?A buenas horas...? FRANCESC DE CARRERAS
M¨¢s all¨¢ de los programas detallados, de las declaraciones y los discursos, de los anuncios y los esl¨®ganes publicitarios, lo que deben captar con nitidez los potenciales electores antes de unas elecciones en las diversas alternativas que se presentan es una determinada filosof¨ªa global, un perfil propio, un estilo diferente. En las disputas pol¨ªticas actuales, la necesaria b¨²squeda del centro pol¨ªtico oscurece muchas veces estos perfiles propios y los papeles de unos y otros parecen confundirse. Esto sucede en las elecciones actuales, en las que determinadas declaraciones ¨²ltimas de Carod Rovira se asemejan a propuestas del PP y las apariciones de Pujol en conciertos de rumba catalana poco tienen que ver con la identidad ¨²nica catalana que predica en otras ocasiones. Asimismo, muchas de las frecuentes indefiniciones de Maragall han sembrado el desconcierto en personas dispuestas a votarle.Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de estas confusiones, en la posici¨®n de los dos ¨²nicos partidos con posibilidades de dirigir el Gobierno de la Generalitat, hay diferencias de fondo muy notorias y de ninguna manera puede decirse que representan lo mismo.
Pujol hace una campa?a basada en considerar prioritarias para los pr¨®ximos cuatro a?os dos necesidades que ¨¦l considera b¨¢sicas: por un lado, aumento de las competencias y los ingresos financieros de la Generalitat y, por otro, refuerzo de los elementos identitarios de la sociedad catalana de acuerdo con su tradicional ideolog¨ªa nacionalista. En el fondo, las propuestas del pujolismo no son otra cosa que m¨¢s de lo mismo respecto de todo aquello que ha venido sosteniendo en los ¨²ltimos 20 a?os y no conducen a otra meta que al victimismo y al enfrentamiento con el resto de Espa?a.
Maragall, por su parte, pone el acento, m¨¢s que en el aumento de las competencias, en mejorar el ejercicio de las mismas suministrando mejores servicios, traspasando muchas de ellas a los municipios y, en cuanto a la cuesti¨®n financiera, propone un pacto federal con el resto de comunidades y con el Estado que solucione de una vez la financiaci¨®n auton¨®mica no s¨®lo de Catalu?a, sino del conjunto de Espa?a. En segundo lugar, frente al nacionalismo identitario cl¨¢sico propone un catalanismo plural que exprese la diversidad de la Catalu?a de hoy. La deliberada -y, a mi modo de ver, equivocada- inconcreci¨®n y vaguedad de su discurso hace que estas propuestas no sean comprensibles para muchos. Pero un seguimiento atento de su campa?a -iniciada hace ya varios meses- y, sobre todo, el recuerdo de su brillante etapa de alcalde de Barcelona dejan suficientemente claras estas posiciones alternativas a las de la mayor¨ªa gobernante actual.
El error de Maragall ha sido, por lo menos hasta los ¨²ltimos d¨ªas, m¨¢s de forma que de fondo: no ha sabido transmitir con rotundidad sus ideas a los suyos, es decir, a quienes en las elecciones generales votan fielmente al partido socialista. Las ¨²ltimas encuestas reflejan claramente este error de enfoque, y los actuales esfuerzos que pretenden enmendarlo no se sabe si llegar¨¢n a tiempo. Pujol ha dado un mensaje muy concreto a su p¨²blico de siempre. Maragall ha buscado al p¨²blico de Pujol, lo ha tranquilizado respecto a un cambio suave y necesario que, sin duda, ha convencido a muchos pero a costa, muy probablemente, de olvidarse de su propio p¨²blico.
Sociol¨®gicamente, la ciudad de Barcelona es muy distinta a la realidad social de Catalu?a, y el problema obvio -excepto para algunos expertos en sociolog¨ªa electoral- es que mientras en la ciudad de Barcelona la participaci¨®n electoral en las ¨²ltimas auton¨®micas fue del 66%, en Santa Coloma y en Rub¨ª -por poner dos ejemplos, entre otros muchos- fue del 54%. A su vez, en las elecciones generales pasadas, en Rub¨ª y Santa Coloma la participaci¨®n fue de 20 puntos m¨¢s, mientras que en Barcelona la participaci¨®n s¨®lo aumentaba en un 10%. Los votos hay que ir a buscarlos all¨ª donde naturalmente se tienen, no all¨ª donde se desear¨ªan tener, y el granero b¨¢sico de los socialistas todos sabemos d¨®nde se encuentra. En el bando contrario sucede lo mismo, aunque a la inversa: el inter¨¦s de Pujol por obtener votos en Nou Barris siempre se ha saldado con un rotundo fracaso, pero Pujol nunca ha descuidado el voto de los suyos, el que en las auton¨®micas le aseguran el triunfo.
En los ¨²ltimos d¨ªas se pretende remediar esta situaci¨®n con pa?os calientes. Chaves, Felipe Gonz¨¢lez -?por qu¨¦ no Borrell?- y, sobre todo, el espectacular error de Pujol en el recital de Los Chunguitos, gracias a los buenos oficios de un convergente de ocasi¨®n tan avispado como Justo Molinero, quiz¨¢ pueden hacer reaccionar a unos sectores en los que no hab¨ªa calado de forma suficiente el sutil mensaje de Maragall. Porque su mensaje es -como antes hemos se?alado- claramente diferente del de Pujol y, si la campa?a de las ¨²ltimas seis semanas hubiera sido otra, las encuestas habr¨ªan ofrecido tambi¨¦n otro resultado. ?Los art¨ªculos que comenten los resultados electorales del pr¨®ximo domingo llevar¨¢n por t¨ªtulo el incomprensible dicho -que todos sabemos, sin embargo, lo que significa- de "a buenas horas, mangas verdes"?
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