Al rescate del honor de Mitterrand
La hija del ex presidente franc¨¦s demanda al ex jefe del servicio secreto por un libro contra su padre
Cuando se trata de Fran?ois Mitterrand, el pasado es un pozo sin fondo. Los historiadores franceses escarban permanentemente en la vida del monarca socialista y todos los a?os exhuman revelaciones sorprendentes. Una vez son las simpat¨ªas por la derecha nacionalista del joven Mitterrand; otra, sus insospechadas pasiones, sus obsesiones, sus miedos, las escuchas telef¨®nicas ilegales a periodistas y actores y personajes del momento; al a?o siguiente, su comportamiento ante la crisis de Ruanda, donde Francia no impidi¨® el mayor genocidio desde la Segunda Guerra Mundial. La disecci¨®n de la vida y del pensamiento de Mitterrand es una tarea a la que se aplican tambi¨¦n, claro est¨¢, muchas de aquellas personas que trataron a este personaje maquiav¨¦lico, complejo, refinado, inteligente, culto, que fascina a los franceses y al que muchos de ellos siguen profesando verdadera devoci¨®n.Hace s¨®lo unas semanas, el acad¨¦mico Jean d"Ormeson reabri¨® la p¨¢gina, siempre entreabierta, de Mitterrand con la menci¨®n a una breve charla en la que el fallecido presidente aludi¨® a las "presiones del lobby jud¨ªo". Historiadores, fil¨®sofos, pol¨ªticos y articulistas se enzarzaron inmediatamente en la discusi¨®n, interminable, de si el presidente socialista alberg¨® o no ideas racistas. Todo lo relacionado con Mitterrand, cualquier cosa, destapa los sentimientos de los franceses, sigue estando a flor de piel. Y es que, lo admiten tambi¨¦n sus enemigos, si De Gaulle fue la imagen de Francia, Mitterrand fue el hombre que mejor conoci¨® a los franceses, sus ansias, sus debilidades, sus contradicciones.
De los centenares de libros que hablan del personaje, pocos destilan una aversi¨®n tan fr¨ªa como Memorias de la sombra, que acaba de publicar el antiguo patr¨®n de los servicios secretos franceses Pierre Marion. El ex director de la poderosa Direcci¨®n de la Seguridad Exterior (DGSE) ya arroj¨® unas paletadas de lodo sobre la figura del fallecido presidente cuando, en obras anteriores, describi¨® asuntos resbaladizos, como el caso de los irlandeses de Vincennes, acusados de actos terroristas que no cometieron, y el sabotaje al barco ecologista Rainbow Warrior. Es ahora, sin embargo, cuando Pierre Marion parece haber arreglado todas sus cuentas.
De entrada, hace una afirmaci¨®n desconcertante a prop¨®sito del suicidio de Fran?ois de Grossuve, el hombre que le serv¨ªa de enlace con la presidencia y que apareci¨® muerto de un disparo en el palacio del El¨ªseo en abril de 1994: "El suicidio es poco veros¨ªmil, era uno de los pocos que estaban en el secreto de los asuntos sucios. Yo le vi en plena forma en las semanas previas al drama. Si no se suicid¨®, tuvo que ser asesinado, y no es f¨¢cil introducir un rev¨®lver en el El¨ªseo". "Su muerte", dice, "es un misterio". El otro bombazo de Memorias de la sombra es la afirmaci¨®n, sustentada precisamente en una supuesta confidencia de Fran?ois de Grossuve, de que Mitterrand llev¨® a cabo "dudosas operaciones financieras vinculadas al porvenir de Mazarine", la hija que el antiguo presidente de Francia tuvo fuera de su matrimonio.
La obsesi¨®n mitterraniana en ocultar la existencia misma de Mazarine Pingeot, su temor paranoico a que sus enemigos se vengaran en ella, est¨¢ bastante acreditada y explica, por ejemplo, las escuchas telef¨®nicas ilegales practicadas por la c¨¦lula antiterrorista del El¨ªseo, una "verdadera polic¨ªa pol¨ªtica al servicio del presidente", seg¨²n Pierre Marion. El ex jefe de los servicios secretos franceses no aporta prueba alguna de esos desv¨ªos de fondos "llevados a cabo hasta 1993 con la complicidad de una serie de ministros", y despu¨¦s de arrojar la piedra en el estanque del esc¨¢ndalo, deja la acusaci¨®n flotando en el aire. "Nunca se ha podido probar esa hip¨®tesis de manera seria y fehaciente", dice.
La salvaguarda formal no le ha librado en este caso de la demanda judicial. Mazarine Pingeot, joven escritora, que ya ha dado cuenta de su relaci¨®n con Mitterrand en una versi¨®n infinitamente mas id¨ªlica, le demand¨® ayer por "ofensas graves a la memoria" de su padre y por perjuicios. Adem¨¢s de reclamar una multa global de un mill¨®n de francos (25 millones de pesetas), la hija de Mitterrand exige igualmente la supresi¨®n de una serie de pasajes de la obra, hasta 23, que ella considera "difamatorios".
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