El dilema catal¨¢n

M?S DE cinco millones de ciudadanos catalanes est¨¢n convocados hoy a las urnas para elegir a los diputados de su Parlamento aut¨®nomo por sexta vez desde la recuperaci¨®n de la democracia. Aunque se trata de unas elecciones legislativas, la personalizaci¨®n del poder de la Generalitat y la polarizaci¨®n en torno a dos grandes fuerzas han llevado estos comicios hacia un dilema. Los catalanes decidir¨¢n si desean que Jordi Pujol siga como presidente de la Generalitat cuatro a?os m¨¢s o si prefieren que sea Pasqual Maragall quien tome el relevo a los 19 a?os de gobierno de Converg¨¨ncia i Uni¨®.La decisi¨®n electoral no consiste ¨²nicamente en elegir una papeleta. Hay otra previa, que en el caso de las auton¨®micas catalanas tiene un enorme valor pol¨ªtico, y es la participaci¨®n en los comicios. En las cinco elecciones celebradas hasta ahora, una parte del electorado que suele votar en las generales ha preferido abstenerse, como si no fuera con ellos lo que se refiere a la autonom¨ªa y a la Generalitat. La concurrencia de los ciudadanos a las urnas como ¨²nico mecanismo habilitado para refrendar o refrescar los equipos de gobierno es la clave de arco de una democracia vigorosa. El d¨¦ficit de la autonom¨ªa catalana es que no ha conseguido todav¨ªa ni unos niveles de participaci¨®n similares al resto de las citas electorales ni un cambio de color en el Gobierno.

En esta ocasi¨®n, en que se dan dos opciones perfectamente competitivas, las urnas indicar¨¢n si los ciudadanos consideran que Catalu?a debe hacer una vida pol¨ªtica normal o si prefieren prolongar una etapa excepcional de construcci¨®n auton¨®mica. La amplitud de las competencias, el volumen del presupuesto que maneja la Generalitat y su capacidad de influencia sobre la marcha general de la pol¨ªtica espa?ola debieran conducir a los ciudadanos de Catalu?a a una alta participaci¨®n. Porque lo que se juega en estas elecciones no es menos importante que lo que se dilucida en las generales.