El tablero catal¨¢n
De un equipo de f¨²tbol, hoy casi holand¨¦s, suele decirse que es m¨¢s que un club, y para nadie resulta un secreto que las inminentes elecciones catalanas son m¨¢s que unas elecciones de comunidad, y sobre todo mucho m¨¢s que cualquiera de las consultas auton¨®micas que all¨ª se han sucedido en los ¨²ltimos a?os. Una vez frustrada la posibilidad en las primeras de que el PSC y el PSUC articularan un Gobierno de izquierda, CiU viene compartiendo con el PNV una situaci¨®n de hegemon¨ªa, gracias a la cual, a pesar de la relativa modestia de sus porcentajes electorales, ambos partidos nacionalistas ejercen el poder y proyectan una imagen hacia el exterior donde ellos asumen respectivamente las identidades de Catalu?a y Euskadi. En Catalu?a, la ventaja adquirida por los socialistas en las elecciones generales queda disuelta en cada auton¨®mica, dando lugar a un aut¨¦ntico reinado a peque?a escala de Jordi Pujol.Ahora, el escenario ha cambiado. Es muy posible que Pujol vuelva a vencer, pero resulta innegable que nunca ha tenido un adversario de la entidad de Maragall. Con el exalcalde de Barcelona, avalado por una brillante gesti¨®n al frente de la capital, se abr¨ªa adem¨¢s la perspectiva de cambiar en profundidad el modo de hacer naci¨®n que Pujol ha patentado. Sin renunciar al denominador com¨²n catalanista, que por fortuna distancia a Catalu?a de la bipolaridad de tipo vasco, y con una evidente vocaci¨®n interclasista, Maragall ofrece la imagen de la Catalu?a del siglo XXI que despunt¨® con ocasi¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos, frente a los tics del nacionalismo conservador que cada vez m¨¢s afectan al discurso y a las actuaciones de la Generalitat dirigida por Pujol. Tendr¨ªa adem¨¢s gran importancia el hecho de que la iniciativa de una reforma del Estado de las autonom¨ªas en sentido federal procediese del presidente socialista de la Generalitat, cuya elecci¨®n, por otra parte, podr¨ªa invertir la tendencia a que el PP de Aznar venciese de nuevo el a?o 2000.
As¨ª, el continuismo en todos los ¨®rdenes, dentro y fuera de Catalu?a, se ver¨¢ reforzado si CiU gana cerca de la mayor¨ªa absoluta. Pero no cabe olvidar que en otro caso cuenta el con qui¨¦n. El juego est¨¢ aqu¨ª abierto. La bendici¨®n para el PP ser¨¢ que sus diputados resulten indispensables para un Gobierno estable de CiU: el do ut des compensar¨ªa de sobra a Aznar el retroceso de los suyos y el env¨ªo de Vidal Quadras al ostracismo. M¨¢s complicado ser¨ªa para el PP que el apoyo necesario tuviese que venir de Esquerra, dispuesta a hacerse pagar bien un previsible papel de bisagra. Una coalici¨®n CiU-Esquerra tendr¨ªa efectos opuestos, haciendo m¨¢s dif¨ªcil el entendimiento con Aznar y agudizando las tendencias centr¨ªfugas de que el partido de Pujol dio muestras al pactar en 1998 con PNV y BNG en Barcelona.
En la izquierda est¨¢ claro el apoyo a Maragall de una Iniciativa per Catalunya seriamente amenazada, incluso en su supervivencia, por el voto ¨²til y, sobre todo, por la labor de dinamiteros que van a ejercer sus anteriores militantes hoy ganados para la escisi¨®n por Anguita y Frutos. La p¨¦rdida de las municipales se acentuar¨¢, sin duda, pues los de IU repetir¨¢n su estrategia de Galicia: desmantelar el reformismo, aun a sabiendas de que ellos no logran nada. El hecho mismo de la escisi¨®n, como tantas veces se ha comprobado en nuestra historia electoral, constituye un decisivo factor de desgaste. La compensaci¨®n desde la izquierda al interclasismo del proyecto Maragall corre as¨ª el riesgo de desaparecer. Adem¨¢s, por unos votos, los seguidores catalanes del t¨¢ndem Anguita-Frutos est¨¢n en condiciones de causar destrozos decisivos al reducir dr¨¢sticamente la aportaci¨®n del electorado de la izquierda made in PSUC a Maragall. En el l¨ªmite, sin obtener ellos representante alguno, sus votos pueden quitar esca?os a la previsible coalici¨®n de Gobierno Maragall-Rib¨®, en favor de nacionalistas y PP. Ser¨ªa estupendo que IU le diera la victoria a Pujol. Para eso trabaja esta izquierda que rompe y resta.
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