Deleznable pel¨ªcula alemana de brillante factura y turbio fondo sobre el bestial nazi Mengele
Con apariencia de combatir el resurgir del nazismo, 'Persiguiendo la verdad' es un filme criptonazi
No caben ambig¨¹edades de concepto ni equilibrios seudojur¨ªdicos cuando se representa el abismo de Auschwitz, el pozo negro sin fondo del siglo XX. Pero Persiguiendo la verdad, dirigida por el alem¨¢n Suso Richter, urde la trama de que el bestial m¨¦dico de aquel campo de exterminio, Josef Mengele, es ahora hallado vivo, juzgado y condenado en su pa¨ªs. El resultado (es un decir) est¨¦tico de esta brillante y aparatosa jugarreta comercial es deleznable y, sin propon¨¦rselo o proponi¨¦ndose lo contrario, criptonazi. Contrast¨® con este habilidoso y turbio filme una peque?a y magistral comedia china.
Josef Mengele era llamado en Auschwitz El ?ngel de la Muerte. Fue el hombre que, por su cargo de jefe m¨¦dico, vigilaba la salud de los millones de jud¨ªos y gitanos que se tragaron vivos las duchas de gas zyklon y los hornos crematorios ordenados construir por Heinrich Himmler y Adolf Eichmann. Era joven, guapo, de car¨¢cter afable, y cuentan que de una contagiosa alegr¨ªa que se traduc¨ªa en las c¨¦lebres risotadas que adornaban la contemplaci¨®n de sus experimentos cient¨ªficos. Le hac¨ªa gracia, le serv¨ªa de aperitivo ordenar quemar vivos a ni?os con objeto de deducir la capacidad de resistencia natural del animal humano al dolor; introducir en la vagina de las reclusas consoladores de hierro al rojo vivo con objeto de estudiar los itinerarios nerviosos de las sensaciones sexuales; inyectar petr¨®leo en las arterias de los varones con objeto de averiguar el mecanismo din¨¢mico de las trombosis.Todo un ¨¢ngel. Orden¨®, supervis¨® o realiz¨® personalmente miles de milagros de esta especie, no hace falta decir que sin anestesia. Con el recuento de sus audacias cl¨ªnicas llen¨® enormes estanter¨ªas y, antes de huir de su mortal laboratorio, no tuvo tiempo de quemar todas, por lo que se conservan abundantes ejemplares espeluznantes. Se refugi¨® en Brasil y all¨ª muri¨®. Hace 20 a?os, su siniestra figura entr¨® en el cine representada por Gregory Peck en Los ni?os de Brasil y ahora vuelve a la pantalla en esta concienzuda Persiguiendo la verdad, donde se acude al invento argumental de que sigue vivo, escondido en Argentina, y se deja descubrir para que lo lleven a Alemania y lo juzguen no para expiar su horror, del que sigue estando orgulloso, sino para morir apaciblemente en una de las confortables c¨¢rceles de su pa¨ªs y no pasando m¨¢s fatigas en la Patagonia. La pel¨ªcula -ante tal enormidad hay que definirse ¨ªntimamente y este cronista lo ha hecho- es una deleznable patra?a que acaba defendiendo lo que dice atacar. El inquietante espantap¨¢jaros llamado Mengele compuesto por el notable actor G?tz George no es un ser humano y nada tiene que ver con aquella jovial y guapa Bestia. Ante la presencia real de ¨¦sta, uno se aterrar¨ªa al comprobar que es un tipo divertido, un simp¨¢tico cong¨¦nere con el que uno se ir¨ªa de buen grado a tomar copas como con otro cualquier vecino.
Irreconocible
Pero ante el abominable -en sentido literal, extrahumano- b¨ªpedo, mezcla sagazmente calculada de Caligari, Mabuse y Nosferatu -los tres fetiches de apariencia humana, pero salvajemente ajenos al hombre, creados por el cine de terror alem¨¢n cl¨¢sico-, no hay identificaci¨®n posible y, cuando al final el fantoche llamado Mengele en la pel¨ªcula de Suso Richter mira a la c¨¢mara y, para exculparse, invita al espectador a que vea en ¨¦l los rasgos que le recuerdan a s¨ª mismo, ya que ¨¦l es tambi¨¦n un ser humano, como usted o como yo v¨ªctimas del tiempo que les toca vivir, uno responde airado: "No". El Mengele que nos concierne s¨ª era eso y nos reconocemos en ¨¦l, pero el de la pel¨ªcula no lo es, y como cong¨¦nere resulta irreconocible. Es una fantas¨ªa f¨ªlmica con la que es imposible identificarse. Y el filme autodestruye as¨ª la idea que pretende dar a entendernos que combate. Quiere decir que todos podemos llevar dentro, en determinadas circunstancias, algo de aquel Mengele. Es rigurosamente cierto. Pero del Mengele que vimos en la pantalla del Kursaal anoche, no.
Fingiendo ser antinazi, Persiguiendo la verdad (que debiera titularse Persiguiendo la mentira) es una pel¨ªcula criptonazi. Seguramente de manera involuntaria, pero criptonazi. Porque no hay manera de encerrar en cors¨¦s de g¨¦nero el inabarcable espanto de la Soah, del Holocausto. El filme es un abusivo trenzado de patrones gen¨¦ricos: thriller, melodrama, drama procesal y pel¨ªcula de terror, llena de zonas de suspense, de trepidaci¨®n policiaca, de juegos al enigma por el enigma, de m¨²sicas asustantes, de encuadres enf¨¢ticos, de enga?os ¨®pticos, de camuflajes de guardarrop¨ªa y de cosm¨¦tica de dram¨®n. Est¨¢ hecha, y muy bien, para ganar dinero, escandalizar y dejar boquiabiertos a los espectadores cr¨¦dulos o desprevenidos. Su degradaci¨®n de la ficci¨®n en fingimiento est¨¢ destinada a crear emoci¨®n, y la crear¨¢, pero a costa de taponar con ella el conocimiento, la inteligencia.
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