918 d¨ªas en Londres SERGI P?MIES
La protagonista del primer libro en solitario de Enric Gonz¨¢lez (Barcelona, 1959) es una ciudad indiferente, inabarcable y sosegada. Los adjetivos son del propio Gonz¨¢lez, que los utiliza como agujas de entom¨®logo para inmovilizar unos sustantivos elegidos tras una cuidada selecci¨®n. Pese a ser periodista practicante, no recurre al viejo truco de maquillar el texto con excesos de informaci¨®n que intimiden al lector. Tampoco se recrea en la eficacia de su estilo para ahorrarse el trabajo de contar cosas interesantes. El libro se titula Historias de Londres (Editorial Pen¨ªnsula) y cuenta, pues eso: historias de Londres (hasta ahora lo habitual era que los hispanistas ingleses a lo Gerald Brenan reflexionaran sobre nuestras casta?uelas, tempranillos y gazpachos, as¨ª que es justo que les devolvamos el favor). No es una gu¨ªa, no es un libro de viajes, no es un reportaje, pero tiene mucho de las tres cosas. Se trata de un ejercicio de periodismo en primera persona sin las restricciones de espacio ni las limitaciones de tiempo que tanto caracterizan esta privilegiada profesi¨®n.Enric Gonz¨¢lez vivi¨® 918 d¨ªas en Londres, entre julio de 1991 y enero de 1994. All¨ª descubri¨® que el ingl¨¦s del que tan orgulloso se sent¨ªa le serv¨ªa de muy poco, observ¨®, habl¨® con la gente, se hizo preguntas e intent¨® respond¨¦rselas. Parece sencillo, pero no lo es. Luego hay que ordenarlo todo, mezclar historia y testimonio, opini¨®n y entrevista y controlar un ej¨¦rcito de datos que tienden a rebelarse para, finalmente, llegar a conclusiones como a) "No es que los ingleses sean sucios, es que son raros, e isot¨¦rmicos. El ingl¨¦s se abrocha la gabardina en invierno y se la desabrocha en verano, eso es todo", b): "Londres no teme los cambios, ni teme a los extranjeros, ni teme perder una identidad determinada. Es de una indiferencia majestuosa", o c): "En Londres, los animales son un elemento fundamental en las relaciones entre vecinos. Los ni?os, no. Hay pocos ni?os en Londres. Y cuando uno de ellos es avistado, es aconsejable mantenerse a distancia".
Est¨¢ claro que Luis Arribas Castro se qued¨® corto cuando dijo que la ciudad es un mill¨®n de cosas. ?Ojal¨¢ s¨®lo fueran un mill¨®n!, debi¨® de pensar Gonz¨¢lez cuando empez¨® a ordenar su pasado en busca de material para un libro -185 p¨¢ginas, 220 gramos de peso- sobre su estancia como corresponsal en Londres. El corresponsal correspondi¨® con una mezcla de muchas cosas que, juntas, insin¨²an el retrato premeditadamente incompleto de una ciudad a la que, en mis tiempos, s¨®lo se iba a comprar, a abortar o a fregar platos y que ahora es noticia por un terrible accidente ferroviario, por academias de idiomas regidas por tipos vagamente pederastas o por tener retenido, contra su voluntad, a Pinochet.
"?Y c¨®mo es Londres?", le pregunto a Gonz¨¢lez mientras charlamos en una de las cafeter¨ªas m¨¢s tristes de la Zona Franca. "Una ciudad universal, sin complejos, tranquila", responde sin dejarse influir por el tenebroso paisaje. "?Y por qu¨¦ nos gusta tanto prendarnos de ciudades que no son la nuestra?", insisto. "Por la misma raz¨®n por la cual no nos enamoramos de nuestra madre, supongo. Enamorarse de tu propia ciudad me parecer¨ªa un poco incestuoso. De otra ciudad, en cambio, es distinto. Est¨¢, adem¨¢s, el factor anonimato. Tu propia ciudad es como tu madre: te conoce demasiado y t¨² la conoces demasiado. Una ciudad nueva, en cambio, es como una novia a la que acabas de conocer", dice con ojos de enamorado de una ciudad que no es la suya.
As¨ª como el periodismo de urgencia recomienda no expresar sentimientos y opiniones, el reportaje de larga distancia permite desarrollar mejor el punto de vista y tolera digresiones. Historias de Londres es una invitaci¨®n a conocer la ciudad y una amena sucesi¨®n de cr¨®nicas (sobre la cerveza -700 tipos de cerveza entre las que elegir-, el f¨²tbol, Jack el Destripador, las apuestas, la Bolsa, los clubes privados, el posthatcherismo y su moribundo sistema sanitario y la era pre-Blair o la invisible frontera entre parques -Cort¨¢zar lo llamaba "continuidad de los parques"-). Tambi¨¦n es un libro melanc¨®lico, escrito por un esc¨¦ptico que no renuncia al placer de la curiosidad como m¨¦todo de aproximaci¨®n a la realidad. Lean, si no, la descripci¨®n que hace de Jeffrey Barnard ("el mejor columnista de su tiempo", seg¨²n Gonz¨¢lez): "Hablaba lenta y penosamente, con largos circunloquios, y la mano con la que sujetaba el cigarrillo le temblaba tanto que necesitaba sujet¨¢rsela con la otra. Tuvo muchas mujeres, muchos amigos y muchos enemigos, hizo el rid¨ªculo m¨¢s all¨¢ de todos los l¨ªmites de la dignidad y devast¨® cientos de cuentas corrientes con sus sablazos".
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