Los machos
Cada vez m¨¢s mujeres denuncian malos tratos a cargo de los hombres. Decenas de ellas mueren cada a?o. Pero la cuesti¨®n no debe darse por cerrada. Mientras las mujeres sigan apareciendo como v¨ªctimas y los hombres como verdugos, el diagn¨®stico se acerca a una escena de mu?ecos de madera. La realidad es m¨¢s compleja. Casi la totalidad de las llamadas que la polic¨ªa recibe por una reyerta dom¨¦stica son a cargo de una mujer. El hombre llama pocas veces. No es masculino. Pero si deseara telefonear, a veces no lo hace porque lo han matado.Alrededor de una docena de estudios referidos a Estados Unidos y Canad¨¢ han demostrado que la mujer agrede al hombre con parecida o mayor frecuencia. Y algo m¨¢s: dos de esos trabajos concluyen que la mayor dureza en los ataques suele ser a cargo de las mujeres. Los hombres golpean m¨¢s con sus manos, pero la mujer emplea medios m¨¢s severos, como un cuchillo, una plancha candente o aceite hirviendo. En la oficina central de la Vigilancia Nacional del Crimen norteamericana, sobre un conjunto de 60.000 casos por semestre registrados a lo largo de tres a?os y medio, las mujeres confesaron tres veces m¨¢s que los hombres que hab¨ªan empleado armas en las peleas. Alrededor del 60% declararon ser las primeras en agredir, mientras los hombres respondieron, en un 90%, que eran ellas. La violencia dom¨¦stica no acaba su explicaci¨®n con el recurso a la ignominia machista. Un 54% de las lesbianas reconoce que existe violencia en su relaci¨®n, frente a un 11% en las parejas heterosexuales.
Efectivamente, las agresiones no pueden considerarse efecto directo de la supuesta maldad del hombre y su arrogante actitud ante las mujeres. Los hombres suelen pelear m¨¢s que las mujeres, pero sobre todo con los dem¨¢s hombres. Su aprendizaje de la masculinidad les ha ense?ado precisamente la indignidad de pegar a una mujer. Cada vez que un hombre hiere a una mujer esta misma indignidad convierte el fen¨®meno en prueba de la opresi¨®n que padecen las mujeres. Cada vez que una mujer agrede o mata a un hombre se presume que lo ha hecho para defenderse. La realidad y el sentido com¨²n se rebelan contra esta f¨¢cil tosquedad y su demagogia.
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