Sentido com¨²n
Nadie encuentra una explicaci¨®n razonable, nadie excepto los sesudos magistrados que interpretan las leyes. La gente corriente, los que no hemos empollado y memorizado el c¨®digo penal y tenemos los conocimientos justos de derecho para andar por casa, nada comprendemos. El ciudadano de a pie no puede entender c¨®mo la justicia dej¨® indefensa a Mar¨ªa del Mar Herrero y encima es capaz de salir ante la opini¨®n p¨²blica para proclamar lo adecuado de su actuaci¨®n.A Mar¨ªa del Mar la mat¨® su ex novio el mi¨¦rcoles 13 de octubre asest¨¢ndole dos pu?aladas letales en el pecho y abandonando despu¨¦s su cuerpo maniatado y amordazado en el interior de una furgoneta. Si tan execrable crimen lo hubiera cometido alguien desconocido para los jueces y la polic¨ªa, poco habr¨ªa que comentar sobre el caso. Poco salvo la constataci¨®n de que no aflojan quienes consideran a la mujer hija de un dios menor a la que el macho de turno puede maltratar a su antojo e incluso asesinar. Tampoco habr¨ªa demasiado que a?adir si la joven v¨ªctima hubiera ocultado el drama que estaba viviendo, como hacen, por temor, la mayor¨ªa de quienes han padecido situaciones de acoso o violencia. Todo eso ocurre con frecuencia, y tendr¨¢n que cambiar muchas cosas y pasar bastante tiempo para que deje de ocurrir.
Pero ni Luis Patricio Andr¨¦s, el tipo de 36 a?os que mat¨® a esta joven de 23, era novato en esas fechor¨ªas, ni Mar¨ªa del Mar ocult¨® en ning¨²n momento el drama que estaba sufriendo. Este individuo cumpl¨ªa condena por el asesinato frustrado de una chica llamada Rosana Mart¨ªnez, con la que sali¨® durante alg¨²n tiempo. Al tal Luis Patricio le cayeron 11a?os de c¨¢rcel por pegarle cuatro tiros, aunque la magnanimidad de nuestras leyes penitenciarias permiti¨® que le concedieran la libertad condicional cuando hab¨ªa cumplido s¨®lo tres, en contra del criterio de las autoridades carcelarias. Y en esa situaci¨®n comenz¨® a salir con Mar¨ªa del Mar Herrero, que no tuvo conocimiento de tales antecedentes hasta semanas despu¨¦s, tras cortar la relaci¨®n. Un rechazo que pronto comprob¨® que Luis Patricio no estaba dispuesto a admitir como ocurriera con su anterior novia. La historia llevaba el camino de repetirse y Mar¨ªa del Mar lo advirti¨® no una, sino hasta cuatro veces. La joven protagoniz¨® todo un peregrinar por los juzgados y comisar¨ªas en el intento de obtener alg¨²n amparo ante las continuas persecuciones y amenazas que sufr¨ªa por parte del convicto, amparo que nunca logr¨®. El 8 de octubre, s¨®lo cuatro d¨ªas antes de su asesinato, se present¨® personalmente en el Juzgado n¨²mero 6 de Alcobendas para relatar de su pu?o y letra el espeluznante episodio de acoso que acababa de sufrir a bordo de su veh¨ªculo. Pero tampoco aquello hizo reaccionar al aparato judicial. La juez de Vigilancia Penitenciaria mantuvo en libertad a Luis Patricio, libertad que aprovech¨® para consumar la muerte anunciada.
El fiscal jefe de Madrid, que hab¨ªa solicitado dos veces que le fuera revocada la condicional por razones que resultaban obvias, se echaba las manos a la cabeza. Sin embargo, ni sus duras declaraciones calificando lo ocurrido de estrepitoso fallo del sistema, ni la indignaci¨®n general de la opini¨®n p¨²blica, hac¨ªan bajar del Olimpo a los dioses togados. Una reuni¨®n de la Junta de Jueces de Vigilancia Penitenciaria conclu¨ªa apretando filas y redactando una nota en la que apoyaban el proceder de su compa?era asegurando que se limit¨® a aplicar las leyes. Un mensaje que a los pobres profanos nos conduce inevitablemente a la conclusi¨®n de que, o tenemos unas leyes inservibles, o unos jueces in¨²tiles, o ambas cosas. Leyes que admiten que un ciudadano pueda ir a prisi¨®n preventiva cuando hay indicios racionales de delito sin consentir que ocurra lo mismo con un condenado en libertad provisional. Y magistrados incapaces de interpretar las normas para ponerlas al servicio de la racionalidad y las personas decentes. Todos estudiaron mucho para sacar su plaza en las oposiciones y todos ellos poseen un conocimiento exhaustivo de las leyes que manejan. Sin embargo, cualquier ciudadano cuerdo lego en jurisprudencia habr¨ªa protegido mejor el derecho a la vida de Mar¨ªa del Mar Herrero. S¨®lo ten¨ªa que aplicar algo que olvidaron sus se?or¨ªas: el sentido com¨²n
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