Pap¨¢ y mam¨¢ fuman hierba
ENRIQUE MOCHALES No s¨®lo a la cucaracha le falta marihuana que fumar. Estudios cient¨ªficos llevados a cabo al otro lado del charco parecen haber probado que la inhalaci¨®n met¨®dica de la marihuana produce efectos positivos en pacientes con trastornos mentales, como, por ejemplo, esquizofr¨¦nicos. Es otra vez la historia del pescado blanco y el azul. Bien es cierto que no hay enfermedades, sino enfermos, pero tal vez el siguiente paso en el camino de la legalizaci¨®n racional de las drogas pase por la fabricaci¨®n de pastillas de marihuana con fines terap¨¦uticos o curativos, aprovechando, por ejemplo, su poder vasodilatador. No tuvo esto en cuenta la joven Kerry Tucker, hija del respetado matrimonio ?lvarez de Washington cuando denunci¨® que sus padres cultivaban marihuana en los s¨®tanos de su casa. Les ha metido a sus padres en un marr¨®n por el cual el se juegan te¨®ricamente unos cuantos a?os de c¨¢rcel. Cr¨ªa cuervos, pero no se te ocurra quitarte las gafas de sol. En lo que la buena hija del matrimonio ?lvarez no repar¨®, fue en los dolores musculares que por lo visto afligen a su madre de forma cr¨®nica. Por no reparar, no repar¨® en nada. Mand¨® incluso unas fotograf¨ªas de la plantaci¨®n paterna, una treintena de macetas en un s¨®tano forrado de papel de plata e iluminado con potentes luces blancas como si fuera una instalaci¨®n de la NASA. La hija quincea?era traicion¨® a sus propios padres, tal vez agobiada por su conciencia y por el calor que a veces se instala blandamente sobre Oakland en las noches adolescentes, o quiz¨¢s por un impulso moral que le dec¨ªa que, a pesar de que la marihuana ayuda a los enfermos de sida, c¨¢ncer y otras patolog¨ªas a hacer su existencia m¨¢s agradable, no puede ser buena. La Cooperativa de Compradores de Marihuana de Oakland ha conseguido hace pocos d¨ªas un importante triunfo en la lucha por la legalizaci¨®n racional de las drogas. Tres hombres justos de una corte federal decidieron por unanimidad que nadie ten¨ªa derecho a privar a los enfermos de sus necesidades m¨¦dicas. Y en el estado de California ocurri¨® otro tanto cuando el asunto se someti¨® al plebiscito y el pueblo vot¨® -tambi¨¦n un¨¢nimamente- a favor de legalizar el consumo de marihuana con fines m¨¦dicos. Si nos atenemos a que Estados Unidos exporta debates, es previsible la inminencia de la discusi¨®n que se producir¨¢ en el pr¨®ximo milenio acerca de las drogas. No est¨¢ bien definida la diferencia entre droga dura y blanda. Tampoco se ha reflexionado mucho sobre las ventajas de una eventual legalizaci¨®n. No sabemos si el pueblo norteamericano, conservador por naturaleza, reaccionar¨¢ de la misma forma que la hija de los ?lvarez ante la futura discusi¨®n multimedia. En todo caso, las cosas de palacio van despacio. Lo que s¨ª se aventura es que, de igual forma que llegaron al mercado las pastillas azules de Viagra, puede que dentro de no tantos a?os lleguen a los anaqueles de las farmacias unas pastillas verdes con un suave aroma a cannabis, indicadas contra la intolerancia. Kerry Tucker, mal hija, pero buena americana, ha conseguido, con su delaci¨®n, reavivar el debate del pr¨®ximo siglo. Un debate que se extender¨¢ en el tiempo y en el espacio. Se supone que la legalizaci¨®n de ciertas drogas ser¨ªa un golpe fatal para las mafias del narcotr¨¢fico, aunque entre la soluci¨®n y el problema, todo el mundo prefiere el problema, por si acaso La droga da miedo a la sociedad, y es precisamente ese miedo el que cierra las puertas al debate. La pregunta es si somos capaces de utilizar las drogas, y deriva inevitablemente en el concepto de la libertad intr¨ªnseca del ser humano. La quincea?era Kerry denunci¨® a sus padres a la polic¨ªa porque no pudo entender esto. Tal vez estuviese sopesando su decisi¨®n largamente, sin decidirse, mirando la colecci¨®n de fotograf¨ªas en blanco y negro de sus padres, en una calurosa noche de septiembre en Oakland. Ante este extra?o caso, hay que dictaminar una vez m¨¢s que lo de la droga es, b¨¢sicamente, un problema generacional.
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