El recreo
En la ciudad madrile?a de Alcal¨¢ de Henares se est¨¢ produciendo un hecho muy curioso: los padres de alumnos, pertenecientes a varias asociaciones, exigen para sus hijos la jornada de horario continuado en los colegios.Esta petici¨®n me resulta sorprendente porque en las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha insistido mucho en la falta de atenci¨®n y de compa?¨ªa que sufre la mayor parte de los ni?os una vez que sale de clase, pues en la actualidad los padres (el padre y la madre) trabajan pr¨¢cticamente todo el d¨ªa y ellos, cuando salen del colegio, pasan a¨²n muchas horas solos o con sus hermanos. Y eso que salen a media tarde.
Hoy en d¨ªa, sobre todo en las ciudades o en las localidades grandes, la gente ocupa mucho tiempo en el trabajo, la jornada laboral se extiende a menudo hasta entrada la noche y ya no es costumbre comer en casa con la familia. Si es que la familia existe en su sentido m¨¢s convencional. Porque, adem¨¢s, el concepto de unidad familiar se ha transformado, gracias a la evoluci¨®n sociol¨®gica que ha supuesto en Espa?a la legalizaci¨®n del divorcio y que ha producido al tiempo un cambio en la mentalidad de este pa¨ªs, caduca hasta hace bien poco.
El caso es que ahora muchos ni?os conviven a diario s¨®lo con uno de sus progenitores (generalmente con la madre, porque hemos evolucionado pero no tanto), que suele trabajar muchas horas a la semana.
As¨ª que me ha llamado mucho la atenci¨®n que los padres de Alcal¨¢ de Henares quieran que sus hijos salgan de clase a las 14.00 horas, mediod¨ªa, en pleno foll¨®n de trabajo y de comida basura.
Siempre he pensado que los horarios lectivos infantiles resultan agotadores y van encaminados a acostumbrar a la gente, desde peque?os, a sufrir la disciplina (la de tipo malvado), la rigidez vital, el cansancio f¨ªsico y mental, la idea interminable del deber.
Una de las m¨¢s crueles torturas psicol¨®gicas que he sufrido en mi vida (y todos sabemos que la vida es en algunos momentos una sofisticada tortura) consist¨ªa en tener ciertas clases a las cuatro de la tarde, despu¨¦s de comer y despu¨¦s de creer, en un peque?o recreo, que era un poquito libre. Por ejemplo, en mi caso, tener clase de matem¨¢ticas (disciplina que a?os despu¨¦s, y quiz¨¢ demasiado tarde, descubr¨ª fascinante pero que en mi infancia y en mi adolescencia cre¨ªa inventada para mi horror particular).
Siempre he pensado que las ma?anas infantiles podr¨ªan estar destinadas a aprender a trav¨¦s del esfuerzo inevitable y que las tardes deber¨ªan estar destinadas a aprender a trav¨¦s del disfrute probable.
Si los ni?os de Alcal¨¢ de Henares est¨¢n solos toda la tarde, habr¨¢ que pensar en alternativas que les hagan pasarlo bien, ser lo m¨¢s felices posible, no sentirse rehenes de sus d¨ªas sino divertidos protagonistas. Me parece muy bien que acaben las clases a las dos, aunque haya que pensar qu¨¦ hacen despu¨¦s, hasta que llegan los adultos de su vida.
O (ser¨ªa posible) lo que habr¨ªa que hacer ser¨ªa pensar tambi¨¦n en el horario de los adultos, en que a lo mejor es bastante inhumano estar ocupado en obligaciones laborales casi hasta la hora de cenar y dormirse estresado para despertar pocas horas despu¨¦s. Y vuelta a empezar.
A lo mejor habr¨ªa que plantearse que la vida diaria no deber¨ªa de ser s¨®lo ir al colegio y trabajar, sino tambi¨¦n pasear y leer, escuchar m¨²sica y ver a los amigos, jugar, entretenerse, pensar, perder el tiempo.
A lo mejor lo que no funciona es este sistema de proletarios pr¨®speros.
Y quiz¨¢ sea esa la raz¨®n por la que se ha producido lo que m¨¢s me ha llamado la atenci¨®n de la protesta de los padres de Alcal¨¢ de Henares: que parte de su huelga consiste en recoger a sus ni?os en el colegio a media ma?ana e irse con ellos un par de horas al recreo.
Me han resultado muy sugerentes todos esos adultos pasando el rato en el recreo. Porque los adultos tambi¨¦n necesitan recreo, necesitan recrearse, que significa solazarse en lo bueno, y tambi¨¦n significa volver a crearse, crearse de nuevo.
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