LA CR?NICA El piloto abrasado JACINTO ANT?N
Esta es la historia de un piloto abrasado al desplomarse su avi¨®n. Pero no es la historia que usted cree. En toda historia caben muchas otras. Un suceso se abre inesperadamente a otro y a otro en un juego abismal de espejos, un v¨®rtice de casualidades. Esta no es la historia de Mark Hanna, que se estrell¨® el s¨¢bado en un viejo caza Messerschmitt, el aeroplano nimbado de fuego, el p¨²blico de Sabadell sobrecogido por el fulgurante impacto. Y no es tampoco la historia de aquel piloto derribado sobre el desierto libio. Cuenta Milton en El para¨ªso perdido que Lucifer cay¨® durante nueve d¨ªas, pero hay pilotos que caen desde hace medio siglo y cada d¨ªa renuevan su ca¨ªda en un tit¨¢nico suplicio. As¨ª ocurre con el misterioso piloto del bombardero alem¨¢n que una noche de marzo de 1944 se precipit¨® envuelto en luz en las monta?as del Pallars Sobir¨¤. Primero encontraron un pie, y luego todo su cuerpo horriblemente quemado, tendido sobre un paisaje de desolaci¨®n y alas rotas. Hace dos semanas, mientras el verano se estremec¨ªa en un final de ilusiones perdidas, yo trataba in¨²tilmente de sacar adelante mis cr¨ªas de salamandra. Tom¨¦ el cuerpecillo de la ¨²ltima y me maldije por no haber sabido conservarla con vida. Al menos le proporcionar¨ªa un buen entierro. Entregarla al fuego me parec¨ªa no s¨®lo un acto de justicia po¨¦tica, sino un interesante ejercicio emp¨ªrico. Elev¨¦ una min¨²scula pira en la terraza y observ¨¦ arder el conjunto con ¨¢nimo troyano. Aquella noche so?¨¦ que la salamandra ard¨ªa y ard¨ªa sin consumirse engastada en mi mano como una joya doliente. Al d¨ªa siguiente, Joan de Sagarra me trajo el libro. Era una obrita min¨²scula, de 55 p¨¢ginas, publicada por Garsineu Edicions. "Te interesar¨¢", zanj¨®. Cualquiera le lleva la contraria, as¨ª que me apliqu¨¦ en seguida a la lectura de Avions alemanys caiguts al Pallars Sobir¨¤ durant la II Guerra Mundial. Me entusiasm¨®. En el libro, el autor, Josep Pla Blanch, documenta con minuciosidad la ca¨ªda de dos aeroplanos nazis en nuestros Pirineos: un Dornier Do-217 en Espot, en 1943, y un Junkers Ju-88 en la monta?a de Enviny, en 1944. Para juzgar el alcance de la investigaci¨®n de Pla Blanch baste decir que del destino ¨²ltimo del Dornier, avi¨®n que despeg¨® de una base cerca de Par¨ªs y del que sus cuatro tripulantes saltaron en paraca¨ªdas tras perderse a causa de una aver¨ªa instrumental, los propios alemanes no sab¨ªan nada. A m¨ª me interes¨® mucho m¨¢s el asunto del otro bombardero, el Junkers. De la ca¨ªda de este aparato, Pla Blanch no ha podido averiguarlo todo. Es m¨¢s, su investigaci¨®n ha destapado un misterio que posiblemente no se resolver¨¢ nunca. El Junkers, seg¨²n testigos presenciales consultados por el investigador leridano, se estrell¨® cerca de la fuente de Cabrist¨¤, a 2.100 metros de altura, en el t¨¦rmino de Enviny, despu¨¦s de volar muy bajo, envuelto en un resplandor que pod¨ªa ser de llamas o de bengalas destinadas a iluminar un aterrizaje de emergencia. Un vecino, Josep Negre, subi¨® a la monta?a cuando se hizo de d¨ªa, pero retrocedi¨® horrorizado antes de llegar al punto del impacto al encontrarse un pie humano. M¨¢s tarde, una partida de rescate encontr¨® los restos del aparato y el cuerpo de un solo aviador, espantosamente