Jon Juaristi
Una de las muchas consecuencias de El bucle melanc¨®lico es que secuestr¨® de la poes¨ªa a Jon Juaristi para casi encerrarle en la ingrata tarea de explicar precisamente los perfiles del bucle. Resulta innegable que incluso los t¨ªtulos de sus obras reviven el esp¨ªritu po¨¦tico que le circunda interiormente. Jon Juaristi (Bilbao, 1951) tom¨® prestada de Freud y de Javier Viar (que la utiliz¨® en un art¨ªculo publicado en EL PA?S en 1989) la definici¨®n fieramente po¨¦tica que titula su pen¨²ltimo libro. El bucle melanc¨®lico bien pudo haber sido un libro po¨¦tico. El ¨²ltimo, Sacra N¨¦mesis, no le anda a la zaga, m¨¢s propio acaso de la poes¨ªa cl¨¢sica. Ciertamente no puede culparse en exclusiva a la vor¨¢gine del bucle de su secuestro po¨¦tico. La poes¨ªa puede ser un arma cargada de futuro, pero jam¨¢s dispondr¨¢ de presente. Cuando se ha le¨ªdo la poes¨ªa de Jon Juaristi y, lo que no es menos importante, se le ha o¨ªdo en su propia voz en las tertulias de sobremesa, se puede entender que el ¨¦xito de El bucle... no sea ¨²nicamente fruto de la lucidez intelectual sino, tambi¨¦n, de la impronta literaria. Se podr¨¢ discutir si existe un an¨¢lisis mejor sobre el asunto vasco (?c¨®mo llamarlo si no?), pero dif¨ªcilmente habr¨¢ uno mejor escrito. El bucle vasco, sin embargo, ha engrandecido al polemista que todo intelectual sosegado debe cultivar. La televisi¨®n ha hecho lo indecible por ahogar la intensidad del polemista. Los ha creado de oficio y beneficio, matando el esp¨ªritu de la pol¨¦mica, concebida ahora como pura expresi¨®n del vocer¨ªo. Una intenci¨®n tan deliberada como la que anima confundir anarqu¨ªa y caos o sexo con matrimonio. Jon Juaristi tiene la discusi¨®n metida en el cuerpo, la duda como garant¨ªa de libertad, el cambio como factor de evoluci¨®n. Como polemista rotundo, habla en voz baja y tiende a los excesos. No en vano reconoce en Sacra N¨¦mesis el magisterio de Gabriel Aresti, al que define como "amante de la paradoja, un profesional de la pol¨¦mica y un gran escritor". Gabriel Aresti, sin embargo, hablaba alto y sonante, que es cosa distinta a un discurso altisonante. Las idas y vueltas de Jon Juaristi son tan profundas en unas ocasiones como provocadoras en otras. Ex nacionalista, ex trotskista, ex comunista, lleg¨® incluso a afiliarse a Unidad Vizca¨ªna, un remake de Unidad Alavesa, como quien aplica un antibi¨®tico al resfriado. La provocaci¨®n tambi¨¦n puede ser est¨¦tica y de provocaciones pol¨ªticamente correctas existe un cierto hartazgo. Aquel profesor del Instituto Miguel de Unamuno de Bilbao (?cu¨¢l si no?) que asomaba a la poes¨ªa tuvo a bien contravenir el orden establecido reclamando la jerarqu¨ªa del filosofo bilba¨ªno. Fue acaso su primer agujero en el bucle. No fue el primero y el ¨²ltimo que lo hizo (ni que le hizo), pero s¨ª el m¨¢s voraz, con la frescura de la juventud y el placer de la libertad. Porque Jon Juaristi es unamuniano en el fondo y en la forma, con el debido tamiz que reclama el paso del tiempo. El valor de la lucidez Catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Espa?ola en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, el Premio Nacional de Ensayo que obtuvo por El bucle... ha supuesto la lanzadera de la trascendencia. Los debates sobre el Pa¨ªs Vasco suelen escapar con dificultad a los l¨ªmites geogr¨¢ficos del propio pa¨ªs. Es una cuesti¨®n natural: la reflexi¨®n sobre el pa¨ªs responde m¨¢s a una obsesi¨®n centr¨ªfuga que a una necesidad centr¨ªpeta. De vez en cuando ocurre que el an¨¢lisis encuentra la media distancia (¨¦sa que Jon Juaristi otorga al libro como medio de comunicaci¨®n), en trabajos concretos (Javier Viar, Fernando Savater, Juaristi y algunos otros) menos apegados al momento y tan necesariamente discutidos (consigo mismo, con los dem¨¢s) como discutibles. Nada resulta m¨¢s enternecedor que la descalificaci¨®n de Jon Juaristi por su caracter provocador (tanto desde el nacionalismo como desde el progresismo), como si su actitud fuera pol¨ªticamente incorrecta. ?Y qu¨¦ debe ser, pues, un intelectual, sino tan fiero como riguroso, tan desmedido como abierto, tan insultantemente libre? O dicho de otro modo: ?puede un intelectual ser pol¨ªticamente correcto, comedido, austero y connivente, esa falsa dial¨¦ctica que identifica tales condiciones con la cualidad de la sensatez. De Jon Juaristi se agradece sobre todo la lucidez y su convicci¨®n de que el miedo nunca es inocente.
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