El p¨¢jaro
JOS? MANUEL ALONSO Hitchcock fue un genio del suspense. Del suspense y del enga?o; mejor a¨²n, del alto secreto, m¨®vil de sus personajes, de su juego entramado, de buenos contra malos, sabiendo el espectador o sin llegar a saber cu¨¢l era el enigma bien reservado y conservado hasta el final de la cinta. Era el suyo un espectador siempre pendiente de la amenaza: esto va a explotar, est¨¦ atento. "Sue?o durante el d¨ªa. Estoy lleno de temores y hago todo cuanto puedo para evitarme dificultades y todo tipo de complicaciones. Me agrada que todo cuanto me rodea sea tan claro como el cristal y est¨¦ completamente en calma". Si es as¨ª, si este p¨¢jaro no nos enga?aba al decir eso, cosa que dudo, la realidad de Hitchcock no era otra que hacer de antagonista c¨®mplice del espectador, del que consegu¨ªa que se revolviera en la butaca entre dificultades y complicaciones expuestas en el film para que al final de la pel¨ªcula se llevara el secreto a la realidad y lo expusiera (si era capaz de exponerlo) a la persona que ten¨ªa al lado. Hitchcock consegu¨ªa que todos esos espectadores hablaran de sus pel¨ªculas e hicieran publicidad boca a oreja, raz¨®n del ¨¦xito comercial que buscaba. "Yo dise?o mis pel¨ªculas de la misma manera que lo hac¨ªa Shakespeare con sus obras de teatro, para una audiencia, para que guste a la gente". Hac¨ªa pel¨ªculas populares, de las que se hable y ganen dinero. Y al mismo tiempo pel¨ªculas con pretensiones intelectuales, trucos t¨¦cnicos, innovaciones que a los cr¨ªticos les gusta comentar. Este p¨¢jaro del cine est¨¢ ahora en San Sebasti¨¢n, recibiendo el homenaje que el festival le ofrece en su centenario. Est¨¢n algunas de sus pel¨ªculas y una de sus bellas y rubias interpretes, Tippi Hedren, la de Los p¨¢jaros y Marnie, la ladrona, esa modelo de la que se enamor¨® Alfred transform¨¢ndola en un personaje mientras ¨¦l mismo se destru¨ªa, porque este p¨¢jaro adquiri¨® siempre una posici¨®n dolorosa: perder cada noche el dominio que ten¨ªa cada d¨ªa sobre una mujer bonita, y aceptar que nunca llegar¨ªa a poseer a ninguna de ellas. Vamos, como le ocurr¨ªa a su espectador tambi¨¦n enamorado.
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