Salpicado por el 'efecto radical'

Poco falt¨® para que Ant¨°nia Maci¨¤, la viuda de Josep Tarradellas, se encontrara en medio de una manifestaci¨®n de okupas y radicales. Por suerte, cuando acud¨ªa a votar a su colegio electoral, la persona que la llevaba en su silla de ruedas atisb¨® a lo lejos un sospechoso tumulto en la esquina de la Via Augusta con la calle de Vallmajor, frente a la Escuela Elisava. Una veintena de j¨®venes airados, miembros de los colectivos que provocaron los incidentes en el barrio de Sants el pasado d¨ªa 12, esperaban la llegada de Jordi Pujol, que tambi¨¦n deb¨ªa acudir a votar a ese lugar de la parte alta de Barcelona. El grupo portaba una gran pancarta -"Libertad presos/as antifascistas"- y, a voz en grito, reclamaba la inmediata liberaci¨®n de sus 14 compa?eros encarcelados.La llegada de efectivos antidisturbios del Cuerpo Nacional de la Polic¨ªa anunci¨® la del candidato de CiU. Unos agentes se situaron a s¨®lo medio metro de los manifestantes, justamente frente a la pancarta. En cuanto apareci¨® Pujol, el mando policial orden¨® a los j¨®venes que la retirasen y se dispersaran. Obedientes, los muchachos la depositaron en el suelo, retrocedieron tres o cuatro pasos y, para mostrar que estaban siendo silenciados, se colocaron en la boca los adhesivos que llevaban en el pecho pidiendo la libertad de sus compa?eros.

Pero cuando Pujol hizo su entrada, acompa?ado de su esposa, Marta Ferrusola, uno de ellos no pudo reprimirse y se acerc¨® a ¨¦l gritando: "Libertad presos antifascistas". Los polic¨ªas actuaron con rapidez y se lo llevaron en volandas hacia uno de sus furgones. "?Me hac¨¦is da?o! ?Me hac¨¦is da?o!", gritaba el joven. Sus compa?eros se destaparon la boca y le secundaron avanzando hacia el colegio electoral, del que entonces sal¨ªa Pujol. Hubo algunos forcejeos, pero el cord¨®n policial resisti¨® la embestida. El l¨ªder nacionalista no se detuvo ni al entrar ni al salir. Luego, la manifestaci¨®n se disolvi¨®. Ant¨°nia Maci¨¤ pudo acercarse a votar. El detenido fue puesto en libertad m¨¢s tarde.

Fue a esa misma hora, poco despu¨¦s del mediod¨ªa, cuando se registr¨® el punto culminante de la jornada electoral. Paseando por las calles, pod¨ªan distinguirse claramente las puertas de los colegios por la gente que se acumulaba a su alrededor. En el Poble Sec, detr¨¢s de la avenida del Paral.lel, otro tipo de ciudadanos, con gran enjambre de ni?os, acud¨ªa a votar. Una mujer de media edad, de f¨ªsico opulento, vestida de domingo, arrastraba a las urnas a toda su parentela: padres, abuelos, sobrinos... Y no escond¨ªa sus preferencias por el socialista Pasqual Maragall: "Nos ha dejado la ciudad m¨¢s bonita del mundo".

En El Prat del Llobregat, los miembros de una mesa decidieron por unanimidad marcar con la punta de un palo chamuscado, que introdujeron h¨¢bilmente por la ranura de la urna, una de las dos papeletas que hab¨ªa depositado una se?ora mayor para invalidarla en el recuento. No fue f¨¢cil. Antes tuvieron que discutir un buen rato con ella, que, al final, admiti¨® que posiblemente hab¨ªa introducido junto al suyo el voto de su marido. Preguntada por el presidente si las dos papeletas conten¨ªan el mismo voto, la mujer respondi¨®: "No lo s¨¦. Creo que son para el Maragall. Pero, como me las han dado...".