Mar Herrero
Lo que es la vida. Estaba leyendo en el peri¨®dico la noticia dedicada a la terrible muerte de Mar Herrero, la muchacha de 23 a?os asesinada, cuando alzo los ojos hacia la tele porque oigo la siguiente frase: "Yo he sido maltratada". La frase es dicha por una chica joven que tiene un ojo morado, es un primer plano, y uno imagina que se trata de una campa?a del Ministerio de Asuntos Sociales sobre Mujeres Maltratadas, pero no, se abre el cuadro y aparece a un lado de la pantalla la Gu¨ªa ?til de Madrid (no recuerdo si se llama as¨ª) y la chica, una chica de anuncio, empieza a contar de una manera pretendidamente c¨®mica que ha sido maltratada por su jefa que le arrebat¨® la Gu¨ªa y luego se la tir¨® a la cara. Si no era eso exactamente, era algo tan est¨²pido como eso. La verdad es que uno no sabe si han elegido el argumento del anuncio por hacer parodia de un tema de actualidad, o si han seguido la tradici¨®n humor¨ªstica tan espa?ola de hacer chistes de mujeres violadas, maricones, monjas lujuriosas y otros personajes que conforman el mundo creativo de Ar¨¦valo, que viendo la vigencia que tiene en televisi¨®n, uno se siente de pronto, llevado por el t¨²nel del tiempo a los a?os del destape.Dec¨ªa Primo Levi que no fue consciente de ser jud¨ªo hasta que no lo metieron en un campo de concentraci¨®n por el hecho de serlo. Es l¨®gico, el que no comulga con la ortodoxia religiosa se siente alejado de sus tradiciones. De la misma manera, la mujer que escribe este art¨ªculo se siente casi siempre alejada de los debates y las pol¨¦micas relacionadas con la mujer en el poder, la mujer en la literatura o la mujer en los negocios. Dada mi condici¨®n privilegiada prefiero considerarme p¨²blicamente una persona, sin m¨¢s, y no darle m¨¢s aire al hecho de haber nacido mujer; pero la alarma de mi condici¨®n femenina suena con fuerza cuando encuentro en el peri¨®dico las historias de otras mujeres que se han sentido solas, que han tenido miedo, que han sufrido vejaciones, que han muerto en manos de un hombre que act¨²a como macho. ?sa s¨ª que es mi causa. Saber, por ejemplo, que ser una mujer occidental y bien situada econ¨®micamente me distingue de tantas mujeres del mundo. Veo un documental de mujeres en Paquist¨¢n, mujeres con la cara ferozmente quemada por el ¨¢cido que vertieron sobre ella sus maridos, mujeres en la c¨¢rcel con sus ni?os por haber desobedecido a la madre del esposo, o una joven asesinada por su padre por amar a un muchacho que no era del gusto familiar. El padre habla con orgullo del crimen: la hija que desobedece al padre no merece la pena vivir. En esta ¨¦poca de defensa a ultranza de las tradiciones, uno piensa que si hay algo que ha salvado a la mujer a lo largo de su historia ha sido el abandono paulatino de ellas. Cada tradici¨®n que se dejaba atr¨¢s era un paso adelante para la mujer. Si hay algo que nos defiende son los derechos universales. Esos derechos a los que la joven Mar apel¨® desesperadamente en este pa¨ªs de leyes civilizadas, pa¨ªs de mujeres afortunadas en el que cada vez con m¨¢s frecuencia se destapan fallos de esas leyes, fallos que curiosamente siempre caen implacablemente sobre las v¨ªctimas.
A la judicatura le ha faltado tiempo para salir en defensa de su jueza, l¨¢stima que no se anduviera con la misma rapidez para defender la vida de una ciudadana. Una ciudadana que acudi¨® una, dos, tres, hasta cinco veces, a esas puertas de la ley que estaban cerradas mientras el monstruo la acechaba, cada vez m¨¢s cerca. Estamos tan acostumbrados a la est¨¦tica del miedo en las pel¨ªculas que hemos perdido la sensibilidad de sentir el miedo ajeno, el miedo en crudo, sin m¨²sicas inquietantes, el miedo de quien sabe que por decisi¨®n de una sola persona est¨¢ condenada a muerte. Estoy segura de que hay justificaciones para todo en esta vida, para explicar que las leyes est¨¢n mal redactadas, que los organismos judiciales no se comunican con la celeridad deseable, que era imposible administrativamente mandar a ese hombre de nuevo a la c¨¢rcel. Y qu¨¦ le importa toda esa palabrer¨ªa a la familia de esa joven, a sus amigos, al vac¨ªo que ha dejado para los que la quer¨ªan; qu¨¦ les importa la tibia excusa gremial, esa palanca imb¨¦cil que lleva a los periodistas a defender a cualquier periodista, a los abogados a cualquier abogado, a los psic¨®logos a defender a cualquier psic¨®logo, qu¨¦ les importa. No hay nada ya que pueda compensar los momentos de pavor que Mar Herrero sufri¨®, nada que pueda restituir su vida ferozmente arrancada a los 23 a?os. Si es que hay justificaciones para la justicia, si es que las hay, que se las callen, porque con mi condici¨®n de mujer por delante, les digo que esas justificaciones me gustar¨ªa tir¨¢rselas a la cara.
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