El 'Yeltsingate'
El esc¨¢ndalo del blanqueo de dinero negro ruso en los bancos norteamericanos deber¨ªa llamarse Yeltsingate m¨¢s que Rusiagate. El principal protagonista de este enorme asunto no es un conocido mafioso, Semione Moguilevski, que vive tranquilamente en Mosc¨², sino, aunque parezca imposible, P¨¢vel Borod¨ªn, brazo derecho del presidente ruso e inamovible tesorero del Kremlin, apodado El Bolsillo de Bor¨ªs Yeltsin. Rusia es, probablemente, el ¨²nico pa¨ªs del mundo donde el imponente patrimonio inmobiliario del Estado, que se calcula que vale 2.500 millones de d¨®lares, sin contar sus bienes en el extranjero, est¨¢ gestionado exclusivamente por la Administraci¨®n del presidente, es decir, por P¨¢vel Borod¨ªn. Desde hace un a?o, este ¨²ltimo se encuentra en el punto de mira de la justicia de Suiza por haber abierto cuentas en los bancos de ese pa¨ªs no s¨®lo a su nombre, sino tambi¨¦n al de su mujer, su hija, su yerno e incluso sus hijos menores. Su nombre est¨¢ ligado, adem¨¢s, a otra empresa de construcci¨®n de Lugano, Mabetex, que se ha hecho millonaria en poco tiempo sirviendo de tapadera para el dinero sospechoso exportado de Rusia. Este aspecto del Yeltsingate ha salido a la luz gracias a una serie de art¨ªculos, muy documentados, del Corriere della Sera. Estas revelaciones, confirmadas por los parqu¨¦s suizo y ruso, han incitado a Janet Reno, ministra de Justicia de Estados Unidos, y a Louis Freeh, director del FBI, a acudir a toda prisa a Berna el 10 de septiembre.Para comprender el origen de todos estos fraudes hay que ver la pel¨ªcula de Alexandre Govoruk¨ªn La gran revoluci¨®n criminal, que se estren¨® hace siete a?os y apareci¨® tambi¨¦n en forma de libro. El cineasta ruso no comunista muestra c¨®mo el crimen organizado, con el apoyo del nuevo poder "dem¨®crata", ha puesto a raya a la ciudad natal de Bor¨ªs Yeltsin, Ekaterimburgo. Expone igualmente las consecuencias de la privatizaci¨®n del petr¨®leo, principal riqueza del pa¨ªs, confiscada por las nuevas compa?¨ªas petroleras que colocan sus d¨®lares en los diferentes para¨ªsos fiscales de Occidente. En estos tiempos, despu¨¦s de que estallara el esc¨¢ndalo con la Banca de Nueva York, los veteranos de la prensa anglosajona en Mosc¨², John Lloyd, del Finantial Times, y Robert Kaiser, del Washington Post, retoman, sin citarle, los hechos revelados hace tiempo por Alexandre Govoruk¨ªn. Han necesitado tiempo para comprender que la pol¨ªtica de "reformas" de Bor¨ªs Yeltsin hab¨ªa conducido a la criminalizaci¨®n de la ¨¦lite y de la sociedad rusas. E incluso The Economist, de Londres, que se ha distinguido por la defensa y la justificaci¨®n de estas "reformas", califica ahora el sistema de Yelsin como "la mayor cleptocracia del mundo". Pero el que se lleva la palma es Michael Camdessus, director general del FMI, que declara a Lib¨¦ration: "Nosotros no hemos visto que el desmantelamiento del aparato comunista era el desmantelamiento del Estado. Hemos contribuido a crear un desierto institucional". El antiguo canciller alem¨¢n, Helmut Schmidt, explica la ceguera del FMI por el hecho de que sus expertos no conoc¨ªan la m¨²sica de Tchaikovski y no hab¨ªan le¨ªdo a Dostoievski. S¨®lo conoc¨ªan la teor¨ªa econ¨®mica. ?Se ajustaba entonces a su teor¨ªa la construcci¨®n del sistema bancario parasitario privado, subvencionado por el banco central ruso? Este sistema serv¨ªa para organizar la huida de capitales rusos cuyo total superaba diez veces la suma de los cr¨¦ditos del FMI, tan discutidos hoy d¨ªa. Y lo que es m¨¢s, los "te¨®ricos" llegados de Washington exig¨ªan a este pa¨ªs exang¨¹e que redujera sus gastos sociales aun a riesgo de dejar a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n en la miseria. No es, por tanto, la cultura musical y literaria de Michel Camdessus y de sus expertos lo que est¨¢ en tela de juicio, sino sencillamente, su teor¨ªa ultraliberal y antiestatal.
