Entre la molienda y la devoci¨®n
El ¨²ltimo molino hidr¨¢ulico de la Rioja Alavesa -y probablemente tambi¨¦n "de la otra", como confirma Valent¨ªn D¨ªaz de Guere?u, propietario con su hermano Francisco de esta peque?a empresa familiar- se encuentra a la entrada de Leza, junto a la carretera que viene de Elciego y deja a Navaridas sobre una peque?a colina. Es un excelente inicio de un paseo que puede concluir, tras visitar la iglesia parroquial de San Mart¨ªn de Tours, en las ermitas de Berberana y San Crist¨®bal bajo la sierra de Cantabria, l¨ªmite al norte de esta localidad que naci¨® a la sombra de Laguardia y que, como buena parte de las peque?as villas de la Rioja Alavesa, logr¨® su independencia de la mano del rey Carlos II, El Hechizado, en la segunda mitad del siglo XVII.Rodeado de esas vi?as que dominan toda la actividad agr¨ªcola de la comarca, a la sombra de una peque?a chopera, en uno de los lugares m¨¢s apacibles de esta villa, el molino sigue en funcionamiento moliendo como lo lleva haciendo desde hace cuatro siglos (aunque en menor intensidad) la poca cebada que a¨²n se cultiva en la zona, desde Labastida a Oy¨®n, desde N¨¢jera a Elvillar pasando por Cenicero y Laguardia.
El ocaso de los molinos lleg¨® con la ca¨ªda de la cr¨ªa de ganado en esta comarca ya especializada pr¨¢cticamente en el cultivo de la vid. Desaparecido el vacuno, ahora son los escasos agricultores que tienen algunos cerdos los que acuden hasta el molino de Valent¨ªn y Francisco con el fin de que les transformen el cereal en pienso para sus animales.
El molino, en s¨ª, no es ning¨²n negocio, pero los hermanos D¨ªaz de Guere?u lo mantienen en funcionamiento por aquello de la tradici¨®n familiar. Desde que sus tatarabuelos Nicol¨¢s Fern¨¢ndez y Mar¨ªa Ib¨¢?ez lo adquirieran por 6.000 reales al Ayuntamiento de Leza, ha pasado de generaci¨®n en generaci¨®n hasta los actuales propietarios. Y es que esta peque?a industria hab¨ªa sido siempre de propiedad municipal hasta que lleg¨® la guerra carlista (que Valent¨ªn recuerda como "civil" como se llamaba antes de que llegara la del 36). Los gastos de aquella contienda endeudaron al consistorio de tal modo que tuvo que arrendar el molino.
Desde Pipa¨®n bajaron los antepasados de Valent¨ªn y Francisco para hacerse cargo de este arrendamiento y, con el tiempo, se convirtieron en propietarios de la finca, desde donde las vistas de la sierra de Francia, con la iglesia de San Mart¨ªn de Tours en primer t¨¦rmino, son inmejorables. Como en el resto de la Rioja Alavesa, este templo, de magnitudes extraordinarias, es buena muestra de la bonanza de estas villas en aquel siglo XVII en que lograron la independencia de Laguardia y que tiene en la iglesia de la vecina Samaniego una de sus mejores expresiones.
Y de aqu¨ª al otro extremo del pueblo, aunque ya en t¨¦rminos territoriales de Laguardia. Contin¨²an las vi?as, omnipresentes en todo el paseo que tiene en el Hospital de Leza, a la orilla de la carretera A-124, el contrapunto contempor¨¢neo a un paisaje rural salpicado de algunos bosques de encinas y de chopos. Tras cruzar esa v¨ªa, se inicia el camino a dos templos hoy casi olvidados, pero que en tiempos tuvieron gran tradici¨®n devota.
All¨ª, antes de iniciar el ascenso a las pe?as de la sierra de Cantabria, se encuentra la ermita de Berberana, curiosa muestra del Rom¨¢nico (calificada como protog¨®tico por Emilio Enciso Viana) con una portada de arquivoltas dentadas y columnas con capiteles lisos y un ¨¢bside cuadrado que es casi excepci¨®n en toda ?lava. Ahora es ermita, con las correspondientes romer¨ªas desde Leza o Laguardia, pero este templo fue iglesia parroquial de un pueblo que desapareci¨®, seg¨²n cuenta la leyenda hist¨®rica recogida por Mart¨ªnez Ballesteros, el 21 de junio de 1605, meses despu¨¦s de que uno de los ¨²ltimos vecinos se las viera con un oso de considerables proporciones.
Con poblaci¨®n desde tiempos de los romanos, Berberana lleg¨® a tener docena y media de hogueras a finales del siglo XIV. Pero la llegada de las distintas pestes de la segunda mitad del XVI diezm¨® aquella poblaci¨®n hasta dejarla en una abuela y dos nietos, Vicente y Mariano, seg¨²n recoge la leyenda rom¨¢ntica de Mart¨ªnez Ballesteros. Estos dos j¨®venes protagonizaron, con el ermita?o de San Crist¨®bal, de una haza?a que a¨²n se cuenta en Leza.
Mariano y Vicente, en un paseo en direcci¨®n al arranque de la sierra de Cantabria, se encontraron con las huellas de "un animal desconocido pero muy grande", el mismo, concluyeron, que hab¨ªa asustado al eremita de San Crist¨®bal la v¨ªspera, como les refiri¨® ¨¦ste. Puestos de acuerdo los tres, emprendieron la caza de la fiera desconocida, acompa?ados por un perro que rastreaba las huellas.
En un momento dado, las pistas se dividen en dos direcciones: por un lado van Vicente y el ermita?o; por el otro, Mariano y el perro, que ser¨¢n los que encuentren de frente al oso temido. Mariano dispara repetidas veces, pero s¨®lo consigue malherir al animal, que en un arrebato de furia le arranca el cuero cabelludo. Alertados por los tiros de la escopeta del joven y sus gritos y los rugidos del animal, el eremita y Vicente acuden prestos en ayuda de Mariano que contin¨²a con la pelea, ahora cuerpo a cuerpo, con el oso.
Entre los tres consiguen acabar con la fiera y, tras curar a Mariano, en la ermita de San Crist¨®bal, se llegan a Laguardia para dar noticia de la haza?a, que es celebrada por los vecinos con la correspondiente alegr¨ªa. Fuera cierta o no, la leyenda ha dejado en la memoria de la zona, la poblaci¨®n de Berberana y la ermita de San Crist¨®bal, final de este paseo, empotrada en una gran pared rocosa, dentro de una gruta, que hac¨ªa las veces del ¨¢bside y la mitad de la nave. De gran devoci¨®n en sus tiempos, lleg¨® a tener hasta 42 platos y 36 escudillas para los peregrinos que acud¨ªan hasta este paraje.
Del molino a San Crist¨®bal, el paseo que tiene a la localidad riojanoalavesa de Leza y a su moderno hospital como n¨²cleo central, es una buena manera de recorrer siglos de historia en un itinerario pr¨¢cticamente desconocido.
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