Chistes de catalanes
No hace falta ser freudiano de estricta obediencia para darse cuenta de que la mejor prueba de que no acaban de ir bien las cosas en las relaciones entre Catalu?a y el resto de Espa?a reside en la proliferaci¨®n de chistes sobre catalanes. Los que se refieren a Jordi Pujol le presentan como un cruce entre Matusal¨¦n y una especie de Franco provinciano y los que tienen como protagonista a Maragall, menos frecuentes, le pintan como un ser lo bastante extravagante como para parecer borracho. Lo curioso del caso es que el enfrentamiento entre estos dos pesos pesados tiene una importancia extraordinaria para el conjunto de la pol¨ªtica espa?ola. Resulta evidente que una victoria de Maragall dar¨ªa un vuelco a las expectativas de futuro en Madrid y que la de Pujol parece mantenernos algo m¨¢s en el campo de lo previsible. Pero, adem¨¢s, se debiera recordar en la capital que la pol¨ªtica catalana es otra cosa -distinta y en muchos sentidos mejor- que aqu¨ª.Las trayectorias biogr¨¢ficas de Pujol y Maragall tienen coincidencias y cruces. Procedentes ambos, en lo remoto, de un catolicismo antifranquista, no se suele recordar que el padre del candidato socialista recibi¨®, antes de ingresar en el socialismo, una oferta de colaboraci¨®n del presidente de la Generalitat. Tambi¨¦n se olvida que el joven Maragall asisti¨® al juicio en el que Pujol, hace m¨¢s de 30 a?os, fue condenado a siete a?os de c¨¢rcel, previa tortura en una comisar¨ªa barcelonesa. De esa manera, el enfrentamiento de estos d¨ªas se asemeja, en t¨¦rminos de pol¨ªtica madrile?a, a una lucha por la alcald¨ªa entre Tierno Galv¨¢n y Ra¨²l Morodo. No es s¨®lo eso. La foto que se puede contemplar en los libros de Historia nos recupera la imagen de aquella famosa comisi¨®n de los nueve formada por la oposici¨®n con el prop¨®sito de negociar con Su¨¢rez. De sus miembros cinco han muerto y tres pertenecen a la categor¨ªa de los jubilados pol¨ªticos: s¨®lo Pujol permanece. Cuando se escribi¨® su biograf¨ªa, hace unos a?os, resultaba ser uno de los cuatro o cinco responsables pol¨ªticos de una regi¨®n europea que llevaba m¨¢s tiempo en el poder. Hoy ya estar¨¢ en un puesto m¨¢s avanzado y quiz¨¢, de ser reelegido, figure en el Guiness. Quienes interpretan la Historia con los moldes mentales de Anguita atribuir¨¢n esa permanencia a la solidez y la terquedad de la burgues¨ªa catalana. Pero el padre de Pujol fue botones de un banco y ¨¦l no es s¨®lo un pol¨ªtico, sino tambi¨¦n una especie de l¨ªder social y un animador cultural. Gaziel dec¨ªa que cuando Catalu?a sufr¨ªa una derrota y conclu¨ªa sumida en un hundimiento colectivo se replegaba sobre s¨ª misma y reiniciaba su reconstrucci¨®n. No cabe la menor duda de que en ese proceso, en la ocasi¨®n m¨¢s infausta de su Historia, Pujol ha jugado un papel esencial. Verle al frente de los destinos de Catalu?a hoy viene a ser algo parecido a como si uno de los patriarcas de la oposici¨®n moderada -un Ruiz Gim¨¦nez o un Ridruejo, pero sin su pasado- estuviera en La Moncloa. Maragall representa la m¨¢xima cercan¨ªa que hoy se ha dado entre nosotros al modelo de la tercera v¨ªa. Lo es incluso en su ambivalencia: ese aire fresco, original y renovador unido a la sospecha de superficialidad, vinculaci¨®n a un partido pero transversalidad a base de independientes, catalanismo pero no nacionalismo. Imag¨ªnese que en Madrid un alcalde joven -de ¨¦sos que no han existido- consiguiera incluir en su candidatura a un ex rector de la Universidad y hubiera logrado que unas decenas de miles de ciudadanos no afiliados firmaran en apoyo a su candidatura. Todav¨ªa m¨¢s: pi¨¦nsese en un candidato socialista a lehendakari capaz de proponer a Euskal Herria "como lugar de di¨¢logo y no de oraci¨®n, como punto de partida y no de llegada", o dispuesto a decir que si se quiere ser progresista "debe renunciarse a la comunidad de serlo contra el nacionalismo". Las circunstancias han concedido a las elecciones catalanas un papel muy relevante en el conjunto de la pol¨ªtica espa?ola. Al margen del chiste, que, referido a los pol¨ªticos, puede tener tambi¨¦n una funci¨®n desengrasante -los chistes sobre pol¨ªticos vascos son m¨¢s bien esperpentos-, convendr¨ªa recordar que la pol¨ªtica catalana es diferente. En cercan¨ªa real entre los dos candidatos, estabilidad y sutileza en su confrontaci¨®n, mucho habr¨ªa que imitar en Madrid.
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