El sexo chino
Occidente es obsceno, expuesto, manifiesto, pero China ha sido impl¨ªcita, recatada, oculta. Ma?ana se cumplen 50 a?os de la Rep¨²blica Popular de Mao, que, promoviendo la igualdad jur¨ªdica entre los hombres y las mujeres, podr¨ªa haber presagiado un desenfado en el amor y las relaciones sexuales. Sin embargo, casi nada de ello fue posible en aquel tiempo.En una atrevida encuesta de 1990 emprendida sobre 23.000 compatriotas, Liu Dalin descubri¨® que un 90% de las mujeres chinas, casadas o solteras, desconoc¨ªa de qu¨¦ le estaban hablando cuando se le alud¨ªa al orgasmo, y un 40% afirmaba no sentir m¨¢s que dolor durante el coito. Casi una d¨¦cada despu¨¦s, el mismo Liu Dalin ha aireado una nueva noticia para los chinos: las universitarias de las ciudades empiezan a tomar iniciativas lujuriosas. Con 63 a?os, Liu Dalin, M¨ªster Sexo, como se le conoce en China, ha publicado ahora otro informe sobre el estado sexual de su pa¨ªs. Las cosas no pueden compararse todav¨ªa, dice Lui, con las del mundo occidental, pero, por ejemplo, han empezado a ensayarse posturas distintas a las del misionero y, lo que le parece m¨¢s llamativo, un buen n¨²mero de parejas se desviste ya para hacer el amor, lo que parecer¨ªa ins¨®lito en tiempos mao¨ªstas.
Siempre existe en China una gigantesca diferencia entre la vida de las ciudades costeras y las aldeas interiores, como tambi¨¦n hay una clamorosa divisi¨®n entre los mayores de 60 a?os y los menores de 30 o, lo que es lo mismo, entre los que vivieron la experiencia del comunismo con su revoluci¨®n cultural y quienes han crecido entre las reformas econ¨®micas de Deng Xiaoping desde 1978.
Para hacerse una idea de este abismo vale la investigaci¨®n m¨¢s reciente de Gallup 1997, donde m¨¢s de la mitad de los habitantes de las zonas rurales, frente a un 5% de los residentes en grandes ciudades, declara no haber visto nunca a un extranjero. Igualmente, casi una mitad de los habitantes de estas urbes ha asistido alguna vez a una pel¨ªcula occidental, y s¨®lo uno de cada cinco tuvo esa oportunidad en el campo.
En cuanto a las edades, Gallup 1997 constata que si un tercio de los pequineses entre los 18 y los 29 a?os han usado alguna vez Internet, no sabe siquiera c¨®mo funciona una catorceava parte de los mayores de 40 a?os. O tambi¨¦n, mientras las se?oras mayores de 60 a?os no han experimentado nunca cu¨¢l era la sensaci¨®n de presentarse en p¨²blico con los labios pintados, tres cuartas partes de las chicas menores de 30 a?os usan ya, habitualmente, carm¨ªn.
China est¨¢ cambiando muy deprisa y de una forma tan procaz en sus calcos occidentales que las autoridades han restringido a las empresas extranjeras, desde agosto de este a?o, la ocasi¨®n de sondear los gustos y deseos de la poblaci¨®n, supuestamente epic¨²reos o anticomunistas. No m¨¢s de 350 millones de chinos han alcanzado todav¨ªa una capacidad de compra y han adoptado modos de vida al estilo occidental, pero son ya bastantes para despertar el inter¨¦s de las grandes multinacionales y estimular su propaganda. Un 90% de los hogares de las ciudades grandes tiene televisor; m¨¢s de la mitad, v¨ªdeo, y una cuarta parte, tel¨¦fono m¨®vil. Efectivamente, no es representaci¨®n total del rostro chino, pero en esa m¨¢scara se va creando el conflicto m¨¢s pr¨®ximo. China, 50 a?os despu¨¦s de la victoria mao¨ªsta, no sabe bien a qu¨¦ atenerse. En una investigaci¨®n de la revista Fortune, la mayor¨ªa de los interrogados declaraba sentirse optimista respecto al porvenir, pero no fijaba el lugar de ese porvenir. A medio plazo, la misma China que va ganando placer sexual debe hacer frente al desconocido dolor del desempleo y el desamparo rural, al descr¨¦dito de sus viejas ideas y a un vac¨ªo moral que no satisfacen a¨²n ni las oscuras y extra?as sectas dom¨¦sticas ni los soleados y obscenos objetos extranjeros.
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