Israel, sin tortura
Israel era uno de los pocos pa¨ªses que ten¨ªan m¨¦todos de tortura legalizados al amparo de la necesidad de extraer informaci¨®n a terroristas para evitar atentados. Ahora, tras el claro fallo del Tribunal Supremo, los servicios de seguridad y la polic¨ªa tendr¨¢n que poner fin a tales pr¨¢cticas, eufem¨ªsticamente calificadas de presiones f¨ªsicas moderadas. El presidente del Supremo, Aharon Barak, no ignora las dificultades que esta sentencia supone para los servicios de seguridad, pero en nombre de la dignidad humana considera que la protecci¨®n del derecho y de las libertades individuales hace a las democracias m¨¢s fuertes que sus enemigos. A veces hay que recordar lo obvio. Al menos de momento se pone fin al imposible intento de compatibilizar la defensa de los derechos humanos y la tortura en un Estado que tiene que hacer frente a graves problemas de terrorismo. La democracia es, por definici¨®n, incompatible con la tortura, hacia la que debe tener siempre un grado de tolerancia cero.
Han sido siete organizaciones de defensa de los derechos humanos las que han hecho posible esta resoluci¨®n, por unanimidad de los magistrados del Tribunal Supremo israel¨ª: el organismo que hasta ahora autorizaba en algunos casos esta tortura, y ve¨ªa los recursos de los detenidos incluso en caliente, durante los interrogatorios. Muchos pol¨ªticos, incluido el primer ministro, Ehud Barak, han criticado tal decisi¨®n del Supremo, por el da?o que a su juicio causa a la seguridad de Israel. El Parlamento tendr¨¢ ahora que elaborar un nuevo texto legal, aunque ya no podr¨¢ autorizar la tortura bajo principios de seguridad nacional ni proteger a un presunto torturador frente a una acusaci¨®n ante los tribunales. La nueva ley tendr¨¢ que respetar los compromisos nacionales e internacionales de Israel con los derechos humanos y la lucha contra la tortura.
Israel era desde 1987 parte del Convenio Internacional contra la Tortura. Pero su peculiar legislaci¨®n le hab¨ªa llevado a legalizar determinadas formas de malos tratos, tales como sacudir fuertemente a los detenidos -lo ¨²nico que el Estado se mostraba dispuesto a ilegalizar tras la muerte de al menos un palestino por esta causa-, taparles la cabeza, dejarlos sin dormir y con m¨²sica a gran volumen o tumbarlos sobre una silla baja con los brazos atados por detr¨¢s.
La sentencia del Supremo rinde un enorme favor a Israel, pues la legalizaci¨®n de la tortura restaba credibilidad a la naturaleza democr¨¢tica de ese Estado. Que en las c¨¢rceles controladas por la Autoridad Nacional Palestina se torture no puede servir de excusa para que Israel lo haga. Por el contrario, lo mejor que puede ocurrir es que cunda en Oriente Pr¨®ximo el ejemplo dado ahora por el Supremo israel¨ª. Los servicios de seguridad se han puesto a buscar nuevas v¨ªas para extraer informaci¨®n a sospechosos ante posibles atentados inminentes. Es de esperar que la ilegalizaci¨®n de la tortura sea efectiva y lleve, no s¨®lo en la ley, sino en la pr¨¢ctica, a eliminar de Israel este tipo de m¨¦todos.
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