La m¨¢quina invertida ?LVARO DELGADO-GAL
Desconozco c¨®mo acabar¨¢ el culebr¨®n de las pensiones. La pol¨ªtica avanza dibujando garabatos, y antes me dejar¨ªa cortar la mano que aventurar la suerte que aguarda a los pensionistas en el largo plazo. Ahora bien, una cosa es meterse a or¨¢culo y otra muy distinta extender el ¨ªndice hacia arriba y ver hacia d¨®nde sopla el viento. Y temo que el viento sople hacia donde no nos conviene ir. Concentr¨¦monos un instante y retrocedamos hasta el origen de toda esta historia. Hace unos meses, Chaves decidi¨® subir las pensiones no contributivas en Andaluc¨ªa y se levant¨® de resultas una pol¨¦mica considerable entre quienes afirmaban que se hab¨ªa vulnerado el Pacto de Toledo y los que sosten¨ªan lo contrario. A m¨ª, esta batalla se me ha antojado siempre artificial. Ignoro si la letra peque?a del Pacto fijaba distinciones exquisitas entre las pensiones financiadas por la Seguridad Social y las costeadas por los Presupuestos. E ignoro igualmente si la medida era o no constitucional. Pero junto a estas ignorancias, acumulaba dos certezas al alcance de cualquiera con ojos en la cara. Una: cuando los pactos se interpretan a la baja -es decir, cuando se toma pie de sus puntos d¨¦biles o confusos para adoptar posiciones que en principio no parecen compatibles con el esp¨ªritu de lo pactado-, adi¨®s pacto. O mejor, adi¨®s pospactos tambi¨¦n, porque la ruptura es contaminante y debilita los intentos ulteriores de acordar un nuevo consenso. Dos: se hab¨ªa establecido un precedente, e iba a resultar muy dif¨ªcil que la detonaci¨®n andaluza no alcanzara con su onda expansiva otros ¨¢mbitos de la vida p¨²blica; m¨¢xime cuando Chaves, presidente de una autonom¨ªa fuertemente endeudada, no estaba manejando, en el fondo, recursos propios, sino recursos generales, y, por generales, reclamables por todos los espa?oles. Se ha cumplido lo que era de temer y con mayor virulencia y velocidad de las previsibles. Pujol ha dado una patada definitiva al fr¨¢gil castillo de naipes y la cuesti¨®n ahora es saber no si se suben las pensiones, que s¨ª que se van a subir, sino c¨®mo: si a trav¨¦s del Pacto de Toledo, que todav¨ªa sigue en la UVI, o por las bravas y fulminantemente, seg¨²n exige Almunia. De paso, hemos descubierto que la iniciativa de Chaves era menos venial de lo que algunos pretend¨ªan. Que yo sepa, nadie niega ahora que ser¨ªa moralmente inaceptable premiar a quienes no han asistido con su esfuerzo al sostenimiento de la bolsa social y dejar en la estacada a millones de modestos pensionistas que s¨ª lo han hecho. Por lo tanto, la mejora tiene que ser para todas las pensiones, las no contributivas y las contributivas m¨¢s bajas. Por tanto tambi¨¦n, Chaves ha menoscabado, aunque s¨®lo sea por contig¨¹idad, el Pacto de Toledo. Existen voces que, aceptando lo que acabo de decir, persisten en su elogio a Chaves. Este sincretismo l¨®gico me desconcierta, y como me desconcierta, me deja sin palabras. As¨ª que cambio de tercio y paso al otro gran asunto. El otro gran asunto es la opini¨®n p¨²blica. Han existido, cierto, reacciones consternadas, sobre todo por el lado gubernamental. Pero se pasea uno por la radio o los diarios y tiende a tropezarse con una suerte de risue?a alegr¨ªa evang¨¦lica: como se ha recaudado m¨¢s de lo que se pensaba... habr¨¢ que repartir el sobrante. Esta euforia