La noche de las costillas rotas
Antes de que la gala de apertura de la Mostra se convirtiera en algo parecido a una demostraci¨®n geri¨¢trica en el Palau de la M¨²sica, al glamour propiamente dicho se le esperaba en el vest¨ªbulo. Ni siquiera la r¨²stica presencia de Rita Barber¨¢ logr¨® espantarlo, de modo que su primera aparici¨®n lleg¨® con la brasile?a Sonia Braga. O mejor ser¨ªa decir del chal que llevaba sobre los hombros, una prenda que habitualmente manejada a modo de remolino, puede dar m¨¢s juego que las alas de La victoria de Samotracia. Imanol Arias corr¨ªa pasillo para buscar con quien hacerse la foto, y creo yo que lo consigui¨® por lo menos cinco veces, mientras a sus espaldas progresaba el besuqueo de rigor entre los teloneros de post¨ªn a la espera de la gran estrella invitada. Sof¨ªa Loren -una de las miradas m¨¢s altivamente femeninas de la historia del cine- lleg¨® asediada por los escoltas apretujados por el gent¨ªo, de modo que entre sonrisa y sonrisa no siempre pudo evitar alg¨²n ligero moh¨ªn de desasosiego. Con el retraso habitual empezaba una ceremonia que, curiosamente, se entreg¨® al frenes¨ª de conceder galardones, como si se tratara de la clausura. Hay que destacar la serena apostura de Llu¨ªs Fern¨¢ndez al impedir a Katy Jurado -ven¨ªa con tres costillas rotas- que se desplomara en las escaleras, el firme apoyo que dispens¨® a Juan Antonio Bardem en id¨¦ntico trance escalador y la emoci¨®n con que ley¨® el fax donde Berlanga -cinco costillas rotas- excusaba su obligada ausencia. Sof¨ªa Loren estuvo tambi¨¦n muy se?ora en esta segunda parte, que es lo que se espera de un actriz de nombre que consigue solventar su deuda con el tiempo con mucha dignidad. Por algo conserva sus costillas de fantas¨ªa exactamente en el mismo y dulce sitio.
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