula que pesa m¨¢s. Ram¨®n cuenta que intentaba hincharse para pesar m¨¢s, aunque fuera cogiendo aire, y que, en el gimnasio, hac¨ªa los ejercicios frente al espejo que m¨¢s ensanchaba la imagen.
Seg¨²n especialistas estadounidenses, una de las formas de detectar la enfermedad es el ingreso de pacientes en urgencias con da?os musculares. Uno de los peligros es que muchos afectados contin¨²an con sus ejercicios pese a sufrir dislocaciones o lesiones, abusando de los analg¨¦sicos para combatir el dolor. Las hormonas y anabolizantes que se utilizan para ganar masa muscular pueden adem¨¢s lesionar el h¨ªgado y la pr¨®stata y son, seg¨²n publica el psiquiatra estadounidense Eric Hollander en la p¨¢gina web de la APA, el mayor peligro m¨¦dico asociado a esta enfermedad, pues pueden causar "da?os irreparables en el sistema cardiovascular".
Lo peor, con todo, son las alteraciones en el comportamiento de los enfermos: pueden llegar a abandonar sus aficiones y a renunciar a su tiempo libre e incluso a su vida sexual para pasar m¨¢s horas en el gimnasio y para gastar menos energ¨ªas. Se encierran en casa para no ser vistos en mala forma y alteran sus horarios de trabajo para poder mantener el ritmo de sus ejercicios o de las comidas.
Nadie discute que el entorno sea una de las causas de esta dolencia. Garc¨ªa Bernardo insiste en la culpa de la "cultura narcisista" occidental de este fin de siglo, en la que se vincula bienestar con ejercicio f¨ªsico y Pope la atribuye a problemas psiqui¨¢tricos, que se manifiestan as¨ª debido a la cultura y al entorno. Ram¨®n explica la presi¨®n social de forma mucho m¨¢s tajante: "No podemos negar que, en nuestra sociedad, la carne vende".
La combinaci¨®n entre causas f¨ªsicas (como la alteraci¨®n en los niveles de neurotransmisores cerebrales) y de factores sociales hacen que el tratamiento deba ser multidisciplinar. La prescripci¨®n de f¨¢rmacos como el Prozac pueden ayudar, se?ala Pope, aunque la dificultad est¨¢, como en el caso de la anorexia, en que el paciente acepte que necesita tratamiento psiqui¨¢trico.
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