Una trayectoria marcada por la perfecci¨®n
Si una sola palabra tuviera que definir la singularmente larga carrera oper¨ªstica de Alfredo Kraus, ¨¦sta ser¨ªa "perfecci¨®n". No hay en el siglo XX un tenor tan t¨¦cnicamente perfecto como ¨¦l. Con una voz fuerte y penetrante, limpia, el¨¢stica y firme, capaz de cambiar de registro con una uniformidad admirable, consegu¨ªa sobre un escenario llevar al p¨²blico al aut¨¦ntico delirio. Hijo de un austriaco que se instal¨® en las islas Canarias al estallar la I Guerra Mundial, Alfredo Kraus naci¨® en Las Palmas de Gran Canaria el 27 de noviembre de 1927. Como sus hermanos, cant¨® desde peque?o en coros escolares y de aficionados, y a la hora de estudiar una profesi¨®n opt¨® por el peritaje mercantil, pero a los 27 a?os decidi¨® dedicarse plenamente a la m¨²sica. Se fue a Barcelona a estudiar canto, y en su periplo de perfeccionamiento pas¨® por Valencia, Madrid, donde cant¨® en una compa?¨ªa de zarzuela, y finalmente se instal¨® en Mil¨¢n, para estudiar con Mercedes Llopart. En esa ¨¦poca se present¨® al Concurso Internacional de Canto de Ginebra y, aunque s¨®lo qued¨® finalista, consigui¨® su primer contrato oper¨ªstico.
Debut¨® el 16 de enero de 1956 en la Real ?pera de El Cairo interpretando al duque de Mantua en Rigoletto, de Verdi, uno de los personajes emblem¨¢ticos de su carrera. Tambi¨¦n cant¨® el Mario Cavaradossi, de Tosca, de Puccini, personaje que no se adecuaba a sus condiciones vocales, pero el empresario italiano que le contrat¨® no le dej¨® elegir: o cantaba las dos ¨®peras o ninguna. Aquel deb¨² le proporcion¨® contratos en Venecia (La Traviata), Tur¨ªn, Madrid (Do?a Francisquita en el teatro de la Zarzuela), Barcelona (Rigoletto y Lucia di Lammermoor en el Liceo) y Sevilla (Los pescadores de perlas). Pero fue su interpretaci¨®n de La Traviata, junto a la m¨ªtica Mar¨ªa Callas, en el teatro San Carlos de Lisboa en 1958, la que le catapult¨® internacionalmente.
Karajan
Al a?o siguiente lleg¨® su deb¨² en el Covent Garden de Londes y la Scala de Mil¨¢n. Su carrera, una de las m¨¢s largas de la historia de la ¨®pera, le llev¨® durante m¨¢s de cuarenta a?os por los principales teatros l¨ªricos del mundo y a festivales tan importantes como el de Salzburgo, donde debut¨® en 1967 con Don Giovanni, bajo la direcci¨®n de Herbert von Karajan. Repiti¨® al a?o siguiente, pero ya no volvi¨® m¨¢s. "Recuerdo", explic¨® Kraus, "que en 1968, cuando Karajan se enter¨® de que al a?o siguiente no acudir¨ªa a Salzburgo, se mostr¨® aterrorizado y me pregunt¨® por qu¨¦. "Estoy de vacaciones, maestro", le dije. Y Karajan me respondi¨®: "Pero yo le puedo mandar un avi¨®n que le traer¨¢ hasta aqu¨ª", a lo que yo me negu¨¦, porque mis vacaciones son sagradas". Cuarenta a?os despu¨¦s de su deb¨², Kraus segu¨ªa manteniendo en su repertorio los mismos personajes que cantaba al principio de su carrera, y los interpretaba con la voz y sus prodigiosos agudos intactos. S¨®lo renunci¨® a uno, el de Arturo, de I puritani, de Bellini, que consideraba inhumano.
?Un fen¨®meno? Kraus aseguraba que en su larga carrera no hab¨ªa nada de extraordinario. "No hay m¨¢s secreto que el estudio, el perfeccionamiento, el trabajo, la dedicaci¨®n. Siempre tiene que ser como si se empezara, la renovaci¨®n debe ser continua", dijo en una entrevista.
Fue un perfeccionista -"me gustan las cosas bien terminadas", dec¨ªa-, se enorgullec¨ªa de ser fr¨ªo, calculador y cerebral -"la emoci¨®n es s¨®lo un momento de la inteligencia", aseguraba-, era un antidivo -"el divismo hay que demostrarlo cantando", razonaba- y en profesionalidad ganaba por muchos cuerpos a sus colegas. S¨®lo la enfermedad de su esposa, Rosa Blanca Ley Bird, que muri¨® el 5 de septiembre de 1997 a causa de un tumor cerebral, le hizo cancelar los compromisos que ten¨ªa tras un r¨¦cord de 40 a?os sin haber fallado a una cita con el p¨²blico por razones de salud.
Tras nueve meses apartado de los escenarios, regres¨® con un recital en el Auditorio Nacional de Madrid, el 7 de noviembre de 1997, y a partir de entonces restringi¨® su participaci¨®n en representaciones oper¨ªsticas en beneficio de los recitales y la ense?anza, en la que se sent¨ªa muy c¨®modo ejerciendo como catedr¨¢tico de Canto en la Escuela Reina Sof¨ªa de Madrid. Ya no soportaba pasar mucho tiempo alejado de su familia. "No tengo que demostrar ya nada. Me apetece volver a cantar y vocalmente me encuentro mejor que nunca, ahora tengo mejores graves sin haber perdido los agudos, pero ya no soporto estar muchos d¨ªas solo en un hotel", dijo en oto?o de 1998, despu¨¦s de grabar la ¨®pera Marina, su ¨²ltimo disco.
Menos popular que algunos de sus colegas espa?oles, no siempre tuvo buenas relaciones con ellos -su enfrentamiento en 1992 con Jos¨¦ Carreras a ra¨ªz de que ¨¦ste le excluyera en la lista de cantantes que participaron en la ceremonia inaugural de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona se convirti¨® en una guerra de declaraciones entre ambos-, porque no se mord¨ªa la lengua a la hora de censurar lo que ¨¦l calificaba como "un af¨¢n desmesurado de vulgarizar y adulterar la ¨®pera" con recitales multitudinarios.
Las Palmas de Gran Canaria, su ciudad natal, le dedic¨® un auditorio que lleva su nombre. La enfermedad le impidi¨® cantar una ¨®pera en el reinaugurado Teatro Real de Madrid, donde debut¨® con un recital el 21 de febrero de 1998 y donde deb¨ªa interpretar Werther, de Massenet, el pasado mes de julio. Tampoco pudo volver a pisar el reconstruido Liceo de Barcelona, donde ten¨ªa previsto un recital el pr¨®ximo 27 de noviembre.
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