La batalla informativa: ?victoria o derrota?
El Gobierno ruso insiste en calificar lo que ocurre en Chechenia como una "operaci¨®n antiterrorista" para exterminar a un grupo de "bandidos" y "criminales", y se indigna con los periodistas que utilizan palabras como "invasi¨®n", "guerra", "milicianos" o "combatientes". Junto a la militar, hay otra batalla: la de la informaci¨®n. En el ¨¢mbito interno, los rusos la est¨¢n ganando. Justo lo contrario que en el extranjero, donde se pide contenci¨®n a Rusia para limitar la mortandad y la destrucci¨®n, aunque se admita que es un conflicto interno.Los medios de comunicaci¨®n rusos apoyan, con pocas excepciones, las acciones militares. Nada parecido a la cobertura que la cadena de televisi¨®n privada NTV efectu¨® durante la guerra anterior (1994-1996), que no ahorr¨® las m¨¢s crudas im¨¢genes de cad¨¢veres de soldados.
Ahora, los periodistas rusos cubren el conflicto desde un solo bando, y sus posibilidades de hacerlo de forma independiente est¨¢n limitadas, entre otros motivos, por las restricciones del Ej¨¦rcito en la zona bajo su control y por el miedo a los secuestros en Chechenia.
La opini¨®n p¨²blica rusa sigue esa estela. El relativamente escaso n¨²mero de bajas sufrido hasta el momento, la informaci¨®n reducida y no siempre objetiva y la psicosis creada tras la cadena de atentados de septiembre alimentan la popularidad de la operaci¨®n militar. Hasta tal punto que el primer ministro, Vlad¨ªmir Putin, ha pasado del cero al infinito: se ha convertido en un candidato presidencial cre¨ªble, con el ¨²nico capital de su dureza en la conducci¨®n de la guerra.
Las autoridades rusas intentan transmitir la idea de que ¨¦ste es un conflicto limpio y de que las bombas que lanzan sus aviones y ca?ones son cuanto menos tan precisas como las de la OTAN contra Yugoslavia. Es decir, que, excepto da?os colaterales estad¨ªsticamente poco importantes, los ¨²nicos objetivos alcanzados son los grupos terroristas, sus arsenales y sus bases log¨ªsticas.
A comienzos del presente mes, el presidente checheno, Asl¨¢n Masj¨¢dov, invit¨® a un grupo de periodistas extranjeros a contemplar sobre el terreno la otra cara de la moneda. Con una escolta espectacular, les condujo a las monta?as orientales fronterizas con Daguest¨¢n, al norte del r¨ªo Terek, hasta la misma l¨ªnea del frente, a varias ciudades bombardeadas y a un par de hospitales.
Aunque las visitas estaban probablemente preparadas, ni los m¨¢s curtidos veteranos en operaciones de desinformaci¨®n encontraron rastro de instalaciones militares o industriales en los barrios arrasados por las bombas rusas. Tampoco dudaron de la sinceridad de los testimonios de supervivientes de los ataques a¨¦reos, de ancianos que viv¨ªan en s¨®tanos convertidos en refugios antia¨¦reos y de quienes se jugaban la vida cruzando el r¨ªo o huyendo hacia Ingushetia.
El efecto de lo que luego contaron esos periodistas no se not¨® en el interior de Rusia, pero s¨ª en Occidente. Por eso, Mosc¨² lanz¨® una contraofensiva informativa que, por ejemplo, incluy¨® el pasado jueves en Helsinki, la v¨ªspera de la cumbre con la Uni¨®n Europea, la exhibici¨®n de un v¨ªdeo casero en el que se mostraba c¨®mo los terroristas chechenos decapitan a un civil y cortan el cuello a un soldado ruso. Pero eso no bastaba, hab¨ªa que demostrar que los rusos no invaden, sino que liberan Chechenia.
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