de fin de curso elude tres puntos fundamentales y altamente preocupantes. El primero, es que el relajo que de pronto se ha extendido por el pa¨ªs no es el efecto de una presi¨®n social abrumadora. Ni siquiera los sindicatos han estado activos hasta el momento en que no han tenido m¨¢s remedio que sumarse a la danza. Hemos presenciado m¨¢s bien un fen¨®meno de oferta pol¨ªtica pura en el que jefes locales, o jefes de partido, han decidido tirar de presupuesto por razones ajenas al inter¨¦s general. Excuso recordar que esto ser¨¢ deslegitimador para el sistema, sobre todo si la cosa sale mal. Voy al segundo punto. Es probable que el impacto de la subida de las pensiones sea tolerable. Pero esto es lo de menos. Lo de m¨¢s es que, sin comerlo ni beberlo, hemos metido ya un pie en el Lete, el r¨ªo del olvido. Hace nada se hab¨ªa reconocido por todos que el sistema de pensiones estaba en peligro. El problema era estructural, se refer¨ªa a las generaciones futuras, y no pod¨ªa depender, en consecuencia, de que cayera la moneda de cara a lo largo de uno o dos ejercicios fiscales. Ahora va a ser muy dif¨ªcil convencer a la opini¨®n de que estas reflexiones ten¨ªan fundamento. A¨²n peor: va a ser complicado impedir una emulaci¨®n en zigzag por ver qui¨¦n toca a m¨¢s. El hecho de que estemos en la Uni¨®n Europea, y que estar en la Uni¨®n exija vigilar la inflaci¨®n -que est¨¢ repuntando-, el d¨¦ficit y mil quisicosas m¨¢s parece haber retrocedido a un discreto segundo plano. Especialmente intrigante es el s¨²bito cortoplacismo del PSOE. ?Qui¨¦n cuadrar¨¢ las cuentas? El que gane las elecciones, claro. Pero ?con qu¨¦ costes? La pregunta es impertinente o queda ahogada de nuevo por los compases m¨¢s sentimentales, m¨¢s hospitalarios, de la l¨ªrica evang¨¦lica: "No os inquiet¨¦is, pues, por el ma?ana, porque el d¨ªa de ma?ana ya tendr¨¢ sus propias inquietudes; b¨¢stele a cada d¨ªa su af¨¢n". El tercer punto es, para m¨ª, el m¨¢s importante. Se puede resumir en poqu¨ªsimas palabras: estamos usando mal nuestra divisi¨®n territorial. No s¨¦ si nuestro modelo es federal, o seudofederal o justo lo contrario, pero es un modelo altamente descentralizado, y los modelos altamente descentralizados s¨®lo pueden funcionar si se cumplen dos requisitos: uno, que queden claras las competencias del centro, y complementariamente, las de las partes subordinadas a ¨¦l; y dos, que los experimentos particulares se hagan con recursos extra¨ªdos de quien ensaya el experimento. Pues bien, se han roto estas dos reglas fundamentales. Pujol -y Chaves- se han metido en territorio excusado -esto es, se han puesto a decidir sobre cuestiones de ¨ªndole intransferiblemente general-, y lo han hecho adem¨¢s disponiendo de manera impl¨ªcita de un dinero que no tienen. El efecto ha sido una igualaci¨®n por lo alto: todos han querido lo que quer¨ªan dos, y ello por razones perfectamente comprensibles. La din¨¢mica... es insoportable a largo plazo, puesto que hace pender la pol¨ªtica nacional de las impredecibles decisiones de los jefes locales. La m¨¢quina se ha puesto a funcionar del rev¨¦s, y no es veros¨ªmil que as¨ª lleguemos demasiado lejos. En ¨¦sas estamos, se?ores. En el umbral del 2000 y sin una idea clara de lo que hay al otro lado.
?lvaro Delgado-Gal es escritor, director de la revista Libros.
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