Una inyecci¨®n de demanda
La econom¨ªa espa?ola est¨¢ euf¨®rica. La confianza del consumidor est¨¢ en su m¨¢ximo hist¨®rico. Las familias se han entregado al endeudamiento y los bancos y cajas les conceden cr¨¦ditos que aumentan a un ritmo del 20%. Las ventas de autom¨®viles se disparan. La vivienda, especialmente, est¨¢ como loca. Los proyectos aumentan a un ritmo del 30%. El ¨²nico factor de moderaci¨®n son los salarios, y su comportamiento, insuficientemente elogiado, est¨¢ ayudando a otra bendita euforia: la creaci¨®n de empleo.Este estado de ¨¢nimo es explicable. La ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s y las reducciones del IRPF han conseguido que nuestra demanda interna est¨¦ creciendo al doble que la de los pa¨ªses europeos. A nadie debe extra?ar que, si metemos esa marcha a nuestra demanda interna, el crecimiento del PIB espa?ol sea el doble que el de los dem¨¢s. ?ste es el efecto placentero e instant¨¢neo, pero, como todas las drogas, ¨¦sta de estimular la demanda interna tiene tambi¨¦n consecuencias desagradables. Por ello, no es raro que, si nuestra demanda interna crece al doble, nuestros precios crezcan al doble que los de los dem¨¢s. Tampoco es raro que, a pesar del excelente a?o tur¨ªstico, el d¨¦ficit de la balanza corriente acumulado en los seis primeros meses de 1999 sea el doble que el d¨¦ficit de todo el a?o pasado. Nada sorprendente, excepto la rapidez con que han empezado a aparecer estos desequilibrios causados por los excesos en la demanda interna, porque, como sucede con cualquier droga, sus efectos negativos no suelen advertirse en el momento en que se est¨¢ administrando, sino mucho despu¨¦s.
Lo que no se entiende es que, ante esta situaci¨®n, el Presupuesto para el 2000 venga a inyectar a¨²n m¨¢s estimulantes. El Presupuesto no contiene ni una sola medida restrictiva. Todas las medidas anunciadas son expansivas. El aumento de los gastos sociales o la concesi¨®n de m¨¢s ayudas a algunas empresas son medidas que agradar¨¢n a quienes las disfruten, pero no ayudar¨¢n a moderar la demanda interna. Las reducciones de retenciones y cotizaciones tambi¨¦n ser¨¢n bienvenidas por los que pagaron m¨¢s este a?o, pero tampoco puede decirse que sean medidas que configuren una pol¨ªtica presupuestaria de rigor.
En su informe de septiembre, la ¨²nica vez que el Fondo Monetario Internacional menciona a Espa?a es para hablar de "recalentamiento" y para recomendar la aplicaci¨®n de una pol¨ªtica presupuestaria rigurosa. Frente a esto, lo que se va a inyectar no es precisamente rigor. Porque nadie deber¨ªa caer en la ilusi¨®n de los a?os ochenta, de creer que, cuando se expansiona la demanda, basta con que el d¨¦ficit se reduzca para considerar restrictivo un presupuesto. Las pol¨ªticas presupuestarias hay que juzgarlas por sus medidas. El presente a?o es un ejemplo de c¨®mo la demanda interna puede acelerarse al mismo tiempo que se reduce el d¨¦ficit. La explicaci¨®n de este aparente milagro es que, siempre que la demanda y las importaciones se acaloran, como sucedi¨® en los ochenta y como est¨¢ sucediendo ahora, los impuestos indirectos inundan las arcas de Estado, por la simple raz¨®n de que los impuestos indirectos se pagan sobre la demanda.
Los que esperan que el Gobierno tropiece en el corto plazo con una reducci¨®n del crecimiento se equivocan. Mientras nuestra econom¨ªa se separe de la europea por la mayor expansi¨®n de la demanda interna, nuestra divergencia se seguir¨¢ traduciendo en un mayor crecimiento a corto plazo. El problema es que esta forma de crecer no es sostenible porque provoca una inflaci¨®n que nos separa de los dem¨¢s y deteriora nuestra balanza comercial y corriente. En los excesos de la demanda interna se empieza siempre con la euforia, luego vienen los desequilibrios y, solamente al final, el organismo se resiente y queda afectado el crecimiento. De momento, lo primero que podemos certificar es que el Gobierno se propone inyectar m¨¢s droga al euf¨®rico y que, seguramente, el tr¨¢mite parlamentario acabar¨¢ aumentando la dosis. Ya veremos si el FMI se confunde y, esta vez, los excesos de demanda no son tan perjudiciales como lo fueron siempre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.