Madeja valenciana
SI RESULTA tan dif¨ªcil saber qu¨¦ caracteriza a las familias en que se ha dividido el socialismo valenciano, es porque el ¨²nico factor constatable de divergencia es la ambici¨®n: todos quieren mandar, o al menos conservar el cargo. La profesionalizaci¨®n de la pol¨ªtica permite participar en esa actividad a quienes en otro caso no podr¨ªan hacerlo, pero implica unas servidumbres que de vez en cuando afloran como guerras tribales. Esas guerras estallan cuando un partido pierde el poder: cuando se reduce el n¨²mero de cargos remunerados a repartir. Ayer se reuni¨® la comisi¨®n gestora nombrada por la direcci¨®n nacional socialista para dirigir el partido en Valencia hasta la celebraci¨®n, el a?o pr¨®ximo, de un nuevo congreso extraordinario. La intervenci¨®n de Ferraz, aunque no cualquier intervenci¨®n, ven¨ªa exigida por la situaci¨®n creada en el ¨²ltimo congreso de Valencia, que eligi¨® una c¨²pula apoyada s¨®lo por el 42% de los votos, en ausencia de m¨¢s de la mitad de los delegados.Por ello es algo injusto acusar a Almunia de haber impuesto su voluntad sobre la del congreso. Fue Asunci¨®n el primero en pedir, antes de que interviniera Almunia, que los otros jefes de tribu le imitaran en su decisi¨®n de dimitir. Es seguro que algunos de los censores le habr¨ªan acusado de dontancredismo si no hubiera intervenido. Pero el reproche al secretario general pod¨ªa acabar siendo merecido si la gesti¨®n de la crisis reincide en el sectarismo que ha presidido el proceso. No hay que olvidar que dos de los protagonistas, Ciscar y Lerma, eran miembros de la ejecutiva. De Ferraz nacen algunos de los hilos que han formado la madeja valenciana. La animadversi¨®n del n¨²cleo dirigente hacia Asunci¨®n, el tercer hombre, no era un secreto; s¨ª lo son, en cambio, las razones de esa inquina. A no ser que se trate de una consecuencia del hecho conocido de que el ex ministro del Interior -que dimiti¨® por el caso Rold¨¢n- apost¨® por Borrell en las primarias. Tal vez eso explique uno de los episodios m¨¢s oscuros del congreso. La oferta de Ciscar y Lerma a Joan Ignasi Pla de la secretar¨ªa general a cambio de que rompiera con Asunci¨®n.
La gestora incorpora fundamentalmente alcaldes y concejales, en un intento, seg¨²n Almunia, de buscar personas legitimadas en sus ¨¢mbitos respectivos por las urnas. Puede ser un criterio discutible, pero es mejor que el de trasladar tambi¨¦n a la gestora la confederaci¨®n de taifas que estall¨® en el congreso. Enseguida han surgido quejas de que la gestora no refleja la relaci¨®n de fuerzas entre esos reinos. ?se ha sido el argumento de cinco de los nombrados para rechazar integrarse en la gestora. Alegan que hay demasiados miembros de la fracci¨®n ciscardiana.
Es dif¨ªcil saber si se trata de un reproche certero porque los perfiles de la divisi¨®n son vistos de manera muy subjetiva por los implicados. Pero es preciso reconocer que la presencia de Ciscar en la direcci¨®n nacional le convierte en juez y parte y no favorece una salida ecu¨¢nime. Ah¨ª est¨¢ el caso de Cascos en relaci¨®n al conflicto asturiano del PP para demostrarlo y para recordar el precio pagado por ello.
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