Tenor
Cuando Dios, la Naturaleza o la Evoluci¨®n (tres modos de nombrar nuestra ignorancia) crearon a los humanos, no hubieron de esforzarse demasiado porque el animal ya estaba en muy buenas condiciones e incluso caminaba sobre dos patas. S¨®lo le faltaba hablar, de manera que a?adieron la voz y al instante los humanos habitaron la tierra cada vez m¨¢s lejos de los bichos.Pero lo que ni Dios, ni la Naturaleza, ni la Evoluci¨®n pudieron prever es que la voz iba a ser algo m¨¢s que un mecanismo ¨²til para la conservaci¨®n de la especie. Aunque las opiniones est¨¢n divididas, muchos expertos creen que los primeros balbuceos humanos fueron desde el principio algo m¨¢s que palabras. Los primeros hom¨ªnidos se parec¨ªan m¨¢s al Orfe¨®n Donostiarra que a un consejo de administraci¨®n. Antes de hablar, los humanos cantaron.
El canto, esa incomprensible necesidad, no puede explicarse como utilidad. Si nos atenemos a la pura conservaci¨®n de la especie, el canto no sirve para nada, del mismo modo que un bisonte refinadamente pintado en una cueva de Altamira jam¨¢s llen¨® el est¨®mago de los cavern¨ªcolas. El canto es el lado in¨²til de la voz, y por eso es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Cuando un alba?il cantaba en el andamio, o una lavandera en el r¨ªo, se obsequiaba a s¨ª mismo y a la parroquia. Algunas voces llegan a ser regalos universales y atraviesan las divisorias de lengua y naci¨®n. No dicen nada, o dicen tonter¨ªas como "la donna ¨¦ m¨°bile", porque lo universal no est¨¢ en las palabras, sino en el canto, ese regalo que nos hacemos porque nos da la gana.
No todo es subsistencia, fatalidad, econom¨ªa, comunicaci¨®n y muerte. El canto es un desaf¨ªo al horror de nuestra condici¨®n mortal, es una defensa contra la considerable verdad de que nacemos ya condenados. Y por eso el canto y el bisonte de Altamira son la ¨²nica demostraci¨®n verdadera de que los humanos se rebelan desde su origen contra las leyes divinas, naturales o evolutivas que los condenan sin juicio. Los hom¨ªnidos rebeldes y libres cantan. Como rebeld¨ªa parece poca cosa, pero lleva dando guerra desde hace un mill¨®n de a?os.
Alfredo Kraus fue uno de esos milagros, su canto era m¨¢s fuerte que el ruido. Y el ruido es la muerte.
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