Neruda: poes¨ªa y pol¨ªtica
Confieso que he vivido me ha devuelto mi antiguo y apasionado amor por Neruda. De nuevo he sido el joven que deslumbradamente lo ley¨® por primera vez. Quiz¨¢s con menos entrega que entonces, pero siempre inclin¨¢ndome ante ¨¦l. Adem¨¢s, ahora lo he descubierto como poeta de la prosa. Porque s¨®lo un poeta -y sin duda un poeta de su rango- pod¨ªa haber escrito un libro as¨ª. Desde la p¨¢gina inicial, por su voz habla la poes¨ªa. Es la lluvia la que abre el libro, la lluvia cayendo imparablemente sobre Temuco, una lluvia fr¨ªa y espesa que convierte las calles en lodazales, cala a los estudiantes que van y regresan del liceo de varones con las ropas empapadas, se triza contra los cristales de las ventanas. La importancia que va a tener la naturaleza en su narraci¨®n surge desde el arranque. M¨¢s que los acontecimientos, los hechos, a Neruda parece seducirlo el paisaje: bosques, r¨ªos, el oc¨¦ano, la cordillera, el viento, la niebla. Sin duda se debe a que Nefatal¨ª Reyes Basoalto naci¨® en el sur de Chile, en la Araucan¨ªa, una regi¨®n h¨²meda, fr¨ªa y verde donde el hombre no puede ser otra cosa que un pedazo casi insignificante de la todopoderosa naturaleza. Neruda no es, entonces, un escritor rural, sino tel¨²rico. Inconscientemente -por su origen- ¨¦l es naturaleza y a ella se somete. Es como si ¨¦sta le hubiera dicho: "Yo te he parido para cantarme. Hazlo". Y Neruda ha sido el m¨¢s obediente de los hijos. Su autobiograf¨ªa explica en mucho su poes¨ªa; se comprende por qu¨¦ le hace una oda al apio, se conmueve con los "grandes zapallos", boga en los "r¨ªos arteriales". Aun explica el t¨ªtulo de sus tres Residencias: en la tierra. Ciertamente, como un brote de ¨¦sta, como un producto m¨¢s de ella, la poes¨ªa de Neruda es otro fruto germinal. Sorprende tambi¨¦n, en sus memorias, que el orden cronol¨®gico no sea seguido pautadamente, o sea, descuidado (tal vez la "desorganizaci¨®n" que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez le criticaba a su poes¨ªa). Por supuesto que hay un progreso temporal de su ni?ez a su juventud, a su adultez y a su madurez luego; de su vida en Temuco o en Santiago hasta sus avatares en el sureste asi¨¢tico, y m¨¢s tarde en Europa -sobre todo en Espa?a- y en el continente americano. Neruda es un Marco Polo po¨¦tico que ha viajado m¨¢s que el veneciano, y literalmente le ha dado la vuelta al planeta. "Haber vivido" equivale en su caso a un continuo, infatigable caminar y caminar por el mundo -que uno, el lector, envidia-. Pero no hay linealidad en el recuento de sus peripecias vitales, o la hay muy poco. Pasa de un suceso que le ha acontecido en Par¨ªs camino de Rang¨²n -su encuentro con Vallejo o la falsa rusa compartida en el lecho con su amigo ?lvaro- a otro acaecido a?os atr¨¢s en Santiago cuando invirti¨® el magro dinero que ten¨ªa en el comercio de pieles... de foca. Tampoco los hechos son lo decisivo, sino su consideraci¨®n y su preocupaci¨®n por contarlos po¨¦ticamente. He utilizado la palabra "preocupaci¨®n", pero no es la justa, pues se advierte que la poes¨ªa brota en la prosa de Neruda sin que ¨¦l la llame, como algo consustancial a su decir. Simplemente la poes¨ªa est¨¢ en ¨¦l. La informaci¨®n apenas la tiene en cuenta igualmente. La usa, claro es, ya que est¨¢ refiriendo sucesos que le han ocurrido; pero le concede mucha mayor importancia a la reflexi¨®n que al suceso mismo. No voy a mencionar la palabra filosof¨ªa, pero s¨ª pensamiento. Es el suyo un constante pensar que aplica a un accidente