Cuando el esp¨ªritu de la uva se hace vino
En los primeros d¨ªas de octubre Madrid inicia una vendimia cada vez m¨¢s familiar y artesana
La felicidad -o lo m¨¢s parecido a ella- debe de estar en esta bodega. Y debe de estar sentada a esta mesa. En el fondo del vaso de este blanco Peral del 98. La felicidad -o algo parecido- debe de estar en este queso y estas anchoas que acompa?an los tragos. En la conversaci¨®n tranquila y sin sobresaltos. La felicidad, el estar a gusto -o como cada uno quiera llamarlo- debe de estar aqu¨ª, en el frescor del vino, mientras se abre la tarde en Colmenar de Oreja y pica el aire con el olor ¨¢cido de la uva que muelen al lado.-Qu¨¦ bien se est¨¢ aqu¨ª, ?no?
-Ya lo creo. S¨ª, se?or.
Antonio Peral, vitivinicultor desde hace 32 a?os, due?o de la bodega Peral, cree que el vino es un legado de Dios mismo. Cree en sus bondades como en el evangelio. Antonio Peral est¨¢ ahora con Evaristo Castillo, setenta y tantos a?os, viticultor y tabernero. El que mejor hace las gambas al ajillo.
-P¨®ngalo usted, eh. P¨®ngalo.
-Ya tomo nota, ya.
Las tinajas burbujean con el vino nuevo. Para Navidad podr¨¢ beberse.
-?Y lo del gato muerto o el jam¨®n arrojados al mosto?
-Tonter¨ªas. El jam¨®n est¨¢ bueno con pan y vino.
Antonio sirve el vino ceremonioso y tranquilo, mientras habla de uvas, blancas y tintas; de vendimias y de gentes; de la sabidur¨ªa escondida en tantos a?os de convertir la uva en oro, en sangre sacrat¨ªsima.
-Por aqu¨ª, lo que hay es la uva malvar. Una uva arom¨¢tica y delicada para el blanco. Y para el tinto, tempranillo y cincel. Eso es el vino fino de Madrid.
En Colmenar de Oreja, en Chinch¨®n, en Titulcia, en Villarejo de Salvan¨¦s, en El ?lamo, en Villamanta, en toda la provincia se recoge ahora la uva. Pero no es como antes.
-No, se?or. Esto ha quedado para cuatro jubilados.
Por la ma?anita, con la fresca, en las afueras de El ?lamo, Enrique Fern¨¢ndez se afana inclinado sobre las cepas.
-No me meter¨¦ en un l¨ªo por dar mi nombre, oiga.
-No, hombre, no. No se preocupe.
-Si es que ya sabe usted...
Duelen los ri?ones, dice Enrique. No ha llegado aqu¨ª todav¨ªa el emparrado. Y a la noche acaba uno destrozado. Por eso nadie quiere esto. Por eso son los viejos -"y cuatro moros"- los que se dedican a la vendimia. Son raras ya las cuadrillas. No compensa.
-F¨ªjese usted que aqu¨ª pagan la uva a cinco pesetas el grado. Como el mosto ha dado 14 grados, eche usted la cuenta.
-?La cuenta?
-Co?o, pues bien f¨¢cil: catorce por cinco, setenta pesetas el kilo, ?no?
Y corta con su tranchete unos racimos de un azul oscuro, casi negro. Es uva garnacha, dulce y terciopelo -"luego se lleva usted unos racimos"- que daba antes un vino fuerte y recio, de 14 o m¨¢s grados; que se masticaba, vamos.
-Ahora ya no. Ahora el vino es m¨¢s fino. Con esta uva se hace el vino de Navalcarnero, que ha mejorado mucho.
Enrique Fern¨¢ndez carga los racimos en unos serones de goma y, con ayuda de su cu?ado Manuel L¨®pez -"tambi¨¦n jubilado"-, la carga en el remolque del tractor. ?l tiene algunas lanzadas en El ?lamo. Cada lanzada son 400 cepas. Trabaj¨® siempre en Madrid y ahora recoge su propia uva.
-Volv¨ª a mis ra¨ªces. ?Me entiende usted? A ¨¦stas -se?ala las cepas- y a las de mis padres. Pero ya nadie quiere este oficio.Yo no s¨¦ que va a pasar cuando nosotros lo dejemos.
Son explotaciones familiares que apenas dan para la subsistir. Y, como dice Antonio Peral mientras saborea el blanco del 98, es un cultivo que va desapareciendo.
-Es muy especializado. Y no se puede vivir s¨®lo de la vi?a.
Su padre era industrial panadero, y su abuelo, panadero y agricultor. ?l tiene ocho hect¨¢reas de vi?edo y la bodega. Comercializa un vino que "nada tiene que envidiar a los mejores riojas".
-La calidad, ?sabe usted?, la da tambi¨¦n el precio.
A lo que estamos: de la vi?a no se puede vivir. Y eso que aqu¨ª, en Colmenar de Oreja, pagan a nueve pesetas el grado en la uva tinta. Con que... Lo hab¨ªa dicho en el bar La Cueva Miguel de Pablos, 78 a?os.
-Nacido y bautizado en el 21. O sea, 78 a?os, ya le digo. Aqu¨ª no hay terratenientes. Todo, peque?as vi?as.
Y eso que ¨¦l era cantero. Nunca tuvo cepas. Pero ojos, s¨ª. Y sabe y vio que antes hab¨ªa m¨¢s vi?as y ahora hay menos y m¨¢s peque?as. Juanito, el due?o del bar La Cueva, dice que s¨ª, que es verdad.
Satisfecho, Juanito da a probar un vino casero, tinto, translucido casi, suave. Es -claro- de Colmenar. Se habla de vino con la misma unci¨®n que se habla del cante o de los toros. De aqu¨ª es Manolo Blanco, por nombre art¨ªstico El Canario de Colmenar. Y Juanito tambi¨¦n se marca alg¨²n fandango cuando la cosa se tercia. Ahora no. No son horas.
Se cuestiona todo. Lo dice Miguel cuando alguien menciona a un conocido matador de toros en declive.
-?se ya ha dado con el culo en gotera.
Pero aqu¨ª se viene a hablar de vino. De la cultura del vino. De la uva y la vendimia. Aunque todo -toros, cante, campo o vino-, al final, sea lo mismo. Es lo que piensa Antonio Peral. Antonio habla, con la parsimonia que da la sabiduria, del pasado y del presente. Cuenta lo mucho que han cambiado las cosas. Y lamenta la afici¨®n de los j¨®venes por los cubalibres, por el alcohol duro.
-Antes la gente se tomaba su cuartillo de vino y no se emborrachaba. Ven¨ªa con su garrafita. Para comer. El vino es cultura. Tiene historia. Lo de ahora...
Lo de ahora -a?ade Evaristo- es una pena. ?l, tabernero, vende m¨¢s agua que vino.
-M¨¢s agua que vino, se lo digo yo.
Y eso que ¨¦l hace su propio vino. Es de los pocos que traen a la bodega su uva a maquila.
-?Usted sabe lo que es a maquila?
-Algo he o¨ªdo.
-Pues ya ve usted: hasta en eso quedamos pocos.
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