Pinochet y los realistas
Aznar no ha obrado por convicciones, sino por oportunismo pol¨ªtico
El relato del horror que interpret¨® el fiscal Alan Jones en la vista por la extradici¨®n de Pinochet pone las cosas en su sitio. El cumplimiento de los procedimientos jur¨ªdicos es garant¨ªa insoslayable, pero la cuesti¨®n principal son las atrocidades cometidas. Entre presiones diplom¨¢ticas y triqui?uelas judiciales se corr¨ªa el riesgo de que el mal quedara perfectamente banalizado. Jones ha impuesto el principio de realidad. Quienes piensan que Pinochet no deber¨ªa ser juzgado no pueden hacer abstracci¨®n de la crueldad de los delitos que se le imputan. Porque de lo contrario los que utilizan argumentos de realismo pol¨ªtico para devolver a Pinochet a Chile caen, como siempre que un instrumento se convierte en doctrina, en el peor de los idealismos: la desvirtuaci¨®n de la realidad.El caso Pinochet est¨¢ sirviendo para que nos conozcamos mejor. Para el Gobierno es una papeleta. Todos sabemos que buena parte de la derecha espa?ola estuvo a favor del golpe de Estado de Pinochet. Basta leer la prensa de la ¨¦poca y hacer un poco de memoria de las cosas que se dec¨ªan a media voz. No es ninguna presunci¨®n abusiva suponer que la mayor¨ªa de los partidarios del golpe de Pinochet est¨¢ entre el electorado del Partido Popular. Aznar ha amalgamado a todas las derechas -¨¦ste ha sido uno de sus m¨¦ritos reconocidos-, sin que ninguna de ellas se haya desmarcado. Por tanto, es leg¨ªtimo pensar que los pinochetistas tambi¨¦n est¨¢n dentro. Aznar ha hecho lo de tantas veces: no obrar por convicciones, sino por oportunismo pol¨ªtico. El Gobierno no tiene opini¨®n sobre un caso de tanta envergadura, porque se escuda bajo el argumento de la independencia de la justicia. Convierte la demanda de extradici¨®n en un tr¨¢mite para dar un perfil pol¨ªticamente incoloro a su acci¨®n, al tiempo que manda al fiscal general a hacer el trabajo sucio: boicotear la extradici¨®n. Y despliega una diplomacia de doble lenguaje que irrita a los gobernantes chilenos.
El doble lenguaje adquiere car¨¢cter vergonzante cuando echa las culpas a los socialistas de no querer consensuar una soluci¨®n que devuelva a Pinochet a Chile. Adem¨¢s de no mojarse, Aznar quiere que el PSOE pague el gasto. ?Cinismo o ignorancia de la historia reciente? A pesar de los argumentos de Felipe Gonz¨¢lez, el PSOE no puede tener otra posici¨®n que apoyar la extradici¨®n. El golpe de Estado de Pinochet fue una herida profunda que todav¨ªa sangra en el imaginario de la izquierda espa?ola. Y el PSOE tiene en la izquierda sus ra¨ªces y su clientela. En pol¨ªtica, no todo se reduce a pesar y medir las relaciones de fuerza, tambi¨¦n hay cuestiones de sensibilidad. ?C¨®mo va a obviarlas el PSOE para echarle una mano a Aznar cuando est¨¢ atrapado por su oportunismo?
De entre los argumentos que se han utilizado contra la actuaci¨®n del juez Garz¨®n hay dos que me parecen mezquinos: el soberanismo y los complejos derivados de las cuentas pendientes de nuestra transici¨®n.
El procesamiento de Pinochet introduce en las relaciones internacionales la idea universal de justicia, cercenada por la soberan¨ªa de los Estados. La soberan¨ªa nacional no es un valor ilimitado. Y cada vez lo ser¨¢ menos. Hay delitos que no tienen patria, aunque casi siempre se cometan en nombre de la patria. Son delitos que ata?en directamente a la dignidad del hombre y que, por tanto, conciernen a la humanidad entera. Por ejemplo, los de Pinochet. Actuar contra ellos es reconocer el car¨¢cter universal de la justicia por encima de coartadas soberanistas o multiculturalistas. Si Chile no era capaz de juzgar al dictador, es irreprochable que quien legalmente pueda hacerlo lo haga. Entrar en el argumento soberanista es llevar la batalla al terreno ideol¨®gico que Pinochet quiere. Si pretendi¨® legitimar el terror en nombre de la patria, ahora quiere justificar su exculpaci¨®n en nombre de la patria.
Se dice que los espa?oles no tienen derecho a hacer con Pinochet lo que no fueron capaces de hacer con Franco y los franquistas. Pinochet pagar¨ªa cierto complejo de inferioridad derivado de nuestra incapacidad por derrocar a Franco. La impotencia de entonces es precisamente una raz¨®n para ayudar a los chilenos a conseguir lo que en Espa?a no se logr¨®. Porque nunca es buena noticia que los dictadores y sus ac¨®litos salgan impunes de sus fechor¨ªas. Es un incentivo para la crueldad.
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