Tan aburrido como se esperaba
Ya lo ven¨ªa diciendo la afici¨®n: esta feria no vale na. Sobre el papel iba el juicio. Los carteles de la Feria de Oto?o, en efecto, traen escaso atractivo y la novillada inaugural tampco hac¨ªa concebir esperanzas. Se barruntaba el aburrimiento y eso sucedi¨®.No es por nada pero las novilladas ya no son lo que eran. Salvo que venga alguien pegando, no suscitan ninguna ilusi¨®n. Al contrario que antes. Antes -par de d¨¦cadas atr¨¢s- tanto por la fiereza de los novillos como por el arrojo de los novilleros, las novilladas ten¨ªan muchas veces mayor inter¨¦s que las funciones mayores y transcurr¨ªan argumentadas y emocionantes.
Aburridas, nunca. Nunca jam¨¢s aburr¨ªan las novilladas. Eso de estar hablando de gastronom¨ªa con el vecino de localidad, o pasarse media tarde estudiando el palmito de Estrellita mujer objeto por quien no pasan los a?os (o pasan poco), o hacer esfuerzos sobrehumanos para no sucumbir a los arrullos de la siesta del carnero, era impensable en las novilladas de dos d¨¦cadas atr¨¢s y cuantas hubo de ah¨ª hasta la noche de los tiempos.
Hern¨¢ndez / Roble?o, Barea, Fandi
Cinco novillos de F¨¦lix Hern¨¢ndez Barrera (uno fue rechazado en el reconocimiento) y 1? de Fernando Pe?a, muy bien presentados; 4?, serio, con cuajo y fuerte, manso; en general, de escasa codicia; 3?, encastado. Fernando Roble?o: estocada ca¨ªda (algunas palmas); media atravesada y descabello (algunas palmas). Antonio Barea: cuatro pinchazos, se tumba el novillo y aviso (silencio); estocada trasera perdiendo la muleta (oreja con protestas). El Fandi: estocada corta delantera ca¨ªda, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo hondo, estocada ladeada y dos descabellos (palmas y saluda). Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. 1? corrida de la Feria de Oto?o. Tres cuartos de entrada.
Un lector canadiense consultaba por e-mail qu¨¦ significa embraguetarse. Lo hab¨ªa le¨ªdo en alguna cr¨®nica y pues supon¨ªa que la voz viene de bragueta, no acertaba a comprender. Los aficionados de dos d¨¦cadas atr¨¢s y de la noche de los tiempos dec¨ªan embraguetarse y no necesitaban m¨¢s explicaciones para estar al cabo de la calle: ellos se entend¨ªan.
Los bravos novilleros lo hac¨ªan mucho: embraguetarse. Y con el embraguetamiento, una de dos: o pon¨ªan al p¨²blico en pie o el fiero novillo se los echaba a los lomos. Es lo contrario de lo que ocurre ahora: que aqu¨ª no se embragueta ni Dios, dicho sea con perd¨®n. Las figuras pasan de embraguetarse y los novilleros se justifican con el ejemplo. Se limitan a los detalles.
Frecuentemente los detalles no rebasan la pinturer¨ªa o los jactanciosos ademanes. Los de la funci¨®n inaugural de la Feria de Oto?o, sin embargo, aportaron algo m¨¢s: buen corte torero Fernando Roble?o, por ejemplo; ritmo cadencioso Antonio Barea; valerosos faroles de rodillas a porta gayola y fragorosos pares de banderillas El Fandi.
No es poco, desde luego, pero tampoco basta. Porque tirar la ver¨®nica o entrar a los quites con m¨¢s espectacularidad que hondura, muletear con la suerte descargada y sin ligaz¨®n, todo ello deliberadamente, con reiterada monoton¨ªa, ni acarrea m¨¦rito, ni despeja futuro, y tampoco gusta ni divierte. Antes al contrario, adormece.
Mejores maneras emple¨® Antonio Barea con el quinto novillo, al que embarc¨® con suavidad y gusto por redondos y por naturales en bien construidas tandas. Claro que el novillo embest¨ªa con tan mortecina pastue?ez que la faena produc¨ªa escasas vibraciones. Y la oreja con que se premi¨® fue protestada por parte de la afici¨®n.
El banderilleo atl¨¦tico de El Fandi, par al viol¨ªn incluido, provoc¨® m¨¢s alboroto, si bien luego deca¨ªa hasta convertirse en decepci¨®n. Pudo apreciarse que la proverbial valent¨ªa de El Fandi quedaba en entredicho pues ni se embraguetaba ni nada, los novillos le desbordaban y pretend¨ªa suplir su falta de recursos mediante la mediocridad del tremendismo encimista.
La fiesta ha quedado as¨ª de vac¨ªa y pl¨²mbea. Y ¨¦stas son lentejas.
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