La cumbre de las maravillas
El pelot¨®n subir¨¢ hoy el Angliru, un puerto virgen en la Vuelta a Espa?a, algunas de cuyas rampas no tienen comparaci¨®n con lo conocido en el ciclismo profesional
Dicen y no paran de contar. Llegan a todos los rincones del universo ciclista noticias sensacionales de una estrecha carretera en Asturias que nace del municipio de Riosa (2.600 habitantes) para subir 13 kil¨®metros hacia el cielo hasta un lugar que le han dado en llamar el Angliru, nombre que viene de un peque?o lago donde acostumbra a abrevar el ganado que sube a los pastos de verano. No es su altitud la que impresiona (1.558 metros), no es su longitud la que asusta. Son sus rampas. Alguna alcanza el 23,5%, una inclinaci¨®n salvaje que escap¨® al dise?o de los ingenieros. Porque lo que era un camino recibi¨® el asfalto hace seis a?os para aliviar el transporte del ganado: propici¨® otros usos. Y, de ellos, la posibilidad de que los ciclistas probaran sus l¨ªmites en desconocida lucha contra las fronteras de la ley de la gravedad. No se conoce en la centenaria historia del ciclismo, en Europa por m¨¢s se?as, que se haya subido en tales condiciones. Algunas de sus medidas dejan peque?o al Tourmalet (13% de pendiente m¨¢xima), liviano al Galibier (12,6%), leve al Stelvio, t¨ªmido al Mont Ventoux, menor al mism¨ªsimo Mortirolo, cuyas rampas no sobrepasan el 18%. Tal es su magnitud que ha ganado fama y reconocimiento aun antes de ser medido por los ciclistas. Es, o as¨ª lo parece, la cumbre de las maravillas. A tanto llega el asunto que se habla de un mito, de un santuario, de un s¨ªmbolo para la Vuelta a Espa?a. No hay im¨¢genes para el recuerdo, no guarda leyenda en sus carnes, no ha vivido la ¨¦pica, parec¨ªa estar all¨ª esperando el transcurrir de los a?os. Y ya es un fen¨®meno imparable, rodeado de la mercadotecnia fin de siglo (tiene ya hasta un libro, de Jos¨¦ Enrique Cima, ex ciclista y ahora periodista en La Nueva Espa?a), un aluvi¨®n de mensajes en clave alarmista que atemoriza a los ciclistas: "Aqu¨ª se entra en el infierno", reza un texto impreso en el asfalto.
Si la fama es exagerada, si la imaginaci¨®n ha sido muy calenturienta, quiz¨¢s el Angliru merezca una cura de humildad. Pero si el espect¨¢culo responde, habr¨¢ que consignarlo en los libros y darle reconocimiento: la primera p¨¢gina ser¨¢ para el ganador de 1999. Y de la Vuelta se medir¨¢ su dureza, en a?os venideros, por incluir o no el Angliru.
Por el momento, el fen¨®meno es un hecho. Desde que se tuvo noticia de su existencia para el ciclismo, despert¨® un caudal de informaci¨®n como no ha habido igual en otra monta?a. Del boca a boca a la letra impresa, de ah¨ª a las ondas, a la imagen, a la peregrinaci¨®n de toda suerte de ciudadanos ansiosos por anticiparse al gran d¨ªa. El municipio de Riosa ha conocido desde entonces una romer¨ªa interminable, cuyo colof¨®n ser¨¢ la tarde de hoy cuando miles, dicen que cientos de miles, de ciudadanos pueblen las laderas de la monta?a para ver a los ciclistas. ?Qu¨¦ es lo que buscan? ?el no va a m¨¢s? ?el esfuerzo al l¨ªmite de lo conocido hasta ahora? ?el sufrimiento m¨¢ximo?
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?quiz¨¢s la humillaci¨®n del profesional, la derrota del ciclista con la monta?a?. Sean soci¨®logos (o psic¨®logos) quienes se interesen por este aspecto del fen¨®meno (?no hab¨ªamos quedado que el p¨²blico no es quien demanda m¨¢s esfuerzo al deportista?). Lo cierto es que el puerto est¨¢ ah¨ª, ha reservado d¨ªa y hora, quiere vivir su gran d¨ªa.
Desde que el diario As invit¨® a Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez a probar fortuna en el oto?o pasado, justo el mismo d¨ªa que un alto directivo de Unipublic visitaba la monta?a para evaluar su candidatura para la Vuelta a Espa?a, el desfile no ha cesado: corredores en activo, viejas glorias, escritores (Javier Garc¨ªa S¨¢nchez, en d¨ªa de niebla), un periodista, el colega Sergi L¨®pez Egea, de El Peri¨®dico de Catalunya ("nunca imagin¨¦ nada semejante") y hasta pol¨ªticos, como fue el caso, con la discreci¨®n debida, del lehendakari Juan Jos¨¦ Ibarretxe, acompa?ado de escoltas en bicicleta. Emitieron su veredicto Perico Delgado, lo hizo Escart¨ªn, hasta Bahamontes y Julio Jim¨¦nez certificaron sus dimensiones. La dureza se midi¨® en adjetivos superlativos: "horrososo" (Jim¨¦nez), "el m¨¢s duro", "el m¨¢s infame". "Nunca se hab¨ªa visto nada igual, algunos pondr¨¢n pie a tierra", advirti¨® Pedro Delgado, a lo que contest¨® el sprinter Marcel Wust, ganador ya ayer de su cuarta etapa: "usar¨¦ un triple plato, y si pongo pie a tierra, merezco retirarme de la bicicleta". De ah¨ª, las c¨¢balas, los consejos, las precauciones que se deban tomar, el margen de maniobra que permite, la alarma, el miedo.
Secuencia infernal
La ascensi¨®n al Angliru tiene una secuencia infernal. Viene precedido del alto del Cordal, una breve pared de 5.5 kil¨®metros con una pendiente media del 9 %. Tras el descenso, aparece el puerto: 13 kil¨®metros por delante, cada cual m¨¢s terrible: el aperitivo son los primeros seis, a una pendiente del 11,7%, que da paso a un breve descanso, previo al verdadero infierno: para empezar una rampa del 22% que supera lo imaginable, de ah¨ª al 15%, luego al 20%, 300 metros al 23,5% (rampa conocida como Cue?a les Cabres) y un final sobre el 21,5%. Ning¨²n otro puerto conocido tiene estas medidas, presenta esta dureza. Nadie est¨¢ seguro de lo que pueda suceder en esas rampas, del castigo que significar¨¢ para unos corredores que acometer¨¢n esta subida con 160 kil¨®metros a sus espaldas, de las sorpresas que puede desencadenar. Su leyenda tiene la ventaja del misterio, del camino hacia lo desconocido. En Asturias, como en algunos lugares de Espa?a, a¨²n quedan. Dicen algunos especialistas que puede ser tanto el miedo que los corredores se abstengan de la batalla, otros argumentan que, son tan duras sus rampas, que impidan toda estrategia porque los ciclistas se limiten a sobrevivir y no tengan reservas para atacar. Habr¨¢ grandes diferencias, anuncian unos. Las habr¨¢ no tan grandes, contestan otros. Se hablar¨¢ de un antes y un despu¨¦s. Hablan, hablan y no paran de contar. Es el Angliru, a lo que parece la cumbre de las maravillas.
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