quemado. El an¨®nimo piloto fue enterrado en un nicho prestado de Enviny y a?os despu¨¦s, en 1982, trasladado al cementerio de soldados alemanes de Cuacos de Yuste, C¨¢ceres, donde reposa bajo una l¨¢pida en la que s¨®lo reza: "Ein unbekannter Deutscher Soldat". Unbekannter, unbekannter, desconocido, desconocido... la palabra resonaba en mi cabeza mientras me dirig¨ªa a Balaguer para hablar con Pla Blanch tras concertar una cita por tel¨¦fono. ?Qui¨¦n era el piloto del aeroplano?, ?por qu¨¦ viajaba solo cuando la tripulaci¨®n de un Junkers Ju-88 era de cuatro personas?, ?qu¨¦ misi¨®n o destino le llev¨® a estrellarse en las solitarias monta?as pirenaicas?, ?seguir¨ªa su abrasado espectro recorriendo los helados p¨¢ramos hasta que alguien resolviera su enigma? Josep Pla Blanch no ten¨ªa respuestas, y s¨ª muchos m¨¢s misterios. No el menor qu¨¦ diablos hace un hombre como ¨¦l, empleado de banca, met¨®dico y circunspecto, persiguiendo la vana sombra de aviones ca¨ªdos y de pilotos incandescentes. "Habl¨¦ con unos vecinos de Sort que recogieron al piloto y no llevaba nada encima, excepto un calzoncillo largo ign¨ªfugo", me dijo. "Ten¨ªa el cuerpo quemado y el rostro desfigurado. Como ¨²nico detalle caracter¨ªstico, le quedaban en la nuca manojos de cabello pelirrojo. En toda mi investigaci¨®n, que ha durado a?os y ha incluido la ayuda de archivos alemanes y asociaciones de veteranos de la Luftwaffe, no he encontrado indicios que arrojen luz sobre ese vuelo. De los Junkers Ju-88 se fabricaron m¨¢s de 15.000 unidades y las listas sobre las que se perdieron en 1944 est¨¢n incompletas. El avi¨®n que nos ocupa llevaba poco armamento y la espoleta de las bombas sin activar, lo que hace pensar en una misi¨®n de enlace o de reconocimiento. Pero en realidad lo ignoramos todo: qu¨¦ hac¨ªa, de d¨®nde ven¨ªa, por qu¨¦ cay¨®". Pla Blanch interroga con la mirada: "?Le aburro?". No sabe usted hasta qu¨¦ punto no. El investigador a?ade un dato m¨¢s, escalofriante, sobre el piloto abrasado: alguien le arranc¨® un dedo para robarle el anillo. "Encontr¨¦ la pista de un anillo de un aviador alem¨¢n muerto, robado y devuelto bajo secreto de confesi¨®n", explica. "Pero finalmente result¨® que se trataba del de un tripulante de otro aeroplano, un Heinkel He-111 estrellado en Borrass¨¤, en el Alt Empord¨¤...". Regres¨¦ de Balaguer imaginando una larga ca¨ªda ardiente sobre las dunas, convertidas ahora en prados verdes. Record¨¦ los versos de Shelley: "Una sombra plateada huye como el amor / sujeta por su ind¨®mita, brillante cabellera". Sent¨ª el v¨¦rtigo de caer, el miedo al notar c¨®mo toda la luminosa materia a¨¦rea se oscurec¨ªa con el s¨²bito reconocimiento de su peso. "To the deep, to the deep, / down, down!". Me detuve en el arc¨¦n cerca de Igualada con el pulso acelerado y una confusa sensaci¨®n de desgracia. Entonces vi a mi izquierda, sobre las monta?as, una bandada de planeadores blancos que ganaban altura remont¨¢ndose en la tarde como grandes albatros. Me pareci¨® un presagio feliz y quise creer que el tenaz Pla Blanch acabar¨ªa desovillando la historia y el esp¨ªritu del piloto de Enviny podr¨ªa al fin descansar en paz. Puse la radio y escuch¨¦, horrorizado, que en Sabadell se acababa de desplomar, envuelto en llamas, otro aeroplano.
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