Concierto
NEGRITASSuspenso con cuatro y medio, y a recuperar en la convocatoria extraordinaria de diciembre, al conjunto de catedr¨¢ticos y autoridades de la Universidad de C¨®rdoba que acudieron al concierto de m¨²sica cl¨¢sica que, organizado por la instituci¨®n acad¨¦mica entre los actos de apertura del curso, se celebr¨® el pasado mi¨¦rcoles en el Gran Teatro de C¨®rdoba. Junto a los gerifaltes de la Universidad, invitados por ¨¦sta, se encontraban los m¨¢ximos dignatarios locales, animados sin duda, no s¨®lo por el car¨¢cter acad¨¦mico del acto, sino, adem¨¢s, por el hecho de que la recaudaci¨®n del mismo fuera destinada a las v¨ªctimas de la guerra en Kosovo. As¨ª, el palco de honor estuvo ocupado por la alcaldesa, Rosa Aguilar, quien luc¨ªa el traje blanco que todos tenemos guardado en casa para los d¨ªas de boda; bodas que, en el caso de los pol¨ªticos, se llaman d¨ªas de investidura o aperturas del curso universitario. Junto a ella, la delegada de Cultura de la Junta, Rafaela Valenzuela y el presidente del Consejo Econ¨®mico y Social de C¨®rdoba, Antonio Fern¨¢ndez Poyato. Y en las labores de anfitri¨®n en el palco, el rector de la Universidad, Eugenio Dom¨ªnguez. Y dec¨ªamos suspenso, por la apat¨ªa general mostrada por los acad¨¦micos. Escasos aplausos en el momento de la aparici¨®n del titular de la Orquesta de C¨®rdoba, Leo Brouwer, y ello a pesar de que era su reaparici¨®n ante el p¨²blico tras haber sufrido un infarto. Hasta cierto punto, normal. Nada de sentimentalismos baratos, las aclamaciones se ganan en el escenario y no desde el hospital. El propio m¨²sico cubano advirti¨® al principio de la velada: "El programa es complicado. De esos que se aman o se odian". Y as¨ª fue. Al t¨¦rmino del concierto, los acad¨¦micos limitaron su aplauso a lo estrictamente necesario. Ni un solo bravo. Nadie puesto en pie. En fin, que o son unos entendidos en grado sumo de la m¨²sica o, por el contrario, un tanto estirados. ?Con lo bueno que resulta saltarse en ocasiones el protocolo! Palmitas, las justas, que duelen las manos. La pr¨®xima vez, que recurran a la vieja clac, unas entraditas de regalo en clase y... ?Milagro!, problema resuelto. De hecho, los ¨²nicos que se quedaron con ganas de aplaudir fueron los chicos que ocupaban el espacio superior del teatro, ese al que, eufem¨ªsticamente, se conoce como para¨ªso. Sin duda sab¨ªan m¨¢s que el resto de m¨²sica: proced¨ªan de los cursos superiores del conservatorio. ANTONIO FERN?NDEZ
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