Esquerra y la ambig¨¹edad JOSEP RAMONEDA
Carod-Rovira ha estructurado la campa?a de Esquerra Republicana sobre dos pilares: la relativizaci¨®n del cambio que Maragall propone y la equidistancia respecto de las dos candidaturas principales. Hace tiempo que Carod insiste en el espejismo del cambio. Aunque Maragall tenga diez a?os menos que Pujol, pertenece a la misma generaci¨®n pol¨ªtica, la que ha protagonizado la transici¨®n. Aunque en las ideas y en las maneras sea mucho lo que separe a Maragall de Pujol, socialmente representan al mismo grupo de familias barcelonesas que siempre ha gobernado el pa¨ªs. De estas premisas, Carod saca una conclusi¨®n: una victoria de Maragall no significar¨ªa el verdadero cambio en Catalu?a. El cambio debe ser, a la vez, generacional y social. El argumento es atractivo y no exento de raz¨®n. Se dice que si esta elecci¨®n es la ¨²ltima de Pujol tambi¨¦n es la ¨²ltima oportunidad de Maragall. Si Maragall perdiera, no s¨®lo CiU sino tambi¨¦n el PSC deber¨ªa plantearse la renovaci¨®n generacional. El ciclo de la generaci¨®n de la transici¨®n se est¨¢ agotando. El propio Maragall lo ha dicho en varias ocasiones. Pero la debilidad del argumento de Carod viene de su car¨¢cter derivado y de una evaluaci¨®n err¨®nea del sentido del cambio. Carod habla del espejismo del cambio porque as¨ª lo exige el pilar fundamental de su estrategia: la equidistancia. En su partido, que se llama Esquerra republicana de Catalunya, pero que es m¨¢s nacionalista que republicano y de izquierdas, conviven lo que el euf¨¦mico lenguaje pol¨ªtico llama sensibilidades distintas: nacionalistas que desconf¨ªan de la izquierda y nacionalistas que desconf¨ªan del pujolismo. Dicho de otro modo, para algunos de sus electores lo atractivo de Esquerra es la radicalidad nacionalista (¨²nico partido que no ha tenido miedo al independentismo), mientras que para otros lo que diferencia el nacionalismo de Esquerra del de Pujol es que se sit¨²a del lado de la izquierda. En una campa?a en que habr¨¢ que luchar denodadamente para que los electores no se concentren en las candidaturas de Pujol y de Maragall, Esquerra tiene que marcar sus diferencias con uno y otro de los candidatos estrella para no perder pie. Y la mayor manera de demostrar equidistancia es atacar a las dos partes. De ah¨ª la necesidad de enfatizar la cr¨ªtica del cambio maragalliano. El sector de su electorado m¨¢s inclinado a la izquierda -probablemente mayoritario- no entender¨ªa que Carod no se apuntara al cambio. S¨®lo hay una manera de hacerlo sin acercarse a Maragall: afirmar que el cambio que ¨¦ste propone es insuficiente. El ¨²nico problema de esta apuesta estrat¨¦gica es que no est¨¢ claro que concuerde con el sentir de un electorado tan reacio a los cambios como el catal¨¢n. En realidad, que el cambio que Maragall propone no sea mucho m¨¢s que un cambio de estilo y una renovaci¨®n de la atm¨®sfera contaminada por 19 a?os de hegemon¨ªa convergente, se corresponde perfectamente con los ritmos de una sociedad tranquila y confiada como la catalana. Hoy por hoy, tengo la impresi¨®n de que la ciudadan¨ªa no quiere que cambie Catalu?a sino, a lo sumo, que cambie el Gobierno y la manera de hacer las cosas desde el poder. Al colocarse como portavoz de un cambio profundo, Carod sit¨²a a Esquerra en una posici¨®n de partido radical, a la izquierda de los socialistas, que creo que este pa¨ªs necesita, pero que la aleja de su propia tradici¨®n y del sector m¨¢s moderado y convencionalmente nacionalista de su electorado. La equidistancia estrat¨¦gica de Carod es razonable siempre y cuando no se convierta en exhibicionismo. El electorado tiende a desconfiar de la ambig¨¹edad cuando de ella se hace no s¨®lo una estrategia sino incluso una raz¨®n de ser. En la medida en que la polarizaci¨®n es inevitable en esta elecci¨®n, la ambig¨¹edad de Esquerra puede tener un precio: que una parte de sus electores que querr¨ªa verla inclinada de un lado o de otro opte por votar directamente a Pujol o a Maragall. Y, entonces, Carod se quedar¨ªa compuesto y con menos votos de los esperados. ?Qu¨¦ hay que esperar de Esquerra para el d¨ªa despu¨¦s? Se dir¨¢ que al afirmar que el cambio de Maragall es insuficiente, Esquerra ya se est¨¢ situando a favor del cambio. ?En esta sutileza est¨¢ el secreto? Unos apelar¨¢n al a?o 80, cuando el voto de Esquerra dio a Pujol el trampol¨ªn para el largo salto de 19 a?os. Otros mirar¨¢n al Ayuntamiento de Barcelona, d¨®nde Esquerra participa en el pacto de izquierdas con armon¨ªa y eficiencia. El problema de querer estar en todas partes siempre es el mismo: Esquerra corre el riesgo de que sus electores no la vean en ninguna parte, lo cual puede ser grave en una elecci¨®n muy marcada por dos opciones: la continuidad o el cambio. Carod puede argumentar que hay una cuesti¨®n en la que Esquerra no conoce la ambig¨¹edad: el nacionalismo. Pero si algo est¨¢ en el ambiente de estas elecciones es que, a estas alturas, no s¨®lo de catalanismo vive la pol¨ªtica catalana.
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