La compatibilidad de las identidades
El gran soci¨®logo norteamericano Robert K. Merton -recientemente nombrado doctor honoris causa de la Universidad Complutense-, dec¨ªa con frecuencia que todo modo de ver es un modo de no ver, pues la mirada es ciega hacia aquello que queda m¨¢s all¨¢ de su foco de atenci¨®n. El ojo no se ve viendo. Esto es muy cierto en la investigaci¨®n social y as¨ª, por ejemplo, los sondeos de opini¨®n se hacen siempre formulando preguntas a las que responde el entrevistado, lo que implica la obviedad de que ¨¦ste no responde a lo que no se le pregunta. La investigaci¨®n social rara vez investiga c¨®mo investiga.Pues bien, en la investigaci¨®n sobre el nacionalismo llevamos d¨¦cadas trabajando con una pregunta clave, se siente s¨®lo espa?ol, m¨¢s espa?ol que catal¨¢n (o vasco, o canario...), tan espa?ol como catal¨¢n, m¨¢s catal¨¢n que espa?ol o, finalmente, s¨®lo catal¨¢n, sobre cuyas respuestas hemos construido casi todo lo que sabemos sobre el nacionalismo. La pregunta viene arrojando resultados muy homog¨¦neos y en todas las comunidades se aprecia una clara mayor¨ªa de quienes sienten una doble lealtad, espa?ola y regional (o nacional), frente a quienes se sienten s¨®lo espa?oles o s¨®lo de otra nacionalidad. Pero lo que esa pregunta no deja ver es en qu¨¦ medida los ciudadanos perciben que la lealtad nacional es compatible con la regional o viceversa. Pues puede darse el caso de ciudadanos catalanes o vascos que, a pesar de sentirse predominantemente tales, consideran que ello no es incompatible con ser espa?oles. O, al contrario, que se sienten sobre todo espa?oles, pero creen que ello es compatible con ser vasco o catal¨¢n. La pregunta cl¨¢sica fuerza, pues, al entrevistado a posicionarse en un continuo cuyos extremos son ser s¨®lo espa?ol o catal¨¢n (o vasco...), lo que es tanto como poner las identidades en un plano horizontal (como cualidades extensas, no miscibles, que dir¨ªa Miguel Herrero siguiendo a Kant), y no en el plano vertical (como cualidades intensas y superponibles o modelo de mu?ecas rusas). En resumen, la pregunta fuerza a aceptar que s¨®lo una d¨¦bil identificaci¨®n nacionalista puede compatibilizarse con una fuerte identificaci¨®n espa?ola (y viceversa), ocultando otro supuesto: que alguien se sienta muy espa?ol por ser muy catal¨¢n (o viceversa). Y esto es importante no s¨®lo porque matiza poderosamente los resultados sobre los que venimos trabajando sino porque la soluci¨®n constitucional es, creo, ¨¦sa: que ser o sentirse catal¨¢n o vasco es un modo de ser espa?ol y no de no serlo.
Pues bien, el tema no pod¨ªa pasarle inadvertido a un soci¨®logo de la experiencia de Juan D¨ªez Nicol¨¢s y en una investigaci¨®n de julio de 1998 de la que da cuenta hace poco (v¨¦ase Identidad nacional y cultura de defensa, Madrid, 1999), nos saca de dudas. D¨ªez Nicol¨¢s s¨ª ha preguntado en qu¨¦ medida es compatible sentirse nacionalista y espa?ol al tiempo. Y los resultados muestran, como sospech¨¢bamos y esper¨¢bamos, y sin duda alguna, que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos de toda Espa?a se ajustan espont¨¢neamente a la f¨®rmula constitucional. Concretamente, en Catalu?a nada menos que 9 de cada 10 (el 91%) piensan que es totalmente o bastante compatible ser catal¨¢n y espa?ol; s¨®lo un 6% afirma que es (totalmente o bastante) incompatible. Y en el Pa¨ªs Vasco 2 de cada 3 (el 63%) piensan lo mismo, aunque aqu¨ª la incompatibilidad crece hasta el 33%. Pero, lo que es m¨¢s sorprendente, incluso los votantes de partidos nacionalistas afirman abrumadoramente esa compatibilidad, ya sean de derechas (78%) o de izquierdas (64%).
En resumen, no s¨®lo la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos espa?oles, sino la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos espa?oles nacionalistas compatibilizan sin dificultad alguna sus identidades nacionales con la identidad espa?ola. ?Pod¨ªa ser de otro modo? ?Acaso no compatibilizamos identidades de m¨¢s variado pelaje sin dificultad? Si somos, por ejemplo, cat¨®licos, vegetarianos, arquitectos, mujeres, madres, seguidores del Bar?a, amantes de la naturaleza y cientos de cosas m¨¢s, ?por qu¨¦ narices no ¨ªbamos a poder ser esas dos al tiempo?
Y n¨®tese, para terminar, que s¨®lo esa inclusividad permite concebir una arquitectura pol¨ªtica europea que respete los Estados nacionales y se construya sobre ellos, y no al margen de ellos, siendo europeo sin dejar de ser espa?oles sino, al contrario, si¨¦ndolo profundamente, justo lo que algunos de nuestros principales europe¨ªstas -como Salvador de Madariaga- propugnaban.
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