Responder a Haider
El problema no es s¨®lo J?rg Haider en Austria, sino las razones de su ¨¦xito electoral y sus posibles efectos sobre el conjunto de Europa. Pues, aunque en ning¨²n otro pa¨ªs europeo esta nueva extrema derecha haya alcanzado cotas electorales tan espectaculares, movimientos similares anidan en numerosos pa¨ªses, con el riesgo de contaminar tanto a la derecha como a la izquierda razonables y a la propia agenda europea.Es un problema de Europa y para Europa.
La situaci¨®n no es comparable a la de los a?os treinta. El anticomunismo ha perdido vigencia con la pr¨¢ctica desaparici¨®n de su objeto. Austria es hoy una de las econom¨ªas m¨¢s ricas de Europa, con una baja tasa de paro. Pero es un pa¨ªs que no sabe lo que es, que Robert Menasse describi¨® bien en un libro titulado El pa¨ªs sin cualidades. Tiene una capital imperial sobredimensionada para su tama?o. Con el fin de la guerra fr¨ªa ha perdido su papel de pivote entre Este y Oeste, pero mantiene una desfasada neutralidad. Y ha entrado en la Uni¨®n Europea por inter¨¦s (lo que es perfectamente leg¨ªtimo), pero no por convicci¨®n; y se nota.
Trece a?os de gran coalici¨®n entre socialdem¨®cratas -ya sin el gran Bruno Kreisky- y conservadores han destruido ese juego entre Gobierno y oposici¨®n que es esencial para la democracia y ha impulsado el crecimiento del fen¨®meno Haider, que se ha alimentado, en ese caldo de cultivo, de los resentimientos que crea una poblaci¨®n inmigrada superior al 12% y en aumento.
Con ser ¨¦stas caracter¨ªsticas austriacas, aunque en menor grado existen movimientos similares en otros pa¨ªses, desde Francia (pese a la ruptura interna del Frente Nacional), Alemania o Noruega, por citar s¨®lo unos ejemplos, y otras variantes de populismo ultra (como el GIL en Espa?a), casi todos ellos con un marcado componente xen¨®fobo y una tendencia clara en contra de una mayor integraci¨®n europea.
Lo extraordinario es que tambi¨¦n se aprecien estos elementos en algunos partidos conservadores cl¨¢sicos. La semana pasada, en Blackpool se pudo apreciar a esa caricatura de s¨ª misma en que se ha convertido Margaret Thatcher enarbolar la bandera de las "naciones de habla inglesa" contra el Continente, secundando al actual l¨ªder conservador, William Hague, que ha hecho de la anti-Europa su estrategia central.
Anthony Giddens, soci¨®logo, director de la London School of Economics (LSE) y te¨®rico de la tercera v¨ªa, ve el crecimiento de esta derecha extrema como una reacci¨®n a la globalizaci¨®n. No basta con criticar a los Haider, sino que, insiste, hay que buscar una "respuesta estructural" para luchar contra este fen¨®meno, respondiendo a los problemas de los que se nutre, y no ignorarlos. La izquierda no puede criticar simplemente la xenofobia, sino fomentar pol¨ªticas que la eviten, desde la potenciaci¨®n de una ciudadan¨ªa cosmopolita a la revisi¨®n de los sistemas de bienestar o la lucha contra la criminalidad (tema que aprovecha tambi¨¦n la extrema derecha).
Giddens considera que, pese a indudables problemas, pa¨ªses como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda o incluso el Reino Unido han sabido gestionar mejor la cuesti¨®n de la inmigraci¨®n, quiz¨¢s porque llevan mucho m¨¢s tiempo con ella, que la Europa continental. Europa puede ser mejor que EEUU en t¨¦rminos de igualdad, pero no de multiculturalismo o de absorci¨®n de la inmigraci¨®n.Europa necesita desarrollar una pol¨ªtica de inmigraci¨®n m¨¢s plena.
El ¨¦xito de Haider puede tener un efecto inmediato: frenar la agenda de la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, pues en Austria ha crecido el temor a una invasi¨®n humana del Este si se abre la UE. Tras el triunfo de Haider, y las diatribas de Thatcher y otros, incluso entre los soberanistas de derecha o de izquierda en Francia, la cuesti¨®n es saber si va a ser posible m¨¢s Europa: m¨¢s amplia en su territorio y m¨¢s profunda en su integraci¨®n. La respuesta deber¨ªa venir, esencialmente, de la izquierda europea, que gobierna mayoritariamente. ?Sabr¨¢ darla?
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