circunstancial o para internarse en el alambicado fulgor de la po¨¦tica de G¨®ngora, el "duende" de Garc¨ªa Lorca, su admiraci¨®n hacia los escritos de Ram¨®n G¨®mez de la Serna. Esto despoja de anecdotismo sus recuerdos. Cuenta, rememora, destapa episodios extra?os o simp¨¢ticos, situaciones raras o divertidas en las que se ha visto envuelto; pero lo medular se halla en la mirada que Neruda lanza sobre su arsenal de evocaciones.Un Neruda que siente la poes¨ªa como un milagro que dona la vida y conoce los hilos con que ¨¦sta teje su existir, relumbra en sus confesiones. Toda la inteligencia y el intuir suyos se anudan aqu¨ª como dos cuerpos haciendo el amor. Son hojas sabias y fecundas de sangre las que va ti?endo una tras otra. En una palabra, Confieso que he vivido es un modelo de autobiograf¨ªa, de remembranzas, de fulguraciones que todo el que acometa el recuento de sus d¨ªas quisiera escribir. Pero escribir un libro tan luminoso y m¨¢gico, tan subyugador como un hechizo, tan de sue?os y real al mismo tiempo es d¨¢diva que no se otorga f¨¢cilmente. Hay que albergar la almendra pura de la poes¨ªa como la alberga Neruda para merecerla. Almendra que es igual a talento y sensibilidad.
Coda: por desdicha, la ingenuidad -llam¨¦mosle as¨ª- pol¨ªtica de Neruda empa?a el alba que nos deja el conocimiento de su intimidad. Pero es necesario decir algo a este respecto, pues la pol¨ªtica -y porque ¨¦l lo quiso as¨ª- fue fundamental en su vida, y tambi¨¦n se expande mucho en su obra. Militante comunista despu¨¦s de la guerra civil espa?ola, hasta su muerte sigui¨® creyendo en el comunismo, admiti¨® mansamente en el caso de Stalin (y pongo este ejemplo porque, como se sabe, m¨¢s de un poema de Neruda eleva la alabanza del tirano ruso) el enga?o -propalado intencionadamente por los jerarcas sovi¨¦ticos y el comunismo internacional- de que era un simple "culto a la personalidad", cuando en verdad se trataba de la paranoia de un dictador implacable que seg¨® la vida de millones de hombres. Neruda no quiso, ni p¨®stumamente, reconocer que le hab¨ªa cantado a un d¨¦spota. A lo m¨¢s que llega en Confieso... es a aceptar que "yo hab¨ªa aportado mi dosis de culto a la personalidad en el caso de Stalin". Y en vez de ver el c¨²mulo de horrores que sali¨® a la luz en el XX Congreso del PCUS, que ilegitimaba el comunismo no s¨®lo en la URSS, sino que corro¨ªa la esencia de esta ideolog¨ªa y el consecuente r¨¦gimen que produjo, lo valora casi como una anagn¨®risis, lo asume como una epifan¨ªa: "El informe del XX Congreso fue una marejada que nos empuj¨®, a todos los revolucionarios, hacia situaciones nuevas. Algunos sentimos nacer, de la angustia engendrada por aquellas duras revelaciones, el sentimiento de que nac¨ªamos de nuevo. Renac¨ªamos limpios de tinieblas y del terror, dispuestos a continuar el camino con la verdad en la mano.
Es curioso c¨®mo hasta el lenguaje cambia cuando se deviene un "disciplinado" miembro del partido y se quiere enterrar la cabeza en la arena para no ver la realidad. Las palabras de Neruda suenan aqu¨ª a reuni¨®n de c¨¦lula comunista, a asamblea de marxistas d¨¢ndose golpes de pecho en mea culpa, que ellos llaman "cr¨ªtica y autocr¨ªtica", justamente para que no haya culpa y nada cambie. ?Qu¨¦ contraste con el soberano idioma de otras partes del libro!
Mart¨ª dec¨ªa que hab¨ªa quienes ve¨ªan en el sol s¨®lo sus manchas. Yo anoto estas manchas, pero sigo viendo el sol de Neruda.
C¨¦sar Leante es escritor cubano.
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