Sea como fuere, "el desierto institucional" ruso ha atra¨ªdo a una nube de especuladores occidentales, supuestamente para conquistar el nuevo mercado, y a toda una cohorte de consejeros, sobre todo norteamericanos, para iniciar a los ne¨®fitos rusos en el arte del capitalismo, incluidos "sus trucos y sus trampas", como ha escrito la revista Time. Los estafadores rusos han sido muy buenos alumnos, pero seguramente que la ayuda de profesores de la escuela de Chicago les ha sido de gran valor para aprender a mover los capitales por todo el mundo defraudando al fisco, a crear sociedades tapadera en Occidente para sus exportaciones, y otros muchos "trucos". Bor¨ªs Berezovski, el m¨¢s mal¨¦fico de los oligarcas, seg¨²n George Soros, no ha inventado nada para hacerse millonario: sencillamente, ha aplicado las recetas que ya se hab¨ªan probado en otro sitio. Junto a los tiburones occidentales conquistadores del mercado, el desierto ha atra¨ªdo tambi¨¦n morralla, j¨®venes aventureros que han venido a recoger las migajas. Felipe Turover, espa?ol e israel¨ª de origen ruso, era uno de ellos. Se encargaba de cobrar las deudas de los morosos rusos por cuenta de bancos extranjeros y de otras empresas proponiendo arreglos amistosos. Evidentemente, se llevaba un porcentaje nada desde?able y, habiendo exagerado probablemente en algunos casos, acab¨® por provocar las iras de uno de los mandamases de Mabetex, el suizo Franco Fenini. Al querer este ¨²ltimo que cantara, Felipe Turover encontr¨® una salida ins¨®lita: fue a presentar una queja ante Carla del Ponte, fiscal general de la Confederaci¨®n, prometi¨¦ndole contarlo todo sobre Mabetex. No pod¨ªa haber encontrado un fiscal m¨¢s receptivo. Carla del Ponte, desde 1997, cre¨ªa que m¨¢s de 300 sociedades suizas estaban controladas por la mafia rusa, que hac¨ªa circular unos 27.000 millones de d¨®lares al a?o en el sistema bancario suizo. Pero le costaba coger a estos aventureros llegados del Este. A veces basta un guijarro para desencadenar una avalancha. El testimonio de Felipe Turover tuvo ese efecto.
El kosovar naturalizado suizo Baget Pacolli, antes de lanzarse al desierto ruso ten¨ªa una peque?a empresa, Mabetex, con un capital de 100.000 francos suizos. El 22 de enero de 1999, cuando Carla del Ponte fue a registrar la empresa de Pacolli, ¨¦sta contaba ya con 6.000 empleados, y su cifra de negocios superaba los mil millones de d¨®lares. Semejante salto cualitativo no se pod¨ªa realizar s¨®lo gracias a jugosos contratos de renovaci¨®n del Kremlin y a la compra de un sill¨®n para Yeltsin en Mil¨¢n por medio mill¨®n de d¨®lares; ten¨ªa que haber algo m¨¢s, y Carla del Ponte crey¨® descubrirlo hojeando los documentos de Mabetex. No esperaba encontrar los n¨²meros de las tarjetas de cr¨¦dito de Bor¨ªs Yeltsin y de sus dos hijas, Elena y Tatiana, que les ofreci¨® generosamente Pacolli para sus compras con ocasi¨®n de un viaje a Hungr¨ªa, ni los nombres y los extractos de cuentas de P¨¢vel Borod¨ªn y de una pl¨¦yade de altos funcionarios del Kremlin. La historia de las tarjetas de cr¨¦dito es pura an¨¦cdota: s¨®lo prueba que Bor¨ªs Yeltsin y los suyos se comportaban como provincianos sovi¨¦ticos, y no como la primera familia de un gran Estado que no acepta este tipo de regalos. En cambio, los otros documentos plantean un problema de tipo penal.
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Viene de la p¨¢gina anterior
Carla del Ponte, tras tener experiencias muy negativas con el antiguo fiscal ruso liuchtchenko, que nunca proporcionaba informaciones sobre los sospechosos de su pa¨ªs, sonde¨® ampliamente a su sucesor, Yuri Skuratov, y una vez que se convenci¨® de su seriedad y de que no pertenec¨ªa a la mafia, le confi¨® el bot¨ªn obtenido en Mabetex.
