Hijos de la patria
Esa sonrisa de Tasio Erkizia, la complicidad de las miradas, el gesto afable de Arzalluz... Hacen dif¨ªcil de imaginar una vuelta a las andadas. Para que ETA volviera a matar tendr¨ªa que volver antes el odio que la tregua ha ido disolviendo lentamente; entre los nacionalistas, al menos.Hace apenas tres a?os la estrategia de ETA, con el respaldo de HB, consist¨ªa, seg¨²n el balance que hac¨ªa KAS a comienzos de 1997, en "remover la posici¨®n del PNV tanto mediante la incidencia pol¨ªtica de ETA, llevando a cabo acciones muy selectivas contra la Ertzaintza, como gracias a la presi¨®n de la kale borroka" (ponencia Karramarro 2). Entre 1993, a?o en el que fue asesinado el sargento Goikoetxea, y 1997, los grupos de apoyo a ETA realizaron 338 ataques contra miembros de la Ertzaintza. Entre el asesinato del concejal Ord¨®?ez, en 1995, y 1998, a?o de la tregua, se registraron 325 ataques a sedes de partidos y propiedades de militantes. De ellos, 142, casi la mitad, contra batzokis o bienes de afiliados del PNV. Esa tendencia s¨®lo desapareci¨® cuando el PNV inici¨® sus conversaciones con HB.
Arzalluz expresaba el martes su amargura por la falta de reconocimiento a la aportaci¨®n de su partido a la paz: "Hemos jugado fuerte para sacar esto adelante (...). Hemos salvado muchas vidas, muy posiblemente de gentes de esos partidos [los no nacionalistas], y no s¨®lo no nos lo han reconocido, sino que el linchamiento ha sido constante". Es verdad que ha jugado fuerte, pero Arzalluz deber¨ªa comprender, a su vez, la amargura de quienes ve¨ªan c¨®mo dirigentes nacionalistas confraternizaban y dec¨ªan incluso haber tejido lazos de amistad con quienes justificaban los asesinatos de concejales de los dem¨¢s partidos. Sin embargo, seguramente es cierto que esos lazos influyeron en la presi¨®n de sectores de HB en favor de una moratoria de ETA.
Probablemente sus jefes pensaban en una suspensi¨®n s¨®lo temporal, sin plantearse en serio la hip¨®tesis de abandonar la lucha armada. Pero la din¨¢mica desatada por el alto el fuego ha hecho surgir factores no previstos que les hacen dudar. Por motivos psicol¨®gicos, pero tambi¨¦n pol¨ªticos. Se han creado lazos afectivos y nudos de intereses que hacen que la inercia de paz sea ahora tan poderosa como lo fue antes la de guerra.
Hoy sabemos que s¨ª hubo condiciones previas para la tregua, aunque no negociadas con el Gobierno en un imaginario Oslo, sino con el PNV. Este partido tuvo que comprometerse a asumir la teor¨ªa de la superaci¨®n del Estatuto, apoyando iniciativas como la Asamblea de municipios, y a romper sus pactos con los no nacionalistas. Esto ¨²ltimo pod¨ªa poner en peligro la continuidad del PNV al frente de esas instituciones. Pero la alternativa, un apoyo directo de HB en el Parlamento auton¨®mico, era impensable: contradictorio con su programa de superaci¨®n de la autonom¨ªa.
La abstenci¨®n de los diputados de HB / EH en la investidura de Ibarretxe habr¨ªa sido la salida natural, pero los resultados electorales la tornaron insuficiente. En las auton¨®micas de octubre, la relaci¨®n entre nacionalistas y no nacionalistas permaneci¨® como antes (41 / 34), pero con la diferencia de que ahora el PP y el PSOE agrupan m¨¢s esca?os (30) que el PNV y EA (27). Ello oblig¨® a los de Arzalluz a negociar con los de Otegi un apoyo parlamentario directo. En caso contrario, el lehendakari habr¨ªa podido ser un espa?olista, y hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar. Otegi se encontr¨® apoyando la gobernabilidad en el marco auton¨®mico y discutiendo un minucioso programa de gesti¨®n.
Para la construcci¨®n nacional estaba la Asamblea de municipios, pero los resultados del 13-J tampoco fueron los esperados. Los reunidos supon¨ªan menos de la mitad de los electos de los territorios que pretend¨ªan representar. Otegi acaba de emplazar al PNV a responder por qu¨¦ no les admite en las diputaciones: "Se nos han hecho llamamientos constantes a participar en las instituciones y ahora que estamos dispuestos ?cu¨¢l es el problema?". El problema es que el PNV teme perder apoyos de un sector de su electorado si gobierna con un grupo que considera leg¨ªtimo el impuesto revolucionario. Una conclusi¨®n provisional es que la continuidad de la tregua pasa por el establecimiento de complicidades personales entre el nacionalismo democr¨¢tico y el otro; pero tambi¨¦n por la resistencia de esa parte del electorado que no se ha dejado arrastrar por la ola nacionalista.
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