El futuro de las escuelas p¨²blicas selectivas divide a los brit¨¢nicos
Las grammar schools, consideradas la joya del sistema educativo p¨²blico brit¨¢nico, pueden tener los d¨ªas contados. Los 166 centros de secundaria que todav¨ªa seleccionan al alumnado por sus notas y aptitudes son objeto de una batalla entre los padres -facultados para abolir la selecci¨®n si ganan un refer¨¦ndum interno-, la oposici¨®n conservadora, partidaria de la segregaci¨®n, y el Gobierno laborista. El Ministerio de Educaci¨®n ha dejado su futuro en manos de las familias y ha prometido que supervisar¨¢ la consulta "con la precisi¨®n de unas elecciones generales".
La decisi¨®n de abolir la selecci¨®n a partir de los 11 a?os para acceder a ciertos colegios no le est¨¢ resultando nada f¨¢cil a Tony Blair, primer ministro brit¨¢nico. Su Gobierno pregona la igualdad de oportunidades en materia educativa, pero no pod¨ªa cerrar de golpe las tradicionales grammar schools, de las que todav¨ªa quedan 166 en el sector p¨²blico de Inglaterra (Gales y Escocia tienen su propio sistema)."No destruiremos nada. Las escuelas seguir¨¢n en pie. Se trata de que los padres decidan si vale la pena cambiar las normas de admisi¨®n, nada m¨¢s", ha subrayado Jacquie Smith, secretaria de Estado de Educaci¨®n. Al igual que su jefe directo, el ministro David Blunkett, ella trata de evitar que la oposici¨®n conservadora involucre al Gobierno en una delicada situaci¨®n "que pueden y deben resolver los padres afectados".
Creadas en 1944 para atraer a los ni?os listos, en especial los de clases trabajadoras, las escuelas en litigio han ido llen¨¢ndose con el tiempo de alumnos de clase media y media alta. Muy orgullosas de sus buenos resultados, aceptan hoy a los ni?os que obtienen mejores notas en los ex¨¢menes nacionales que cierran la escuela primaria.
Escasez de plazas
Los menores aspirantes acuden al propio centro a efectuar la prueba sabiendo de antemano cu¨¢ntas plazas quedan disponibles. Los anhelos de sus progenitores y las innumerables clases particulares que han recibido para poder aprobar, pocas veces al alcance de familias con estrecheces econ¨®micas, s¨®lo a?aden mayor ansiedad al temido ejercicio.
A partir de los nueve a?os, los padres ingleses no hablan de otra cosa en los patios escolares. Una vez escogido el centro donde esperan que sus hijos sean educados para triunfar, se trata de prepararles a fondo para que aprueben el examen.
Para los grupos partidarios de abolir la selecci¨®n, no vale la pena someterles a semejante presi¨®n. Si fallan, el instituto de secundaria no selectivo al que acudir¨¢n luego (comprehensive school), por lo general uno con menos reputaci¨®n, ser¨¢ visto siempre como el ¨²ltimo recurso para los vencidos. En otras palabras, con 11 a?os apenas cumplidos muchos ni?os creen que han ido a parar al caj¨®n de los mediocres.
Rebecca Matthews, secretaria del colectivo Stop the eleven plus, que lidera en estos momentos la campa?a contra la selecci¨®n, asegura que los m¨¦todos de las grammar schools deber¨ªan pasar ya a la historia.
Su experiencia personal es reveladora. Cuando lleg¨® al condado de Kent, en el centro de Inglaterra, que tiene la mayor concentraci¨®n actual de los pol¨¦micos centros, se interes¨® por un buen lugar para su hija peque?a. Sin perder un minuto, los vecinos la inundaron con informaci¨®n sobre los mejores colegios selectivos, porcentajes de ni?os aprobados y resultados en el registro de calidad gubernamental. Abrumada, s¨®lo acert¨® a contestar: "Pero si la pobre tiene cuatro a?os". Con el tiempo, su sorpresa inicial ha dado paso a un rechazo a la divisi¨®n del alumnado.
"No somos unos extremistas. Los institutos que no criban a sus alumnos son el lugar ideal para recibir una buena educaci¨®n. Estos privilegios tienen que acabar, corrompen el sistema en su conjunto", ha dicho, con lo que ha provocado una agria respuesta por parte de John Harris, vicepresidente de la Asociaci¨®n Nacional de Grammar Schools y director de una de ellas en Canterbury.
En su opini¨®n, suprimir la selecci¨®n le costar¨¢ una plaza a "millones de ni?os pobres, pero inteligentes, que ahora florecen en unos centros donde son admitidos por sus aptitudes".
A pesar de su firmeza, ninguno de los dos bandos tiene claro el triunfo. Para su convocatoria, el refer¨¦ndum propuesto por el Gobierno precisa de una petici¨®n firmada por el 20% de los padres de los ni?os menores de 16 a?os. De no poder organizarse entonces la consulta habr¨ªa que intentarlo de nuevo el siguiente curso. Una vez efectuada, las grammar schools que pierdan el privilegio de la segregaci¨®n no podr¨¢n recuperarlo. Si ganan los afines a ¨¦sta, la situaci¨®n seguir¨¢ como ahora.
El Gobierno ha prometido que favorecer¨ªa la transparencia de todo el proceso supervisando la recogida de firmas, as¨ª como el propio refer¨¦ndum. Para algunos padres favorables a la selecci¨®n, abolirla s¨®lo generar¨¢ una nueva forma de elitismo.
Las escuelas con buena reputaci¨®n acad¨¦mica, apuntan, seguir¨¢n atrayendo a los m¨¢s pudientes. De ah¨ª que los traslados de domicilio para lograr una plaza -vivir junto al centro elegido asegura autom¨¢ticamente la inscripci¨®n del ni?o- hayan empezado a convertirse en una moda en algunas regiones del pa¨ªs.
Para poder matricular al hijo hay padres que compran incluso una casa que tal vez no lleguen a habitar en un barrio estrat¨¦gico. Dicho domicilio legal es presentado luego como residencia a la direcci¨®n del centro escogido. De otro modo, la prole ser¨ªa a?adida a la lista de espera, que, en ocasiones, supera el millar de aspirantes para un centenar de plazas libres.
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