A partir de ah¨ª se abre un incre¨ªble cap¨ªtulo sobre los procedimientos ilegales del presidente ruso para desembarazarse de su inc¨®modo fiscal. No condujeron a nada. Skuratov, aunque temporalmente suspendido de sus funciones, est¨¢ en plena forma: los periodistas hacen cola ante su casa y ¨¦l confirma d¨ªa a d¨ªa la veracidad de las revelaciones que publica el Corriere della Sera. ?l apela al secreto de sumario y no divulga nada, pero cuando se le pregunta: "?Conoce la historia de las tarjetas de cr¨¦dito de Bor¨ªs Yeltsin y de sus hijas?", responde con un lac¨®nico "s¨ª". Y lo que es m¨¢s, su atrevimiento ha dado valor a los otros fiscales: por eso, Gueorgui Tchuglazov, al que se ha querido suspender a su vez, se ha apresurado a declarar: "El 98% de lo que publica el diario italiano corresponde a la verdad". Parad¨®jicamente, con este acto de insubordinaci¨®n, Tchuglazov salv¨® su puesto: sus superiores decidieron no quitarle su informe sobre Mabetex e incluso le concedieron un ascenso. Por tanto, el zar Bor¨ªs ya no da miedo.
Requerido por la oposici¨®n para que explicara a su pa¨ªs lo que hay de cierto en las revelaciones que llueven de Nueva York y de Berna v¨ªa Mil¨¢n, y persiguiera posteriormente a los calumniadores, no hizo ni lo uno ni lo otro. Nikolai Patruchev, nuevo jefe del FSB (ex KGB), recibi¨® la orden de enviar a Estados Unidos a sus expertos para ayudar en la investigaci¨®n sobre el dinero ruso en el Banco de Nueva York. ?sta no ha hecho m¨¢s que empezar, y pone en tela de juicio a los oligarcas protegidos por el Kremlin y no a la mafia propiamente dicha. La prensa de Bor¨ªs Berezovski insiste cada vez m¨¢s en que se trata de un complot republicano contra el candidato dem¨®crata Al Gore, y en que Rusia es v¨ªctima de las malas costumbres electorales norteamericanas. No se puede decir lo mismo de Suiza, donde no hay elecciones a la vista y donde el parqu¨¦ no funda sus sospechas en suputaciones: dispone de importantes informes sobre Mabetex, as¨ª como sobre Andava y Forus, dos sociedades constituidas ilegalmente por Bor¨ªs Berezovski para sanear los ingresos de Aeroflot. El s¨¢bado 4 de setiembre, Yeltsin, al verse entre la espada y la pared, envi¨® a su fiel P¨¢vel Borod¨ªn a hacer una aclaraci¨®n destinada a calmar el juego. El resultado fue exactamente lo contrario de lo que se esperaba. El corpulento tesorero del presidente lo neg¨® todo en bloque, no hay cuentas en Suiza y casi no conoce al jefe de Mabetex, Baget Pacolli... No sab¨ªa que ese mismo d¨ªa el Corriere della Sera hab¨ªa publicado el facs¨ªmil de una cuenta abierta en la Banca del Gottardo, bajo el c¨®digo Dean, con tres firmas autorizadas: las de Borod¨ªn, su hija Ekaterina y Baget Paccoli. La fotocopia del pasaporte de Borod¨ªn verifica la existencia de esa cuenta abierta el 28 de marzo de 1995 y alimentada regularmente con sumas que van de los 300.000 al medio mill¨®n de d¨®lares. Este dinero no permanec¨ªa parado mucho tiempo y se giraba a otros bancos, m¨¢s prestigiosos, como el UBS en Ginebra, el Deutsche Bank ?e incluso el Banco de Nueva York! Ciertamente, no era la ¨²nica red para la circulaci¨®n de capitales rusos robados. El parqu¨¦ suizo bloque¨® 59 cuentas que parec¨ªan pertenecer a otros potentados surgidos en el desierto postsovi¨¦tico, pero la de Borod¨ªn-Pacolli es la m¨¢s f¨¢cil de descifrar. Al final de su rueda de prensa, P¨¢vel Borod¨ªn prometi¨® que no perseguir¨¢ a nadie por difamaci¨®n: era su forma de reconocer que est¨¢, con su presidente, en un sucio apuro.
K. S. Karol es periodista franc¨¦s especializado en cuestiones del Este.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.