El caso del licor emparedado
El Ayuntamiento de Granada guarda, desde hace 12 a?os, m¨¢s de 13.000 botellas de licor sin registro sanitario decomisadas a un industrial por la polic¨ªa. Las guarda emparedadas en una habitaci¨®n del antiguo convento de las Hermanitas de los Pobres para impedir que las roben, aunque en realidad preferir¨ªa que desaparecieran. Las 13.000 botellas constituyen el n¨²cleo de una pesadilla en apariencia irresoluble, uno de esos conflictos administrativos sin final que entusiasman a los lectores de Kafka. Tres delegados de Medio Ambiente han sido incapaces de destruir o devolver las botellas. El cuarto, Baltasar Garz¨®n, asegura que s¨ª, que solucionar¨¢ el enrevesado caso de los licores emparedados. Todo comenz¨® el 28 de marzo de 1987, cuando la Polic¨ªa Local intervino en la discoteca Schiocco m¨¢s de 13.000 botellas de ginebra y vodka que carec¨ªan del n¨²mero de registro sanitario y que respond¨ªan a marcas tan sonoras como Escualo, Sexi y Kara Kun. Fue una intervenci¨®n cautelar cuya legalidad fue refrendada por la Audiencia de Granada y m¨¢s tarde por el Tribunal Supremo. Las sentencias favorables, sin embargo, no consignaron el meollo administrativo del conflicto: qu¨¦ hacer con ellas. Nadie ha probado que el licor sea indigesto ni que produzca las resacas memorables que acompa?an a las bebidas de garrafa. Tampoco lo contrario. El propietario de las botellas ha reclamado puntualmente cada a?o, desde 1994, la devoluci¨®n del cargamento, pues ning¨²n tribunal ha establecido que deban ser destruidas. Los informes del Ayuntamiento han aceptado esta posibilidad, pero siempre que el contenido de las botellas sea analizado, uno a uno, para comprobar que son aptas para el consumo. ?Y qui¨¦n paga 13.000 an¨¢lisis? El Ayuntamiento dice que el propietario, por supuesto, y el due?o de las botellas alega que ser¨ªa m¨¢s costoso que el precio real de los licores. Otra posibilidad, sopesada en los ¨²ltimos 12 a?os, consiste en devolver a la f¨¢brica las botellas para su reutilizaci¨®n, pero el costo ser¨ªa excesivo. As¨ª que el camino en apariencia m¨¢s f¨¢cil era la destrucci¨®n. Nada de eso. ?D¨®nde verter 13.000 botellas de alcohol? En el alcantarillado desde luego no: ser¨ªa una bomba inflamable. Una delegada de Medio Ambiente, presa de la desesperaci¨®n, lleg¨® a recurrir al Ej¨¦rcito. Propuso que el licor lo quemara la antigua f¨¢brica de p¨®lvora que hay en el barrio granadino de El Fargue, pero por alguna raz¨®n no se pudo destruir. ?Ni los artilleros del Ej¨¦rcito pudieron con las botellas! Los colaboradores de Garz¨®n creen que el licor podr¨ªa ser aprovechado como carburante por una cementera. Antes, claro, habr¨ªa que vaciar pacientemente las 13.000 botellas en unos dep¨®sitos adquiridos para la ocasi¨®n y trasladarlos luego en camiones al lugar de destrucci¨®n. Pero ?tiene el Ayuntamiento derecho a quemar el alcohol? Parece que no. Fue una intervenci¨®n cautelar y nadie ha comprobado que los licores sean perjudiciales para la salud. Si es as¨ª, habr¨ªa que devolverlos, pero antes analizar su contenido botella a botella, lo que obviamente nadie est¨¢ dispuesto a costear. Y vuelta al principio de la pesadilla. ?Qu¨¦ ha sido de las botellas mientras tanto? Las cajas fueron almacenadas en un antiguo convento situado enfrente de la discoteca en donde fueron requisadas. Pero abandonaron el bot¨ªn. El Ayuntamiento, tan temeroso de perder las botellas como de guardarlas, opt¨® por una soluci¨®n cuanto menos surrealista: emparedar las botellas como si fueran el alma de un fantasma loco. Y all¨ª siguen, 12 a?os despu¨¦s de que fueran decomisadas, detr¨¢s de un muro de ladrillo, esperando la resurrecci¨®n o la muerte.
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