Joseba y McManaman
Con un estricto respeto por la tradici¨®n, Athletic y Real Madrid libraron un duelo ardoroso, m¨¢s apreciable por el vigor general que por el academicismo. Todos corrieron y todos batallaron. No se borr¨® nadie, pero en general pocos elevaron el list¨®n del juego. Si acaso Joseba Etxeberria y McManaman. Los dos interpretaron su mejor papel. De Joseba Etxeberria hay que decir que es un futbolista interesant¨ªsimo. Joven a¨²n, 22 a?os, act¨²a con una madurez enorme. Como un profesional. Resulta dif¨ªcil distraerle de los partidos. Los vive como juega: con una intensidad punzante. Convertido en extremo, es la versi¨®n m¨¢s aproximada a Figo. R¨¢pido y valiente, su insistencia origina problemas sin cuento a los defensas. Saben que se van a encontrar con un delantero vertical que ganar¨¢ o perder¨¢ sus duelos particulares con los laterales, pero que no se arrugar¨¢ jam¨¢s. Durante una hora, Etxeberria fue una tortura para los defensas madridistas, y muy especialmente para M¨ªchel Salgado, que ense?¨® demasiado el cart¨®n como marcador. Etxeberria le busc¨® todas sus deficiencias y le mand¨® a la ducha muy pronto. Sin una est¨¦tica refinada de extremo, el delantero del Athletic gana prestigio cada temporada.En el otro lado, McManaman fue el mejor junto a Julio C¨¦sar. El ingl¨¦s respondi¨® en San Mam¨¦s a su fama de jugador intuitivo, con un sentido bastante panor¨¢mico de lo que ocurre cerca del ¨¢rea. Lo que le distingue es su capacidad de asociaci¨®n, probablemente reforzada durante sus largos a?os en el Liverpool, uno de los equipos que mejor ha entendido eso de la colectividad. McManaman pas¨® inadvertido durante el verano y se lleg¨® a pensar de ¨¦l que se trataba del t¨ªpico futbolista brit¨¢nico que no podr¨ªa coger la onda al f¨²tbol continental. No es as¨ª. A McManaman le conviene sentirse importante, ganarse la confianza de los compa?eros y del entrenador, y expresarse de la forma que mejor sabe: barriendo todo el frente de la delantera, sin ajustarse demasiado a las ordenanzas t¨¢cticas que le recluyen en una banda. Hay jugadores a quienes no les importa vivir en una jaula. Casi lo desean. MacManaman no pertenece a esa raza. Necesita espacios para respirar, sitio para moverse, jugadores para conectar. Entonces se vuelve imaginativo e impredecible. Se transforma en un futbolista de primer orden. Con un defecto de casi imposible soluci¨®n: le pega mal al bal¨®n, cosa que le limita frente al gol. No en San Mam¨¦s, donde su tanto fue un prodigio de aventura en la jugada y precisi¨®n en el remate.
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